treinta y ocho.

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-¿Más té?- negué con la cabeza- hablaras con Villa, ¿no?- rode los ojos.

-Son nuestras últimas horas en la finca, ¿puedes no arruinar el momento?- volví a comer.

-Lo siento, solo quiero asegurarme de que mi ahijada tenga unos padres maduros que se cuidan y aman.

-No hace falta que seamos pareja para que eso suceda- respondí a secas.

El tema no volvió a tocarse por el resto de lo que quedaron de horas en la finca.

Habíamos tenido un fin de semana increíble en el campo, rodeadas de animales y naturaleza.

Por las noches nos armabamos una fogata y bebiamos cerveza, yo sin alcohol. Era tiempo de calidad entre amigas y momentos de reconexion conmigo misma y mi hija.

-¿Como crees que será?- pregunte animada a Juliana.

-¿Quién?- hablo sin despegar la vista de la carretera.

-Serena, tonta.

-Creo que será castaña clara, una mezcla entre tu pelo y el de Villa, y también tendrá ojos verdes como los de él.

-Genial, nada de mi- dije celosa.

-No seas estupida- rió- un bebé no solo tiene pelos y ojos- reí también- ¿como te la imaginas tu?

-Igual a Villa- rió cortamente- es en serio, hasta imagino que tendrá su misma personalidad.

-O sea un drama constante- carcajee.

-Ni me lo digas- rode los ojos.

En la radio comenzó a sonar Morat y ambas no resistimos a subir el volumen para cantar a gritos.

-¡Es tarde!- cante gritando.

-¡Te quiero!- continuo Juliana también gritando.

Baje el volumen repentinamente.

-¿Y si realmente nuestro amor está muriendo?- pregunte preocupada.

-¿Te refieres a ti y a Villa?- asenti- Tini, aún ni siquiera comenzaron algo serio. Y deberían... pues tendrán una hija- me miro velozmente- desde que los conozco ha sido un treje y metreje inentendible, sin cosas claras, enojos y acciones innecesarias.

-Yo...- comencé a hablar para excusarme.

-Tu nada- me interrumpio- Tu también eres parte de eso- sonaba algo molesta- Ambos se están comportando como inmaduros. De hecho, y perdón que suene tan duro pero, este embarazo fue una inmadurez absoluta de ambos.

No voy a mentir, su confesión me molesto. Pero me molesto porque realmente ella tenía razón.

Luego de aquella conversación o regaño de parte de Juliana, ambas transcurrimos parte del camino en silencio.

-Te ayudo a bajar el bolso- ofreció Juliana y negue con la cabeza.

-No es nada, puedo sola. Gracias por estos días, los necesitaba mucho.

-Lo sé, y no quiero que te enfades conmigo. Mis consejos son en pos de tu bien- nos abrazamos- por favor deja el orgullo de lado y arregla las cosas- pidió.

-Lo hare, lo prometo- cedí.

Al ingresar al complejo salude al Señor Beto,  guardia del lugar en el turno diurno. Y seguí mi camino hacia mi edificio.

Tarde unos cuantos minutos en encontrar la llave del apartamento hasta que por fin lo hice, por un segundo creí que había quedado en la finca.

La luz del apartamento estaba apagada, lo cual me pareció raro debido a que recordaba haberla dejado encendida antes de irme.

Era una vieja costumbre que teníamos con mi familia, siempre que la casa quedara sola una luz debía quedar encendida, como dando a entender que había alguien dentro.

-Carajo- dije al chocar con algo- ¿donde esta la maldita tecla?- mi paciencia iba acortandose a medida que avanzaba el embarazo.

Cuando por fin encontré el interruptor la luz me encegecio por unos cuantos segundos, obligándome a cerrar los ojos.

-¿Qué?- dije atonita luego de recuperar la vista.

Tarde un instante en lograr procesar aquello que veía. Realmente parecía un momento de novela, rozando la irrealidad.

El living de mi apartamento se encontraba lleno de flores. Pero no de cualquier tipo, eran flores amarillas.

Por instinto, "Flores amarillas" de Floricienta comenzó a sonar en mi cerebro, y la sonrisa más inmensa se represento en mi rostro.

Observe detenidamente cada flor, cada Pétalo. No sabia si era posible flotar, pero estaba segura que la sensación que estaba experimentando era lo más parecido a ello.

"Ni un jardín entero bastaría para explicarte cuanto te quiero
-JPV".

-Lo siento- me sobresalte ante su voz- Realmente lo siento.

Se encontraba reposado sobre la pared del pasillo que venía de las habitaciones.

Su pelo revuelto, sus lentes, con su suéter a rayas y el pantalón a medio remangar, típico de él. Se veía más hermoso que nunca, o eso me pareció al verlo en esa postura tan relajada y a la vez suplicante.

Camine lentamente a su encuentro, y pude observar como dejaba su apoyo enderezandose, y a la vez su cuerpo se tensaba.

Realizo el gesto pertinente para volver a decir algo, pero no se lo permití.
No pude dejar que vuelva a disculparse, ni siquiera a decir cualquier cosa.

Lo bese, con lo profundo de mi alma, como había deseado tanto tiempo desde que descubrí que lo quería. Lo bese con cada parte de mi cuerpo, como si jamás volviera a besar en la vida.

-Solo nosotros- dije al separar nuestros labios.

Sonrió, pero note que no había entendido.

-Tu, ella y yo. No importa nada más, ni los comentarios, ni las miradas, ni el que dirán. Sólo nosotros- dije.

Asintió sin despegar su vista de mis ojos.

Por momentos, sentía que nuestras miradas era arpegios delicados de alguna canción de amor, inventada por una adolescente fanática del cine romántico.

Y si así era, estaba segura que era de las canciones de amor mas hermosas del mundo. Porque todo era hermoso junto a él.

El sonido de nuestra Música - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora