Capítulo 9

45 10 0
                                    

Plan no estaba seguro de poder mantener alejado a Atid con la pobre excusa que le había dado. En un principio había pensado que no tendría problemas porque él jamás había protestado cuando había tenido que cancelar una cita, o porque la relación que mantenían era tan platónica que casi era ridícula.

Ya era tarde cuando oyó su coche deteniéndose en el camino de entrada. Estaba sentado en la salita terminándose la botella de vino que Atid había abierto unos días antes. Al mirar hacia la ventana donde se reflejaban las luces del vehículo, Plan se dio cuenta de varias cosas a la vez.

Por alguna razón, los hombres creían que era una persona fácil de manejar. Tin lo había visto como un débil e indefenso chico que debía proteger. Atid se burlaba a menudo sobre "su pasatiempo favorito", el taller. E incluso Kasem parecía cuestionar cada movimiento que hacía últimamente. Y ahora, ni siquiera podía cancelar una cita sin que alguien cuestionara su decisión.

Se levantó del sofá, se estiró la camiseta que llevaba sobre unos pantalones cortos y se dirigió a la puerta con la copa en la mano. Al abrirla, miró fijamente la expresión de irritación que manifestaba el atractivo rostro de Atid mientras levantaba la mano para golpear la puerta. Una camisa de manga corta blanca, pantalones de pinzas color beige y mocasines negros. Siempre lo había visto arreglado y perfectamente peinado, y esa noche no era una excepción.

Atid observó la copa y el rostro de Plan, antes de reparar en su barbilla y cuello. Sí, Plan sabía que las marcas seguían ahí: una en la mandíbula y otra en el cuello. Eran marcas diminutas pero pensar en el placer que había recibido a cambio hacía que se revolviera el estómago por la culpa... y el deseo.

- ¿Puedo pasar?- preguntó Atid. Su voz suave se contradecía con lo que sentía.

Sonaba paciente, afectuoso. No obstante, Plan podía ver la ira que irradiaban sus ojos.

- Claro-. Plan dio un paso atrás, tomó un sorbo de vino y permitió que Atid pasara.- Ya es medianoche, ¿no es un poco tarde para salir de casa?

- No tengo toque de queda.- Ahora ya no disimulaba su furia.

Plan se pasó los dedos por el pelo y regresó a la salita. Ése era su santuario, una habitación en la que Atid raras veces entraba. Prefería la cocina y nunca había subido al segundo piso.

Sin embargo, siguió a Plan, deteniéndose en el umbral, frente a la chimenea, y clavó los ojos en la repisa de ésta mientras Plan se sentaba en uno de los sillones y doblaba las piernas bajo su cuerpo.

Había un indicio de incomodidad en la cara de Atid, un destello de dolor que hizo que Plan sintiera una opresión en el pecho. Atid había sido un buen amigo durante dos años y habría sido un buen amante o marido si su cuerpo, su corazón, hubieran estado dispuestos a aceptarlo.

- No has retirado sus fotos- dijo Atid en voz baja-. Como si pensaras que, cualquier día, volverá a casa. Que entrará por la puerta con los brazos abiertos.

Plan miró la repisa de la chimenea y luego la larga mesa junto a la ventana donde había más fotos. Quizás debería haberse deshecho de ellas antes pero no había podido.

- Dejar de pensar en él no ha sido fácil.- Se encogió de hombros con incomodidad-. Pero estoy seguro de que no has venido a estas horas de la noche para hablar conmigo sobre si mi marido volverá o no a casa.

- Tin está muerto, Plan- le recordó con impaciencia-. Tú jamás has aceptado ese hecho. Ésa es la razón por la que nuestra relación no ha avanzado. Porque tú no puedes aceptar que él se ha ido.

A Plan le había llevado tres años aceptar que Tin no volvería nunca y durante todo ese tiempo había tenido aquellas horribles pesadillas. Al principio habían estado llenas de sangre y, más tarde, de furia y dolor. Plan había estado convencido de que su marido seguía vivo, de que estaba herido y en esas pesadillas Tin le rogaba que fuera con él. Luego, una noche, dejó de tenerlas y Tin desapareció de su vida para siempre.

La cara oculta del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora