Plan miró alarmado a Mean, tomando nota de la camiseta y del chaleco de cuero, de los vaqueros descoloridos y los zahones negros. De las botas de motorista y la expresión gélida de aquel rostro que parecía cincelado en piedra.
Si Plan no intervenía de laguna manera, Atid sería hombre muerto. La furia helada de Mean era más profunda esta vez que cuando había apretado entres sus dedos el cuello de Waam Kasemsuk.
- Estoy cansado de que te dediques a atacar a los hombres que me rodean, Mean- le dijo con firmeza, sin cólera, como si simplemente estuviera haciendo una observación-. Podría haberme encargado de él yo sólo, ¿sabes?
Mean lo miró mientras Atid jadeaba a sus pies.
- Suéltalo.- Plan arrugó la nariz como había hecho con Tin las pocas veces que le había visto enfadado de verdad-. No merece la pena que manches el suelo de sangre. De verdad, eso sólo conseguiría cabrearme.
- Sé cómo deshacerme de un cuerpo- replicó Mean, deslizando la mirada por la camiseta y los pantalones cortos que vestía Plan-. Sería muy fácil.
- Oh, estoy seguro de ello pero luego me remorderá la conciencia y tendría que contárselo a Kasem.- Plan se encogió de hombros con despreocupación-. Aunque, al menos, tendría una buena excusa para hacer que Kasem te despidiera.
- Te aseguró que él me ayudaría- rugió Mean. Pero Plan empezó a vislumbrar una grieta en su coraza de hielo-. ¿Por qué no te dejas de rodeos y me dices lo que quieres en realidad, Rathavit?
- Que dejes de comportarte como un matón y que sueltes a Atid antes de que os eche a los dos a patadas de mi casa y llame al sheriff- le respondió él a gritos, porque ya estaba cansado de tratar con hombres testarudos.
Mean arqueó una ceja.
- Suéltalo, maldita sea.- Recogió el teléfono que había caído del soporte y lo colgó mientras les dirigía a ambos una mirada indignada. Al menos, Mean había aflojado los dedos que apresaban la muñeca de Atid-. Va a acabar vomitando si no lo haces y no quiero tener que pasarme la noche limpiando.
- Lárgate.- Mean lo soltó lentamente y dio un paso atrás permitiendo que Atid se levantara con dificultad.
Cuando Atid de apresuró a salir de la casa, Mean lo acompañó hasta la puerta, cerró de un portazo y luego regresó a la cocina.
Apoyando las manos en la encimera, Plan inclinó la cabeza e intentó controlar la ira y el dolor que lo invadían. Maldición. Hasta ahora, siempre le había caído bien Atid.
- Jamás deberías haberlo dejado entrar en casa.- Mean se detuvo delante de la encimera-. Por el amor de Dios, Plan, creí que a estas alturas sabrías que no era prudente permitir que ese hijo de perra te viera mientras llevas mi marca.
Plan siguió con la cabeza inclinada. ¿Cuántas veces se había reído de Tin cuando le había dicho algo parecido? Siempre lo hacía cuanto estaba irritado con él.
Tendría que haber sido más prudente la vez que se había marchado con Sienna, durante su primera año de casados, porque cuanto se emborrachó y se torció el tobillo, Tin no había estado ahí para impedirlo. Y, como ese, había tenido cientos de ejemplos en los que Tin siempre le había reprochado su falta de prudencia.
- ¿Por qué no te marchas tú también?- le preguntó alzando la cabeza-. Ya deberías saber que no es prudente cabrear a un hombre que ya está cabreado.
Y Plan debería haber sido más prudente al permitir que Kasem se hiciera cargo de la contratación del personal.
- Plan, pequeño, mírame- dijo Mean con voz ronca-. Si te hubiera hecho daño, habría tenido que matarle. Me habría encantado atarle.
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La cara oculta del deseo
Hayran KurguSeis años después de recibir la desgarradora noticia de que Tin Medthanan, el hombre al que ama desesperadamente, jamás regresará de su última misión, Plan todavía llora la muerte de su marido. Sin embargo, Tin sigue vivo a pesar de haber sufrido lo...