Capítulo 33

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Mile había hecho fotos. Se había pasado las noches anteriores observando varias cacerías nocturnas, gracias a Dios, sin presa. Pero había sacado fotos bastante claras y en una de ellas se veía el todoterreno de Surat Nitibhon. 

—Gun y Gulf tienen otras con algunos vehículos aún sin identificar —seguía explicando Mew una hora después. 

Mean levantó la vista de las fotos para mirar a su tío. 

—Ya sabéis que Gulf se encargará de las comunicaciones y la logística. — Mew señaló con la cabeza al chico que se apoyaba contra el marco de la puerta. Tenía los brazos cruzados sobre la camiseta y las piernas, enfundadas en unos vaqueros, enlazadas a la altura de los tobillos. 

—¿Qué ha sucedido? —preguntó entonces Mean—. ¿El heredero perdido ha decidido quedarse?

Gulf curvó los labios con diversión. 

—Jamás reclamé ningún dinero y mi nombre fue borrado de los informes de la misión en la que Kaownah Kittipat murió. Su herencia sirvió para cubrir las deudas y asegurar el futuro del joven que tenía bajo su tutela. 

No quería que todos supieran que era hijo de un terrorista y tratante de blancas, tan miserable y peligroso, que hasta un señor de la droga había pedido protección para identificarlo. 

Llevaba el pelo recogido en una coleta y observaba la sala de reuniones con una mirada de cinismo en sus ojos. 

—También hemos averiguado que ha aparecido un recién nacido en la casa del ama de llaves de Sunan Phaibun. —Mew se centró en el dossier—. Una de las parejas de inmigrantes secuestradas tenía un hijo. Un bebé de sólo unos meses. El cuerpo de ese niño jamás apareció. El ADN encontrado en los bajos del todoterreno de Nitibhon coincidía con el del padre, pero no con el de la madre. 

—¿Podrán los federales imputarle ambas muertes? —intervino Mile con el rostro rígido y los ojos brillantes como hielo negro. 

—Lo están intentando —respondió Mew—. Los federales y la policía del estado se presentarán mañana en el rancho de Sunan Phaibun. El sheriff Gaikwad no se enterará de la orden de arresto hasta que llegue el FBI. Los agentes estarán preparados para atrapar a Nitibhon si intenta escapar o deshacerse del todoterreno. Hemos apostado por un secretismo absoluto y hay muchas probabilidades de que podamos intervenir las llamadas de ese maldito rancho. 

—¿Cuál será el motivo del arresto? —preguntó Mean. 

—Un aviso anónimo. —Mew esbozó una sonrisa burlona—. Parece ser que un excursionista solitario vio el todoterreno de Nitibhon persiguiendo a alguien por el valle una noche. 

Mean inclinó la cabeza. Era absolutamente necesario mantener al taller fuera de sospecha. 

—Hemos puesto a Mile tras la hija del propietario del banco que dirige Waam Kasemsuk. Wora Promsiri trabaja allí y se encarga de las cuentas de Kasemsuk. —Señaló al australiano con la cabeza.

Singto Prachaya le dirigió a Mew una mirada sarcástica antes de hablar. 

—Wora parece pensar que hay unas cuantas incongruencias en algunas de las cuentas de mayor saldo. Al parecer puede deberse a que varias de las cuentas corporativas que maneja Kasemsuk podrían haber sido utilizadas para blanquear grandes cantidades de dinero. 

—¿Y cómo es que te lo ha contado? —preguntó Mean—. Conozco a Wora, y no es propensa a hablar sobre temas del trabajo. 

Singto hizo una mueca burlona. 

—Y no lo ha hecho. Pero lleva un diario muy detallado que algún día acabará metiéndola en problemas si no tiene cuidado. 

Mean negó con la cabeza. Debería haberlo imaginado. 

La cara oculta del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora