PRÓLOGO

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PRÓLOGO

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PRÓLOGO

Nueva York

Giro la cabeza a la derecha y fijo la vista en la imagen que me devuelven los espejos de la habitación, a la vez que la inclino un poco para dejar más accesible esa zona del cuello que me encanta que besen, laman y acaricien. De rodillas sobre la cama, y con Mustafá pegado a mi espalda, me quedo embelesada mirando a la pared, donde veo reflejados nuestros cuerpos y me excito más, si cabe, al contemplar las manos de este sobre mis pechos, mientras Pinocho, entre mis piernas, lame con avaricia y gula. Dejo escapar un hondo quejido de placer y me muerdo el labio inferior con fuerza al sentir los dedos de mi mentiroso favorito adentrarse en mi cuerpo con ímpetu y destreza, llevándome al séptimo cielo. Jadeos descontrolados salen de mi garganta al pronunciar su nombre y pedir más. Mucho más. Mustafá se hace eco de mis ruegos y, con parsimonia, recorre mi espina dorsal con la boca: chupando, acariciando y mordiendo cada recoveco de mi espalda. Gimo como una posesa y me retuerzo buscando un mayor contacto con ambos, presionando la cabeza de uno, sobre mis partes nobles, sensibles y húmedas, ávidas de más fricción y acción. Con la mano libre, tanteo a mis espaldas buscando el miembro duro y ansioso de Mustafá que, desde hace rato, rebota sobre mis glúteos, impaciente. Al primer contacto de mis dedos sobre su piel, caliente, echa la cabeza hacia atrás y aprieta los dientes; al segundo, deja escapar el aire retenido en sus pulmones sobre mi nuca y ahoga una exclamación, enredando mi pelo en su muñeca para aproximarme a él de un solo tirón. A partir de ahí todo se descontrola y pierdo la noción del tiempo entre susurros, ruegos, respiraciones agitadas y palabras inconexas; entre caricias, lametones, azotes y penetraciones; entre más jadeos, gemidos y palabrotas de las que suenan mal, pero que nos ponen a mil, haciéndonos gritar cuando los tres culminamos en un orgasmo devastador; dejándonos laxos, resollando y plenamente satisfechos.

—¿Cuándo volveremos a verte? Porque esto hay que repetirlo, ha sido increíble—manifiesta Pinocho caminando hacia el baño.

—Pues no tengo ni idea, chicos. Mañana me voy y no sé cuándo volveré.

—¿Entonces son ciertos los rumores? ¿Te vas a España? —Pregunta Mustafá secándose con una toalla frente a la cama. Asiento con la cabeza—. Pues vamos a echarte mucho de menos, nena.

—Siempre podréis ir a visitarme allí. Es más, espero que algún día lo hagáis.

Poco después, ya duchados y perfectamente vestidos y acicalados, acompaño a ambos hasta la puerta.

—Cuídate mucho, Pocahontas—Pinocho me besa la mano.

—No nos olvides, preciosa.

—No lo haré, chicos—aseguró con una sonrisa cómplice.

—Gracias por esta despedida, ha sido la hostia—cierro la puerta tras ellos tras darles un beso en los labios.

Sí que lo ha sido, sí, pienso mirándome a uno de los tantos espejos que cubren las paredes para colocar bien el antifaz. De hecho, si llego a saber que iba a disfrutar así de un menage a trois, no hubiera esperado tanto para hacerlo. Qué razón tenía la mosquita muerta de mi querida Olivia, sólo era cuestión de relajarse y disfrutar. Y eso había hecho, relajarme y disfrutar de mi última noche en el Lust de la mano de aquellos dos tiarrones que tan buenos momentos me habían regalado, por separado, en los últimos cuatro años y medio.

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