Capítulo 29

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¿Qué le estaba haciendo? Había algunos aspectos de Mean que no parecían propios del marido que Plan recordaba, que liberaban partes de Plan que Tin jamás había poseído. Igual que Mean revelaba partes de sí mismo que el joven no había conocido durante su matrimonio.

Plan se arqueó cuando las manos de Mean se enredaron en su pelo, tirando de él suavemente, haciéndole alzar la barbilla, dejando su cuello expuesto y a disposición de los labios de Mean que fue repartiendo besos hambrientos y pequeños mordiscos por toda su extensión hasta llegar a sus pezones.

Tin siempre había sido un amante minucioso, pero en aquel momento, era casi como si el deseo que sentía le hiciera estar furioso con todo.

Plan siempre había tenido los pezones muy sensibles. En ese momento eran brotes duros y dolorosos. Los labios de Mean y su lengua los acariciaban, mientras con una mano mantenía su cabeza inclinada hacia atrás y con la otra aferraba su cintura impidiendo que se alejara de él.

Plan se arqueó, se retorció e intentó acercarse más a aquella lengua diabólica que con cada movimiento provocaba relámpagos de placer que le desgarraban el vientre.

Estaba tan caliente. Tan desesperado por Mean. Lo necesitaba tanto que los gemidos que salían de sus labios se convirtieron en súplicas, en gritos de implorante necesidad.

—Te gusta lo que te hago. —-La confianza y el placer llenaban la ronca voz de Mean cuando atrapó entre sus labios un duro pezón.

—Lo odio —jadeó Plan, sabiendo que era mentira.

Mean se rio entre dientes y, por un momento, Plan retrocedió en el tiempo. Aquella risa ahogada, ronca y aterciopelada, era un sonido del pasado y casi lo hizo alcanzar el orgasmo.

—Apuesto lo que quieras a que si ahora deslizara la lengua por tu polla, te vendrías. —susurró—. Quiero saborear tu necesidad.

A pesar de su dureza, la voz de Mean estaba impresa de una extraña ternura. Plan se estremeció ante el sonido y sintió que su miembro se endurecía todavía más, empezando a gotear presemen.

—Cuando llegue ahí abajo, tus rizos van a estar mojados, ¿verdad, Rathavit?

Plan le brindó una sonrisa.

—Tendría que tener rizos para eso, Mean.

él se quedó paralizado y le brillaron los ojos. Su rostro se contrajo con tanto deseo y lujuria, que al verlo Plan sintió un duro estremecimiento en el vientre.

Oh, sí. Su Tin adoraba que estuviera depilado. Le había encantado lamer y morder su miembro y sus bolas libres de vello, acariciarlos, besarlos.

La respiración de Mean se hizo más áspera, y apretó los clientes.

—¿Estás depilado? —Los músculos de su pecho y de los brazos se tensaron e hincharon.

—Totalmente, Mean. —Plan esbozó una sonrisa lenta y provocativa—. Estoy todo suave y sedoso. Sin rastro de vello.

Mean dio un respingo, como si le hubieran dado un latigazo.

Se llevó una mano a los vaqueros, aflojó el cinturón y se los bajó casi desgarrándolos. Inclinó la cabeza otra vez sobre los pezones de Plan y él casi gritó cuando sus labios le cubrieron el pezón. Mean se estaba acariciando a sí mismo. Plan lo sabía y quiso tocarlo. Pero los labios masculinos lo estaban consumiendo, provocándole un placer tan intenso que enviaron brutales ramalazos de placer a su vientre, a su sexo, hasta que explotó.

No fue un simple orgasmo. Sino un torrente de ardiente éxtasis que detonó en su vientre y le hizo alzar las caderas buscando el contacto con la piel de Mean. Plan gritó, estremeciéndose y retorciéndose de placer mientras Mean seguía lamiéndole el pezón con la lengua y emitía un gemido desde lo más profundo del pecho.

La cara oculta del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora