Capítulo 15

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—¡Oh, demonios! —gimió Kasem. Colgó el teléfono y después se cubrió la cara con las manos. Mean, que estaba observando la carretera a través de las ventanas de la oficina, se giró y miró a su hermano con el ceño fruncido.

—¿Qué pasa?

Kasem tenía aquella mirada tan suya. De inquietud, de advertencia, de auténtica diversión.

— Plan está borracho. Mean se quedó paralizado y sintió que se le encogían los testículos de miedo. Miedo puro y duro. Porque Plan no paraba de hablar cuando estaba borracho.

—¿Has dicho que está en casa de Sienna Gaikwad?

—No, en la de Off Jumpol. —Kasem suspiró—. El sheriff ha ido a recoger a Sienna y amenaza con encerrar a Plan, a su esposa y al marido de Off Jumpol durante toda la noche si no voy a buscarla. Al parecer, ese trío se lo está pasando en grande hablando mal de los hombres en general. Creo que oí algo sobre la tensión sexual de fondo, y a Off riéndose sin parar.

Sí, ése era uno de los motivos por los que a Mean se le habían encogido los testículos.

—Vuelve a llamarle. —Mean apenas respiraba cuando agarró la chaqueta del perchero de la pared y las llaves del todoterreno de Kasem del escritorio—. Dile que vamos a buscarla.

El taller ya había cerrado sus puertas por esa noche. Sólo habían estado esperando el regreso de Plan.

—¿Qué prefieres? ¿Que te desee suerte o que encargue rosas para tu nueva tumba?

—Limítate a llamar a Off y a decirle que vamos para allá —gruñó, dirigiéndose hacia la puerta—. Mientras, sacaré el todo-terreno y te recogeré delante.

Debería haberlo sospechado cuando vio salir a Plan. Demonios, claro que lo había sospechado. Una parte de él había sido consciente de que su marido estaba muy enfadado y de que iría a reunirse con Sienna. Pero no había esperado que también estuviera Gun. Sabía que eran amigos pero no hasta tal punto. Iba a ser un infierno, y no sólo por Plan, sino por Gun.

Cuando Kasem y él llegaron a la casa de Off y aparcaron detrás del pequeño deportivo de Gun, Mean negó con la cabeza. Conocía a Gun. Había sido agente de seguridad nacional, pero ahora que se había retirado, tenía demasiado tiempo libre. Volvió loco a Off hasta que se casó con él en lo que Tin hubiera jurado que era un intento desesperado por alcanzar la paz.

La puerta se abrió mientras subía los escalones de entrada, y Sun Gaikwad lo miró con los ojos entrecerrados por el disgusto desde el otro lado de la estancia cuando Off dio un paso atrás para dejarlo entrar en la casa. La diversión asomaba en los ojos de su amigo y en la sonrisa que le curvaba los labios. Maldita sea, Mean no necesitaba aquello.

Plan estaba desmadejado en un extremo del sofá, al igual que Sienna y Gun. Y todos lo miraban fijamente.

—Oh, Plan —dijo Gun arrastrando las palabras con sorna—, tengo que disentir, sí que parece sospechoso. —Miró a Sienna—. ¿Tu marido lo ha investigado a fondo? Apuesto a que tiene un buen historial.

—Dos veces. Está limpio —anunció Sienna alegremente, mirando por encima del sofá para ver cómo Mean hacia una mueca—. ¿Sabes a quién me recuerda?

—¿A un ladrón? —contestó Gun con rapidez.

—No. —Sienna frunció el ceño—. ¿Sabes qué...?

—¿Crees que tiene las orejas lo suficientemente grandes para poder arrancárselas? —Plan se asomó también por encima del respaldo, entrecerró los ojos y lo miró fijamente considerando el tamaño de sus orejas.

La cara oculta del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora