Capítulo 36

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Levantó la cabeza cuando se detuvieron delante de la casa y esperó a que Mean le ayudara a desmontar de la Harley antes de hacerlo él mismo.

—¿Dónde tienes la llave?

«Su marido».

Tin siempre se había asegurado de comprobar su pequeño apartamento cada vez que lo acompañaba a casa. Después, cuando se casaron, se convirtió en una costumbre. Siempre había sido muy protector con él.

Plan le dio la llave y observó cómo abría la puerta y entraba con cautela en la casa antes de devolvérsela. Plan también entró y esperó en la salita mientras Mean inspeccionaba las habitaciones.

Se envolvió aún más en la cazadora de Mean, aspirando su olor, y volvió a prometerse a sí mismo que no habría más lágrimas.

¿Se mantendría firme en su cólera o le daría una noche más? ¿Cuántas noches más podría robarle antes de que se fuera? Porque la próxima vez que lo dejara... Plan echó una mirada alrededor. La próxima vez que se fuera, Plan sabía exactamente lo que iba a hacer.

Era la única manera de sobrevivir.

Plan siguió sin moverse de la salita, con la mirada clavada en la repisa de la chimenea, en las fotos. Su foto de bodas. Sus caras sonrientes, los feroces ojos dominando el retrato. La piel oscura de Tin contra la suya más clara, y la expresión tranquila y confiada.

Se acercó a esa foto en concreto sin dejar de dar vueltas a la alianza que llevaba en el dedo anular de la mano izquierda. No era viudo. Seguía estando casado. Siempre sería el marido de Tin sin importar el nombre que usara. ¿No era patético? No era de extrañar que Tin no hubiera querido volver a casa. Había tenido un marido que no suponía ningún reto. Un marido que sólo sabía amarle.

Mean entró en el dormitorio, comprobó los armarios que aún contenían sus ropas y el enorme cuarto de baño que Plan y él habían diseñado

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Mean entró en el dormitorio, comprobó los armarios que aún contenían sus ropas y el enorme cuarto de baño que Plan y él habían diseñado.

Cuando regresó al dormitorio se detuvo frente a la mesilla y se quedó mirando la fotografía de ellos dos juntos.

Sienna les había sacado esa foto poco después de su boda. En ella, Mean acariciaba la mejilla de Plan y la ancha alianza de oro brillaba en su dedo.

Metió la mano en el bolsillo de los vaqueros, sacó el anillo y lo hizo rodar entre sus dedos mirándolo fijamente. Ya no era nuevo, pero todavía era brillante y cálido al tacto.

Lo sostuvo durante unos segundos y luego se lo puso en el dedo. Cerró el puño con una mueca furiosa retorciendo sus labios y contuvo a duras penas la imperiosa necesidad de contarle todo a Plan. De poseerlo. De ser el hombre por el que Plan lloraba. El hombre que amaba. Pero el hombre que había surgido de los fuegos del infierno era muy distinto a Tin. Y la vida que llevaba ahora, después de incorporarse a la unidad de Operaciones Especiales, no era la vida que el joven querría vivir. Una vida a la que Mean no podía renunciar. Tin Medthanan sí podría haber dejado los SEAL's, pero si Mean Phiravich intentaba dejar la unidad de Operaciones Especiales, sencillamente desaparecería y jamás volvería a saberse de él.

La cara oculta del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora