Capítulo 39

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Esa tarde, Plan bajó andando a trabajar. Vestido con unos vaqueros y una de las camisas viejas de trabajo de Tin sobre una camiseta sin mangas, entró al taller y cogió del mostrador la lista de trabajos pendientes de los mecánicos.

Buscó a Mean con la mirada y lo encontró inclinado bajo el capó de un sedán antiguo. No estaba tan interesado en el motor como lo estaba en los vehículos que entraban en la gasolinera y las personas que se pasaban por la tienda de suministros.

Kasem se encargaba del surtidor, riéndose y charlando mientras echaba gasolina. Y Duen estaba haciendo caja en la tienda.

Finalmente, llegó la noticia del arresto de Surat Nitibhon, acusado de los horribles asesinatos de un joven matrimonio inmigrante. Se había comprobado que el ADN hallado en su todoterreno coincidía con el del marido. Según las noticias que estaban emitiendo en la radio, Nitibhon habría tenido que atropellar a la víctima varias veces para que las pruebas físicas hubieran quedado alojadas allí donde se encontraron.

El arresto se había producido gracias a una llamada anónima. Un excursionista que había estado en la zona reconoció el todoterreno y a Nitibhon como el hombre que había atropellado a la joven pareja.

El sheriff, Sun Gaikwad, había cursado la denuncia, los agentes federales habían registrado la casa de Surat y, al cabo de unas horas, encontraron las pruebas.

Mean se volvió para mirar a Plan y entrecerró los ojos mientras Plan oía las noticias. El joven sabía muy bien quién había encontrado las pruebas al revisar el todoterreno de Nitibhon.

Plan respiró hondo antes de pasear la mirada por el taller y darse cuenta de que uno de los mecánicos no estaba. Talay Potiwihok no era muy hablador, pero jamás había faltado un día al trabajo.

Se acercó a Mean con discreción y le preguntó:

—¿Dónde está Talay?

—Aún no lo sé —respondió Mean en voz baja.

Plan se acercó todavía más.

—Fue él quien se encargó del todoterreno de Nitibhon, ¿verdad?

—Sí. —Mean asintió con la cabeza antes de inclinarse bajo el capó para comprobar una de las conexiones. —¿Lo habéis llamado? —susurró.

—Sí. Lo hizo Duen, aunque no obtuvo respuesta. —La voz de Mean era todavía más baja que la de Plan—. Ve a trabajar, Plan. No andes haciendo preguntas y no te preocupes.

Mean levantó la mirada del capó al oír que otro vehículo entraba en la gasolinera.

Plan miró a su alrededor e hizo una mueca ante el creciente gentío. El taller de Tin siempre había sido el lugar ideal para enterarse de todo lo que ocurría. Estaba en las afueras del pueblo, pero el aparcamiento era lo suficientemente grande para que los clientes no tuvieran que preocuparse por el espacio ni por cuánto tiempo se quedaban. Algunos ancianos permanecían de pie en la puerta de la tienda de suministros con un café en la mano mientras intercambiaban rumores, y otros clientes se reunían en otras zonas para hacer lo mismo.

—Quédate donde pueda verte —le masculló Mean a Plan, lanzándole una dura mirada—. Todo el tiempo.

Plan asintió con la cabeza antes de regresar al coche deportivo que estaba arreglando.

Mean observó a la gente, tomando buena nota de los trozos de conversación que podía escuchar.

A Nitibhon le gustaba correr con otros hombres, nombres que no habían salido en la investigación, pero que la unidad investigaría ahora.

También les habían llegado informes de las pruebas halladas en la casa de Nitibhon, vía Mew y Gulf. De hecho, había un marshal interfiriendo en la investigación. Un hombre conocido por su amistad con Sunan Phaibun. Mew lo estaba investigando también.

La cara oculta del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora