—Er... estás muy colgado por él, ¿verdad?
Plan giró la cabeza y miró fijamente a Kasem. Dios, se parecía muchísimo a Tin. Los rasgos afilados, aquella perfecta belleza masculina con aquellos feroces ojos, las pestañas espesas y el pelo negro.
Podría ser el hermano gemelo de Tin. Se parecía tanto a él físicamente que Plan había tardado casi dos años en poder mirarlo a la cara.
—¿No debería? —Plan sabía que Kasem era consciente de quién era Mean en realidad. Lo sentía en los huesos, y le dolía.
Y le cabreaba. No entendía que Mean hubiera confiado en su hermano y no en su marido. El hombre a quien había entregado su corazón. Mean se había atrevido a susurrar aquellas palabras sagradas en su cama cuando creía que Plan estaba dormido. Había sido una temeridad susurrarle aquel voto en gaélico, mintiéndole como le mentía. Mintiéndole con cada caricia, con cada beso, con cada áspera palabra que salía de sus labios mentirosos.
Kasem se encogió de hombros.
—¿Crees que va a quedarse?
Habrían tenido una buena discusión en ese momento si Plan no hubiera oído la pena en su voz, si no hubiera visto el profundo dolor que surcaba su rostro.
Plan giró la cabeza y miró por la ventanilla. Observó las calles del pueblo, un lugar que, de repente, le parecía extraño y ajeno.
—No —susurró finalmente. Era la verdad, y tanto Kasem como él tendrían que aceptarla—. No creo que se quede mucho más tiempo.
Se miró las manos y se quitó lentamente la alianza del dedo antes de guardarla en el bolsillo del pantalón. Sienna le acribillaría a preguntas si veía que la llevaba puesta. Podría levantar demasiadas sospechas.
—Plan, sabes que... —se aclaró la garganta y apretó las manos en el volante— sabes que te quiero como a un hermano. Lo sabes, ¿no?
—Nada de consejos, Kasem —le advirtió mientras él aparcaba al lado del coche de Sienna. No poseía el suficiente control para escuchar ningún consejo bienintencionado de su cuñado. No podría soportarlo.
Kasem saludó con la cabeza a Sienna cuando ésta salió de su coche, vestida elegantemente con unos pantalones de pinzas grises y una camiseta sin mangas. El pelo castaño le caía suelto por los hombros en suaves ondas y sus ojos verdes brillaban con la misma excitación y amor por la vida de siempre.
—Por fin has llegado. —Sienna se rio y abrazó a Plan una vez que se bajó del todoterreno de Kasem—. Y traes contigo a uno de los hombres más guapos del pueblo. —Suspiró y arrugó la nariz como si tuviera una repentina y oscura sospecha—. Es casi igual a Tin, Plan.
Era justo lo que había pensado Plan unos minutos antes. Miró a su cuñado y vio un destello de dolor en su rostro.
—No, Kasem es Kasem —dijo con voz queda. Se parecía. Se parecía mucho. Pero no era como Mean. Ya no.
—No puedo creer que casi te hayas olvidado de la cita con el médico —le regañó Sienna más tarde—. Has estado muy enfermo, Plan. Tienes que cuidarte mejor.
Era cierto. La gripe se había ensañado con él ese año.
—Estoy en ello —le aseguró Plan con una sonrisa.
Entraron en la consulta del médico, dieron sus datos y tomaron asiento en la sala de espera.
Se preguntó si habría recaído. No se había encontrado bien los últimos días. Se sentía indispuesto. Cansado. Pero sufría tantos altibajos emocionales últimamente que su estado no le extrañaba en absoluto.
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La cara oculta del deseo
FanfictionSeis años después de recibir la desgarradora noticia de que Tin Medthanan, el hombre al que ama desesperadamente, jamás regresará de su última misión, Plan todavía llora la muerte de su marido. Sin embargo, Tin sigue vivo a pesar de haber sufrido lo...