Capítulo 48

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No le habían llevado muy lejos del cañón para comenzar la cacería. Los miembros de la milicia estaban enmascarados y le habían traído a un compañero de penurias. Todo un detalle por su parte. 

No cabía duda que Talay Potiwihok había conocido días mejores. Tenía la cara hinchada y un torniquete en la pierna. Maldición, tendría que encargarse de eso antes de regresar a la caverna. 

—¿Puedes moverte? —le preguntó al otro hombre cuando estaban en medio de un pequeño valle. 

Mean miró a su alrededor. El valle estaba dividido en dos por un riachuelo seco y varias cañadas. Aún no había visto a los demás miembros del equipo, pero era lo más lógico, ya que la milicia utilizaba gafas de visión nocturna. 

El área estaba cubierta por álamos y pinos que crecían de manera estratégica, muy juntos en unas zonas, y separados en otras. 

—No mucho —dijo Talay moviendo la pierna buena—. Suelen cazar a más de uno. Les gusta que el primero muera rápidamente y que el otro represente un desafío. Supongo que a mí me matarán primero. 

Sin embargo, no parecía resignarse. Sus ojos color avellana brillaban de ira. 

—Te daré un consejo —masculló Mean en voz baja—. Deshazte de la cólera. Usa la cabeza y vigila la espalda. 

Talay negó con la cabeza. 

—Seremos blancos fáciles aquí fuera. 

Mean guardó silencio y observó cómo otros vehículos se acercaban a ellos. Había una docena de todoterrenos y más del doble de hombres. No eran demasiados. Parecía que sólo habían dejado participar a aquellos en quienes confiaban. 

—¿Tienes un plan? —Talay hizo una mueca cuando Mean se agachó y comprobó el torniquete.

 —Siempre tengo un plan. 

—¿Y vas a contármelo? 

Mean gruñó. No podía permitirse confiar en un agente desconocido, no con la vida de Plan en juego. 

—Sube la cañada y avanza hacia el norte. —Alguien del equipo llegaría hasta él y se ocuparía de que estuviera a salvo—. Puede que así sobrevivas. 

El agente lo miró con incredulidad. 

—Me estás tomando el pelo, ¿verdad? 

Mean le devolvió la mirada con frialdad. 

—¿Tengo pinta de estar bromeando? 

—Santo Dios. —Talay se pasó las manos por el pelo—. Está bien. Haré lo que tú dices. 

—No te detengas en ningún momento. Esa cañada da a otra que termina en la carretera principal. Si no te cogen antes, puede que salgas vivo de ésta. 

La unidad le dejaría pasar y se encargarían de ayudarlo. Mean había visto que la maleza que crecía al borde de la cañada se agitaba con demasiada fuerza para el viento que soplaba en el valle.  

Un indicio más de que la unidad de Operaciones Especiales se dirigía hacia el cañón donde retenían a Plan. 

Mean tenía intención de regresar allí de inmediato. Dejaría que aquellos bastardos pensaran que Talay y él iban a facilitarles las cosas. La unidad jugaría con ellos mientras Mean volvía a por Plan y lo sacaba de allí. En cuanto él estuviera a salvo, Mean se dedicaría a cazar en serio. 

—Parece que ya han llegado todos. —La voz de Talay tenía un tono resignado, pero ahora vibraba con determinación. 

Era joven, la presa menor. Mean saludó con la cabeza a Sunan Phaibun cuando salió del todoterreno con los ojos cubiertos con unas gafas de visión nocturna. Tecnología para principiantes, pensó Mean burlonamente. 

La cara oculta del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora