Capítulo 47

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Aquel hombre había sido su amigo. Era extraño que nunca antes hubiera visto sed de sangre en sus ojos. ¿Qué había cambiado? ¿Qué le había cambiado?

Waam le dirigió una amplia sonrisa.

—Como puedes ver, está vivo. Aunque no le apetece mucho hablar.

Mean echó otro vistazo a su esposa mientras sentía calentarse el localizador en la hombrera derecha. Sacudió la cabeza y miró a su alrededor otra vez.

Waam y Sienna lo observaban; parecían poco satisfechos con su reacción.

—Os dije que este bastardo no era tan fácil de intimidar como pensabais —dijo una voz a sus espaldas.

Mean no se tensó. No se giró. Siguió allí parado, relajado. Conocía al dueño de aquella voz. Sunan Phaibun. Esperó un buen rato antes de girarse lo suficiente para mirarlo.

Se dirigía hacia él tambaleándose, con los gruesos labios curvados en una sonrisa, y le seguían otros dos hombres. Uno más bajo y delgado, el juez federal Kamon Iamotat, y el panzudo marshal Ratree Mongkhon

—Bonito trío —dijo Mean.

Una arrogante satisfacción apareció en los pequeños y brillantes ojos de Phaibun.

—Sí, tenemos muy buenos amigos a lo que les gusta jugar. —Se detuvo junto a Waam y a Sienna. Extendió el brazo para retorcer uno de los duros pezones de Sienna y ella gimió como una perra en celo, apoyándose en él.

Una puta de campamento. Maldición, cómo no lo había visto antes.

—Concédeme un minuto a solas con Plan. —Mean clavó la mirada en Phaibun, consciente de quién era el jefe.

—¿Por qué habría de hacer eso? —El ranchero le devolvió la mirada con diversión.

Mean sonrió; era la sonrisa de un hombre seguro de sí mismo y de sus habilidades. Los ojos de Phaibun brillaron ante el desafío.

—¿Acaso no es esto una cacería?

—Sí, y vamos a darte caza. —El ranchero lanzó una carcajada—. Si puedes mantenerte con vida hasta el amanecer, nos apiadaremos de ti y te meteremos una bala en la cabeza. No violaremos a Plan ni haremos que lo presencies si todavía sigues vivo. Así de sencillo. Si te atrapamos antes del amanecer o mueres, Plan se convertirá en nuestro juguete.

Mean asintió con la cabeza sin dejar de sonreír.

—Así que esperas enfrentarte a un gran reto.

—Nos encantan los retos —se rio Sunan con satisfacción.

—Concédeme un minuto a solas con él y tendrás tu reto. — Su voz era cada vez más baja, permitiendo que el monstruo que moraba en su interior cobrara vida.

Sienna se estremeció como si no pudiera contener el deseo.

—Si lo atrapáis antes del amanecer, ¿podré violarlo yo primero?

Sunan clavó la vista en ella como un hombre que mira a su mascota favorita.

—Lo reservaremos para ti —le prometió antes de centrarse en Mean—. Crees que puedes ser un reto, ¿verdad?

Mean arqueó una ceja.

—Jamás me atraparás.

Sunan sonrió ampliamente.

—No eres el primer hombre que lo dice.

—Yo no soy cualquier hombre. —Él ya era un hombre muerto, y sabía quién lo iba a acompañar al infierno aquella noche.

La cara oculta del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora