CAPÍTULO 12

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Tengo la sensación de que cuanto más lento quiero que pase el tiempo, éste, por llevarme la contraria, vuela. Lo digo porque ya es sábado y, mientras observo mi imagen en el espejo, ya casi he terminado de arreglarme para mi supuesta presentación en sociedad, y repasando mentalmente la cantidad de trabajo que aún queda por hacer para la inauguración del Lust, me doy cuenta de que a mis días les faltan horas. Muchas horas, para ser exactos. Hay tantas cosas por hacer... Afortunadamente, tengo a mi lado a dos personas que se desloman día a día para ayudarme y que todo salga a la perfección y, cada tarde, al irnos cada uno a nuestras respectivas casas, les hago saber lo agradecida que estoy porque formen parte de mi equipo y de la empresa.

Mila es una mujer inquieta, a veces creo que hiperactiva; nunca esta parada o relajada, para ella ese es un lujo que no se puede permitir porque, como bien dije antes, hay mucho por hacer. Habla mucho, demasiado; a veces me vuelve loca porque pasa de una cosa a otra y me cuesta seguirla. Es muy metódica, perfeccionista y maniática. No ha habido un solo día, desde que se confirmó que el club abriría sus puertas esta semana que viene, que no me haya puesto nerviosa con sus idas y venidas y sus constantes dudas; aun así, la admiro y la respeto por su gran profesionalidad y, no tengo ninguna duda de que, con el tiempo, llegaremos a ser grandes amigas. Ella ha sido la encargada de contratar al servicio de catering y también el de la decoración. Según sus palabras, «los mejores».

Luis es decidido y pragmático. Al contrario que Mila, él nunca tiene dudas y va directo al grano, al menos en lo que a trabajo se refiere, porque lo que es conmigo, en temas personales, y con las que me ha liado, como que se ha hecho bastante el loco, la verdad; aun así, no se lo tengo en cuanta porque, en realidad, es un buen tío y un trabajador imparable y concienzudo, al que también respeto y admiro. Él se ha encargado, hasta ahora, de asegurarse de que todos los temas legales del club: licencias de apertura, de música, y demás, estén en regla; y, por supuesto, de anuncios en radio y prensa, así como también de publicar en la página de sociedad y festejos, en internet, nuestro gran evento. Ah, por cierto, y creo que entre él y Mila hay algo más que simple amistad. Lo imaginé el día que llegué y los vi juntos por primera vez, pero, ahora, y tras la fiesta de Dolce & Gabbana, casi, casi, estoy segura.

En cuanto a mí, pues, aquí estoy, ataviada con un vestido de esos que tienen varias capas, en azul celeste, con un corpiño bordado con hilos de color plata y cuentas de cristal, que me sube las tetas casi hasta la garganta y que me complica un poco algo tan básico como respirar, para asistir a un evento que ni fu ni fa; cuando lo que realmente me apetece es ponerme cómoda y tumbarme en el sofá a ver una película, una serie o incluso, leer un buen libro. En cambio, parezco Cenicienta lista para acudir al gran baile donde conocerá a su príncipe encantador y se casará con él. ¡Puf, menuda patraña! Ni soy una princesa ni necesito que nadie me rescate de la vida que quiero llevar. Bueno, después de todo, espero disfrutar de la velada y que el coche que nos llevará hasta allí, no se convierta en calabaza cuando las campanadas del reloj anuncien la medianoche, como en el cuento. Doy una vuelta sobre mí misma y sonrío divertida. ¿Cómo se la arreglaban tan bien las damas de aquella época para moverse con tanto peso sobre el cuerpo? Qué incomodidad, por Dios.

Voy hasta el salón y, de encima de una de las estanterías, cojo la nota que recibí hace dos días con motivo de la fiesta de esta noche. Un original pergamino enrollado y rodeado con una cinta de terciopelo granate, escrito con una letra pulcra, elegante y curvilínea. Muy aristocrática. Lo desenrollo y vuelvo a leer por enésima vez:

«Mi querida y estimada, señorita Hamilton, es para mí un placer organizar esta pequeña fiesta en su honor, y me complacerá enormemente que usted sea mi acompañante. A las diez de la noche, mi familia y yo la recibiremos en el salón principal del Libertine, para, a continuación, pasar al salón comedor donde, junto a otras veinte personas, que espero sean de su agrado, dar cuenta de una suculenta cena. Habrá un baile posterior que iniciaremos usted y yo, por supuesto, y al que se unirán bastantes personas más. Espero que todo sea de su agrado y que disfrute enormemente de su fiesta».

Aposté por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora