Capítulo 31

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Dos días después, Mean hacía girar la llave inglesa entre los dedos y masticaba distraídamente un chicle mientras observaba a Plan. 

Él no había bromeado. Lo había echado de su cama y, al parecer, también de su vida. Al menos de momento. 

Lo miraba de reojo al tiempo que fingía interesarse por las entrañas del SUV que en teoría debería estar arreglando. 

—Pareces haber encontrado alguna dificultad ahí dentro —dijo Nik apoyándose en el guardabarros y echando una ojeada al motor—. ¿Necesitas que te eche una mano?

 —Sí —respondió Mean con aire ausente—. ¿Hay noticias? 

Se refería a las pruebas de ADN que habían llevado al bunker y que Mew había comenzado a examinar. Surat había recogido su todoterreno aquella mañana. El muy bastardo había mirado a Mean como si hubiera salido de las cloacas cuando éste le informó que el motor estaba en perfectas condiciones. 

Pero aquella expresión de suficiencia se borraría pronto de su cara. En algún momento los federales arrestarían a aquel hijo de perra por las pruebas que había encontrado, y el bueno de Surat estaría demasiado ocupado para preocuparse por otra cosa que no fuera su ingreso en prisión. 

—Nada nuevo —respondió Nik—. Aunque necesitaré que me ayudes esta tarde si no estás muy ocupado. —Los dos miraron a Plan, que estaba en la oficina. 

Plan fruncía el ceño por algo que Duen le estaba diciendo. No había trabajado en el taller con los vehículos hoy. Llevaba toda la mañana en la oficina, dedicándose a archivar documentos y a sacar a Duen de quicio. 

—No, al parecer no voy a estar muy ocupado —dijo Mean arrastrando las palabras, mientras giraba la llave inglesa entre los dedos sin dejar de mirar el rostro de Plan. 

—¿Hay algo que vaya mal entre vosotros? —inquirió Nik. 

La llave inglesa se detuvo un momento y luego volvió a moverse lentamente entre sus dedos. 

—¿Quién ha dicho que haya algo que vaya mal? 

Lo había dicho su marido antes de echarlo del todoterreno. Y lo que era todavía peor, lo había echado de su cama. Había llegado a amenazarle con llamar al sheriff si no se iba. Maldita sea. ¿Habría alguien más confuso que él en aquel momento? 

Plan tenía razón. Él era un bastardo. Un hijo de perra que no merecía estar cerca de él.

Lanzó la llave inglesa a la caja que tenía a su lado y la herramienta cayó emitiendo un sonido metálico.

 —¿Qué necesitas? —le preguntó a Nik, limpiándose las manos en el trapo lleno de grasa que había colgado en el guardabarros. 

El enorme ruso se rascó la barbilla y miró la caja de herramientas. 

—Tengo que ir a ver a un amigo —dijo utilizando el código que habían acordado. 

Obviamente, se había convocado una reunión en el bunker. 

—¡Maldita sea! —Mean se pasó la mano por el pelo e hizo una mueca. 

Tenía que poner a Kasem sobre aviso para que vigilara a Plan. Después del ataque a Duen, a Noah le aterraba dejarlo sola. 

—Lo siento, pero me prometiste que vendrías. —Nik le dio una palmadita en el hombro—. He de reconocer que Plan es un buen tipo. Sería el marido ideal para cualquier hombre. Yo lo consideraría si fuera tú. Si lo dejas, acabará encontrando a otro. ¿Es eso lo que quieres? 

Mean apretó los labios al sentir que la furia comenzaba a arder en su interior. Le dirigió a su amigo una dura mirada y éste le recompensó con una sonrisa fría. 

La cara oculta del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora