Capítulo 2

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La pequeña cabaña, asentada en medio de los terrenos del rancho Rocking M, estaba deteriorada por el tiempo, pero seguía siendo acogedora y familiar a pesar de la oscuridad que reinaba en aquella noche inhóspita.

Mean se movió entre las sombras como un fantasma. Saltó sobre la pequeña cerca de hierro forjado y se detuvo ante la tumba de su abuela.

<<Malee Medthanan. Go síoraí>>. Para siempre. Ésas eran las únicas palabras grabadas en la lápida de granito. Su abuelo se había encargado de cincelarlas él mismo.

Arrodillándose en la tumba, Mean alargó el brazo izquierdo y tocó la piedra a la vez que inclinaba la cabeza. Su abuelo siempre había rendido homenaje a su abuela de aquella manera y todos sus hijos, excepto Suchart Medthanan, habían seguido su ejemplo. Mean se preguntó si su hermano Kasem también lo haría.

Levantó la cabeza y volvió la mirada hacia la cabaña. Sólo era una silueta entre las sombras, pero sabía que su hermanastro estaba allí.

Volvió a mirar la tumba y luego saltó de nuevo la cerca encaminándose hacia la cabaña.

Kasem era rápido y desconfiado. Ese día se había dado cuenta que alguien observaba la cabaña, ya que Mean no había intentado ocultarse.

Se acercó a la cabaña con sigilo. Se camufló entre las sombras, se confundió con ellas  y las utilizó para aproximarse al porche trasero de la casa, donde vio al joven que estaba sentado en el viejo balancín.

Kasem tenía veinticinco años. Era todo un hombre y se parecía mucho a Tin cuando tenía esa edad. Quizá fuera un poco más ancho de hombros y sus músculos estuviesen más marcados, pero no eran tan efectivos.

Permanecía sentado en silencio con el rifle sobre los muslos y el cuerpo en tensión.

-Sé que estás ahí-masculló su hermano-. Si no te he tenido a tiro antes, no te voy a tener ahora. Así que puedes dispararme.- La amargura teñía su voz y se reflejaba en su expresión cuando alzó la cabeza.

Kasem pensaba que él estaba muerto al igual que todos los demás. Y Mean tenía que asegurarse de que nadie sospechara lo contrario. Salvo Kasem. Tin iba a necesitar su ayuda.

Iluminado por la luz de la luna, saltó en silencio sobre la barandilla del porche, arrancó el rifle de las manos de Kasem y lo cogió por el cuello mientras el balancín chocaba contra la pared,

No era un agarre fuerte, sino preventivo. No quería despertar al anciano. No quería agrandar la pena de Kasem, ni su vergüenza.

-No hagas ruido-siseó Mean sobre el rostro bronceado de su hermano-. No he venido a hacerte daño.

La expresión de Kasem era de franca desconfianza; pero lo cierto era que Mean se hubiera sorprendido si hubiera reaccionado de otra manera.

-He venido a darte la oportunidad de conocer todo lo que sé sobre tu hermano-le advirtió Mean con voz queda-. Una oportunidad. Desperdíciala y no volverás a tener otra.

Kasem entrecerró los ojos. Unos llamativos ojos azules, la auténtica mirada Medthanan.

-Mi hermano está muerto-le espetó en voz baja-. ¿Qué podrías contarme tú que mi tío no sepa?

Mean se inclinó sobre él.

-Bràthair, ¿qué quieres saber?-le preguntó antes de enderezarse.

Kasem estaba temblando. La oscura piel irlandesa de su rostro había palidecido mientras miraba la sombra que tenía delante de él.

Mean dio un paso atrás, todavía con el rifle en las manos.

La cara oculta del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora