Capítulo 38

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No bajé, no porque sea una cobarde y temiera enfrentarme a él, sino por prudencia; conociéndome y sabiendo el poco filtro que tiene mi lengua con mi cerebro, probablemente hubiera metido la pata y gritado a los cuatro vientos que soy el señor Bennet y que los he estado vigilando; y si lo que quiero es que cuando Theodore sepa que soy ese hombre extraño, el efecto sea el máximo posible para ver cuál es su reacción, lo mejor, sin ninguna duda, es que no nos viéramos, por si las moscas. Olivia y Sheila, con las que me puse en contacto en cuanto subí de mi despacho, para que me echaran un cable, estuvieron de acuerdo conmigo en esto y así lo hice; fueron las primeras en decirme que, con lo impulsiva que era, si quería seguir adelante con el tema, nada de dejarme ver.

—Cielo, no entiendo por qué quieres seguir con esto, ¿no sería mejor dejarlo correr y ya? —me dijo Oli nada más saber cuáles eran mis intenciones.

—Oli, ya me conoces, no puedo hacerlo. Además, es la única manera de saber si sus sentimientos son reales, Theodore odia que le tomen el pelo y esto lo dejará a él y a sus compinches en evidencia.

—No es la única manera y lo sabes, cuñadita.

—Ya tuvo que hablar la lista...—mascullé.

—Lista o no ya sabes por dónde voy, Rebeca, lo mejor sería que, para variar, dejaras que se explicara y te contara su versión de todo.

—¿Lo dices por experiencia?

—Exacto, recuerda que me hice pasar por una heredera para conseguir hablar con tu hermano. A diferencia de ti, él me escuchó.

—Porque lo obligaste—dije empezando a cabrearme.

—No tuve más remedio porque temía perderlo, y aun así me dijo que necesitaba tiempo. Mira, no soy nadie para decirte cómo debes hacer las cosas, pero si ese hombre insiste en hablar contigo, por algo será, ¿no te parece? —su ceja se alzó altiva.

—Me parece que te olvidas de que es una apuesta y hay mucho dinero en juego, lo más lógico es que insista porque quiere ganar, Sheila.

—Eres una maldita cabezota, Rebeca—resopló—. Por Dios, Oli, échame un cable, ¿quieres?

—Sheila, deja que haga las cosas a su manera, no olvides que cuando estás pasando por algo así, por muy claro que los demás lo tengan, a una siempre le cuesta verlo; te pasó a ti, me pasó a mí y a todo hijo de vecino.

—Está bien, como queráis, sólo voy a decir una cosa más... Theodore James es uno de los mejores amigos de tu hermano, si no sintiera nada por ti, ¿por qué pedirle permiso para cortejarte? ¿Para romper una amistad de años? Piénsalo, de seguir adelante con el plan, puede ser peor el remedio que la enfermedad—y lo hice, pero después de que me aconsejaran que no bajara al club y terminar de hablar con ellas.

El plan sigue adelante porque sí, porque soy muy cabezota y porque dije que llegaría hasta el final con todas las consecuencias. Afortunadamente para mí, porque ya no sé si voy o vengo, sólo quedan dos días para el desenlace de la pantomima del año.

Olivia me preguntó si me sentía traicionada y, lo cierto es que no; traicionada no, dolida sí. Sería una hipócrita si dijera que Theodore me ha traicionado cuando siempre supe que esto podía pasar; hubiera sido diferente si no yo no supiera nada del reto de Arthur, pero al estar al corriente de todo, casi desde el principio, me sabría mal asegurar tal cosa cuando no es verdad. En cambio dolida... sí, por varias razones: la primera y la que más me cabrea, que no haya valorado el que dejara mi club en otras manos sólo por estar con él en un día importante para su familia, cuando yo ni siquiera los conocía; segunda, que no pareciera importarle lo mal que yo me pudiera sentir al estar en casa ajena y con gente desconocida, cuando me daba de lado y me dejaba al margen de todo; tercera, que constantemente me diera una de cal y otra de arena, según le conviniera a él; cuarta, el tonteo que se traía con su adorable y maravillosa Caitlin y no haberme dicho, cuando me habló de ella, que estuvieron prometidos un tiempo; así que sí, estoy dolida y también muy cabreada.

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