El lunes por la mañana tenían más información. Después de que Mean recibiera otra llamada de su tío, el equipo fue convocado al apartamento de encima del taller antes del amanecer. Mew les había enviado unas fotografías desde el portátil que Thawit utilizaba desde su lugar de vigilancia en el rancho, así como otras imágenes obtenidas por un satélite comercial que Gulf había conseguido piratear durante la noche.
Definitivamente, algo estaba sucediendo en el rancho Phaibun.
—Allí se encuentran el juez Kamon Iamotat y el marshal Kevin Ratree Mongkhon. —Mew señalaba la foto que Thawit había tomado de la casa de rancho de Phaibun—. Además de varios propietarios de ranchos vecinos. —Otras fotografías aparecieron en la pantalla.
Mean no se permitió sentirse aliviado al ver que Suchart Medthanan no estaba entre los sospechosos. Había terminado con el hombre que le había dado la vida.
—También tenemos esto.
«Esto» era una foto de una furgoneta negra aparcada en la parte trasera de la casa. Un hombre estaba siendo arrastrado desde el vehículo por dos vaqueros. Tenía la cara cubierta por una tela negra y las manos atadas.
—Es Talay Potiwihok —dijo Mean—. Nuestro mecánico desaparecido.
—Mejor di nuestro agente del FBI desaparecido —resopló Mew—. Se infiltró en los estratos más bajos de la milicia y ha ido subiendo de rango. Lleva en esta zona más de seis años. Hasta ahora había pasado desapercibido, trabajando en algunos ranchos. Su tapadera fue descubierta hace dos días y nadie sabe cómo. Hay un topo o aquí o en Washington, y no sabemos quién es. Es como una plaga y está empezando a cabrearme.
La expresión de Mew era brutal.
—Cuatro agentes del FBI caídos, todos con identidades secretas totalmente diferentes —masculló Singto Prachaya, mirando al resto del equipo con ojos duros—. Eso no es un topo, es un espía en toda regla.
Mean le dirigió al otro hombre una mirada de curiosidad.
Prachaya, vestido con pantalones de camuflaje y una camiseta de color verde oliva, se inclinó hacia adelante y señaló las fotos de los cuatro agentes.
—Una estudiante universitaria, un vendedor de coches, el farmacéutico y un mecánico. Esas eran sus tapaderas. Todos trabajaban en campos diferentes, que no se relacionaban entre sí, y que les permitían estar en contacto con mucha gente. No sé vosotros, pero yo puedo oler a un agente, extranjero o no, a distancia. El mecánico era bastante bueno. —Señaló a Mean—. Pero todos sospechamos de él. Tenía ese aire que sólo otro agente o un ojo entrenado podía reconocer. —Ladeó la cabeza agitando su pelo color castaño claro y miró fijamente las fotos—. ¿Seguro que el sheriff está limpio?
—Sí. Sabemos que no es él —afirmó Mew.
—Entonces tiene que ser otra persona de su entorno. Un agente del cuerpo de policía, un ayudante u otro agente de la ley con el entrenamiento necesario para identificar a otros agentes. Ya sabéis que es necesario tener un sexto sentido para ello. Sun Gaikwad tiene ese sexto sentido. Sé que es así porque cada vez que ese malnacido nos ve nos atraviesa con la mirada, como si intentara resolver un puzzle.
Mean se frotó la barbilla, se levantó del sofá y empezó a pasearse de un lado a otro de la habitación.
—Si Gaikwad está limpio, ¿quién queda? —Se volvió hacia sus compañeros pero nadie le respondió—. Tiene que ser alguien de aquí. Alguien que tenga contacto con esos agentes aquí o en Houston.
—Es como buscar una aguja en un pajar —dijo Nik antes de mirar a Mew—. ¿Rescataremos a Talay Potiwihok? —La anticipación inundaba la cara del ruso.
—Por ahora, nos limitaremos a observar. —La expresión de Mew parecía serena, pero sus ojos seguían siendo duros—. Ellos no sólo matan; cazan. Veamos si lo sacan para cazarlo.
Mean se tensó al pensar en los duros meses de entrenamiento. Había practicado para ser cazado. Todos lo habían hecho. Habían jugado intrincados juegos de fuga y evasión, trabajando codo con codo para dar la ilusión de un único blanco mientras esquivaban a los SEAL's que intentaban cazarlos. No había sido fácil vencer al equipo de SEAL's de Earth Pirapat. Su tasa de éxito con aquellos hombres no era precisamente brillante.
Pero Sunan Phaibun y sus amigos no estaban entrenados y tampoco eran SEAL's.
—Permaneced alerta. —Mew comenzó a recoger su equipo y a meterlo en el maletín de piel que había llevado—. Cuando trasladen a Potiwihok, iremos a por ellos.
Mean cruzó los brazos sobre el pecho y se paseó por la cocina sin dejar de pensar en todas las posibilidades. No podía quitarse de la cabeza que algo no encajaba.
—¿Estás seguro de que Gaikwadn está limpio? —volvió a preguntarle a Mew.
—Tan seguro como puedo estarlo —masculló su tío—. Tenemos su oficina llena de micros ocultos y Gulf ha revisado las cintas. Ese hombre se está dejando la piel tratando de resolver esto. Es consciente de que alguien, en alguna parte, filtra información. Pero no sabe de dónde proviene la fuga.
—Es alguien cercano —gruñó Mean—. Alguien tan insignificante que lo hemos pasado por alto. Alguien que ha estado en contacto con el mecánico.
—Si lo averiguas, pasaremos a la acción. —Mew se encogió de hombros—. Hasta entonces, todo lo que podemos hacer es arreglárnoslas con lo que tenemos.
Mew echó un vistazo fuera, a los débiles rayos de sol que atravesaban la oscuridad.
—Será mejor que nos larguemos y que ocupemos de nuevo nuestras posiciones.
Lo último que necesitaban era salir todos del apartamento a la vez. Mientras Mew, Singto y Mile salían por el taller, Mean se quedó con Nik.
El ruso se dejó caer de nuevo en la silla. Entrecerró sus ojos helados y siguió con la vista a Mean, que no dejaba de pasearse de un lado a otro.
—Lo presientes, ¿verdad? —gruñó Nik—. Toda esta mierda va a estallar.
Mean respiró hondo.
—Sí. Y no tardará mucho. ¿Tienes todo a punto?
Nik asintió con la cabeza. Tenían un plan. Habían colocado equipos y armas en algunas posiciones estratégicas en las montañas donde sabían que transcurrían las cacerías.
Ambos llevaban rastreadores desactivados en las hebillas de los pantalones y unas lentillas de visión nocturna de última tecnología. Aquel juguete en particular aún no había sido utilizado por el ejército durante los tres años que habían estado investigando.
—¿Y tu marido? —preguntó Nik.
Mean le lanzó una mirada de soslayo.
—Le tengo cubierto.
Kasem era todo el respaldo que tenía, pero Nik no tenía por qué saberlo.
El agente ruso esbozó una sonrisa ante la respuesta de su amigo, pero asintió con la cabeza mientras se levantaba de la silla. Mean se acercó a la puerta del apartamento, salió y comprobó el lugar antes de bajar las escaleras y dirigirse a la casa de la colina.
La luz de la cocina estaba encendida. Plan habría preparado café. Cuando entró por la puerta trasera, el pasado inundó a Mean como una marea devastadora, arrastrándolo todo a su paso excepto los recuerdos.
Plan, vestido sólo con una bata, estaba haciendo tortitas. El tocino se freía en la sartén. Los huevos ya estaban dispuestos en la encimera y la sonrisa de Plan era todavía soñolienta cuando le miró.
Estaba increíblemente atractivo con su pelo despeinada mientras preparaba el desayuno. Lo había visto tantas veces de aquella misma manera durante los años que había vivido con él... Dios, ese hombre poseía su alma.
—Ya te has duchado. —Le hizo un mohín—. Supongo que eso significa que te vas a trabajar.
Mean permitió que una sonrisa le curvara los labios al acercarse a la encimera. Apagó el fogón, se aflojó el cinturón de los pantalones y se giró hacia Plan, quitándole el tazón de harina de la mano.
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La cara oculta del deseo
FanficSeis años después de recibir la desgarradora noticia de que Tin Medthanan, el hombre al que ama desesperadamente, jamás regresará de su última misión, Plan todavía llora la muerte de su marido. Sin embargo, Tin sigue vivo a pesar de haber sufrido lo...