Capítulo 7

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Plan logró evitar a Mean al día siguiente, y al siguiente. Podía sentir su mirada sobre él cuando estaba trabajando en la oficina. Cuando Mean entraba allí, el joven se escapaba a la tienda de suministros. Si estaba trabajando en el taller, se colocaba lo suficientemente lejos de él como para poder ignorar la áspera voz masculina.

Estaba seguro de que a Mean le había ocurrido algo en la voz. Surgía de lo más profundo de su garganta y era demasiado áspera y ronca. Las cicatrices de la cara y la fina marca que se adivinaban bajo el vello de los musculosos brazos hacían que Plan se preguntara por aquéllas que había vislumbrado bajo el cuello de la camiseta. ¿Qué le había sucedido? Era difícil marcar a un hombre tan fuerte como él de una manera tan horrible.

No importaba dónde estuviera, Plan sentía su mirada sobre él y recordaba aquel beso que lo había hecho arder y que lo había dejado débil durante horas.

Pudo sentir esa misma tensión creciente la tarde siguiente. Cada vez que Mean intentaba hablar con él, cada vez que se movía en su dirección, Plan se dirigía hacia otro lado. No quería tratar con él. Su vida estaba bien así. Estaba bien solo. Una cita de vez en cuando era suficiente. Y aunque Atid quería más, su relación aún no había llegado al punto donde tendría que romperla. Le gustaba su compañía, su risa. Por el contrario, temía la intensidad de Mean.

Logró esquivarlo durante un día más, hasta la hora del cierre. Kasem y los demás se habían ido y Plan estaba solo en la oficina cuando Mean entró.

- Tenemos que hablar.- le dijo mientras Plan metía la cartera en su mochila y sentía cómo se aceleraba el ritmo de su corazón.

- No tengo tiempo- se excusó él-. Tengo una cita esta noche y no puedo retrasarme más.

- Ni hablar.

Cerró la puerta de una patada y echó el cerrojo con un chasquido, haciendo que Plan se sobresaltara por la ferocidad que demostraba. Luego, antes de que pudiera esquivarle, Mean le agarró por la muñeca y lo condujo a las escaleras que llevaban al apartamento del primer piso.

- ¿Qué demonios...?

- Deja de huir de mí, Rathavit- gruñó Mean, instándolo a subir las escaleras-. Vamos a terminar con esto ahora mismo.

- ¿Terminar el qué?- Plan se soltó de su mano en cuanto entraron en el apartamento que una vez había compartido con Tin.

Plan debería gritar, debería intentar patearle, golpearle. No dejar que lo arrastrara hasta aquel apartamento sin oponer la más mínima resistencia.

Sobre el sofá reposaba una mochila de cuero y había una caja en la cocina con algunas provisiones. Evidentemente, se había estado instalando. Allí, donde Tin y él habían hecho el amor, donde se le había declarado, donde se habían acostado por primera vez. De pronto, pensar en otro hombre en aquel lugar le resultó intolerable.

- Quiero que te vayas de aquí.- Se volvió hacia Mean, temblando al ver las posesiones de otro hombre en el espacio de Tin-. Ahora mismo. ¡Vete!

Una neblina de calor lo invadía. Era furia. Se dijo a sí mismo que sólo era furia y nada más.

Mean soltó un bufido.

- Kasem ha tenido la amabilidad de traerme provisiones mientras yo estaba dejándome el trasero en esos coches de ahí abajo- le dijo-. No me voy a marchar.

- No quiero que estés aquí. Vete antes de que llame al sheriff.- Plan estaba furioso.

Mean le sostuvo la mirada como si fuera el dueño del apartamento, del taller y de él mismo, y lo estuviera presionando demasiado.

La cara oculta del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora