He dormido como un lirón, y eso que un principio pensé que me costaría coger el sueño debido al enorme calentón que traía, pero, por lo que se ve, lo de las duchas frías no son una leyenda urbana, funcionan de verdad, lo juro. Aunque no niego que, si la noche hubiera terminado de otra manera, probablemente, las horas de sueño hubieran sido menos, pero, sin duda, más reparadoras porque no debe de ser muy bueno eso de quedarse con las ganas. Aun no entiendo muy bien que ninguno de los dos, dado nuestro historial estando juntos, no diéramos ese paso que nos llevara a culminar el deseo que encendimos con los largos preliminares, porque, apetecer, ¡vaya qué si nos apetecía! En fin, otra vez será.
Me levanto, desayuno, me aseo, me visto, me maquillo y hago la cama, por ese orden. Compruebo en el teléfono que no tengo ni llamadas ni mensajes y, con un firme propósito en mente, salgo de casa. Cierro la puerta, miro el reloj y sonrío pensando en que sé de uno al que se le van a encoger las pelotas en cuanto me vea entrar en su despacho. Sí, hoy es el día en el que Luis me aclarará muchas cosas. O eso espero.
La primera en verme es Mila y, deduzco, por su cara, que sabe que ha llegado el momento de esa conversación pendiente con nuestro compañero.
—Buenos días—la saludo—, ¿ya ha llegado? —pregunto indicando con la cabeza hacia la puerta del despacho de Luis.
—Sí, hace diez minutos.
—Pues vamos a allá.
—No seas muy dura con él, por favor—implora.
—No puedo prometerte nada.
Camino los pocos pasos que me separan de su puerta y llamo a ésta. Sin esperar respuesta la abro.
—Luis, tú y yo tenemos una conversación pendiente, ven a mí despacho, por favor—su cara me confirma que tiene las pelotas bien adentro.
—¿Ahora? —inquiere inseguro.
—¿Tú qué crees? —sin esperar su contestación doy media vuelta y salgo. Él me sigue dos segundos después.
Me doy cuenta de que Mila contiene una sonrisa cuando pasamos junto a su mesa y, ese gesto, me hace sonreír un poco a mí también y le guiño un ojo para que esté tranquila.
—Ya que vas a pasar parte de la mañana aquí, ponte cómodo—le sugiero con voz fría y distante. La arpía que hay en mí no puede evitar asustarlo un poco.
¿Debería sentirme mal por disfrutar de este momento en el que, como en otra ocasión dijo Mila, su cara es un poema? Bueno, en realidad no sé muy bien que significa esa expresión porque, si te gusta la poesía, supongo que ver a alguien con cara de poema debe de ser bueno, ¿no? Igual es que está pensando en lo que me va a contar, o no sé, da igual. El caso es que tiene esa cara y a mí, para que vamos a engañarnos, me complace verlo así, acojonado.
—¿Tienes pensado hablar en algún momento o vas a quedarte ahí mirándome todo el tiempo?
—Verás—carraspea para aclararse la voz—. Esto... Bueno... Eh... Joder, Rebeca, no sé por dónde empezar.
—Te sugiero que por el principio—mi voz sigue siendo distante.
—¿Qué quieres saber? —que me haga esa pregunta me crispa.
—Cuál es la raíz cuadras de dos millones ochocientos mil, te aseguro que no—lo miro sin pestañear—. Déjate de marear la perdiz y desembucha de una maldita vez, ¿quieres? —traga saliva y asiente—. ¿De qué conoces a Lord James?
—Ya te lo dije...
—Refréscame la memoria.
—Como ya sabes, tu hermano y Daniel me contrataron cuando el Lust aquí en la isla sólo era un proyecto con la intención de que, de alguna manera, yo los representara y ellos no tuvieran que viajar asiduamente. Hace unos cuatro meses, Oliver me llamó pidiéndome que fuera yo en su lugar a la reunión de la convención de Londres y así lo hice. A la primera persona que conocí allí fue a Arthur Preston y él me presentó a lord James.
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Aposté por mí
RomanceJoven, guapa y sexi; impulsiva, divertida y sin pelos en la lengua; positiva, pase lo que pase, siempre ve el vaso medio lleno y no hay nada que le quite el sueño. Sus amigas, Olivia y Sheila, dicen que es una cotilla, una celestina y que se aprovec...