Capítulo 33

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Abro los ojos lentamente y los vuelvo a cerrar porque no quiero despertarme, aún no; he tenido un sueño maravilloso en el que Theodore, al fin, me hacía el amor a la vez que me susurraba palabras maravillosas e increíbles; haciéndome entender a qué se refería la tarde anterior cuando hablamos de ello; eso de que nuestras partes y sentimientos se fusionaran siendo uno solo; fue tan bonito... Tan mágico... Tan apasionado... Sonrío y suspiro.

—Buenos días, Charlatana, ¿has dormido bien?

Abro los ojos de golpe al sentir su aliento en mi nuca. ¡Madre mía! ¿No ha sido un sueño? Me giro lentamente y, ahí está, bocarriba, con un brazo por debajo de su cabeza y mirándome risueño.

—Pareces un poco sorprendida de verme aquí—susurra guasón.

¿Un poco sorprendida? ¿Un poco? Un mucho querrá decir; coño, que nos estamos rozando y no acabo de creérmelo. Puede que sea porque es la primera vez, después de acostarnos, que se despierta a mi lado en la cama. En ninguno de nuestros encuentros hemos dormido juntos; no, ni una sola vez. ¿Cómo no voy a estar sorprendida?

—¿Tan feo estoy por las mañanas que te he dejado muda? —se burla.

¿Feo? ¿En serio? ¿Feo? Con esa cara relajada... Esa sonrisa pícara dibujando esa boca tan sensual... Esos ojillos chispeantes y complacidos... Esa piel morena, tersa y... Joder, si está para empezar a comerlo por la cabeza y terminar en los pies. ¿Cómo se puede estar tan apetecible a una hora tan temprana y con legañas? Automáticamente me paso la mano por los ojos, para quitar las mías con disimulo y, de paso, también me limpio la boca, por si tengo babas resecas o frescas, en la comisura de ésta.

—Oye, en serio, estás empezando a asustarme... ¿Te encuentras bien?

Se pone de costado, apoya el codo en la almohada, la cabeza en una mano, y me contempla divertido.

—Es que... Bueno...—carraspeo—. No estoy acostumbrada a esto, quiero decir, a despertarme acompañada. Hace mucho tiempo que no duermo con nadie.

—Dormir, dormir, hemos dormido poco, la verdad.

—Tú ya me entiendes...

—Por si sirve de algo, para mí es la primera vez.

—¡Anda ya! —exclamo incrédula.

—Lo digo totalmente en serio. Jamás me he despertado en la cama de nadie, ni siquiera en la de una amiga—nuestras miradas se encuentran—. Rebeca, esto es nuevo para mí y no me arrepiento de ello, ya te lo dije anoche, me gustas muchísimo y...

—Sí, vale, te creo—lo interrumpo poniéndome a la defensiva—. No es necesario empezar con ese tema otra vez.

—¿Por qué te cuesta tanto reconocer lo que sientes por mí? —sale de la cama y recoge su ropa esparcida por el suelo—. No lo entiendo, de verdad que no.

«Porque, aunque me gustaría creerte con los ojos cerrados, existe una apuesta que me hace dudar, continuamente, por eso no me abro a ti», pienso cansada de esta pantomima.

—Tampoco yo entiendo a qué viene tanta insistencia con eso.

—¿No? —me interrumpe él—. Pues creía haberlo dejado claro, pero te lo volveré a explicar—el colchón se hundo en el lateral por el peso de su rodilla—. Viene a que, si te digo lo que siento, lo que provocas en mí y lo embobado que me tienes, me gustaría saber que soy correspondido porque si no, nada tiene sentido.

—Estoy aquí, ¿no? ¿Eso no te dice nada?

—Sí, pero no es suficiente, quiero oírtelo decir.

—Bueno, pues a lo mejor no estoy preparada para hacerlo—espeto, molesta.

Aposté por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora