CAPÍTULO 21

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Qué malo deber de ser eso de sentirse culpable, y que efectivo, porque veinticuatro horas después de mi, digamos, chantaje emocional a Luis, éste, deja sobre mi mesa una invitación al Libertine para el día siguiente. Lo miro y sonrío con regocijo.

—Qué rapidez...

—Bueno, dijiste que me pusiera con ello cuanto antes y aquí la tienes.

—¿Cómo la has conseguido? —indago.

—Hablando con Arthur y, evidentemente, contándole una mentira.

—Por lo que tengo comprobado, mentir se te da bien, así que imagino que no te habrá costado mucho inventar una historia.

—Vas a recordarme lo que hice cada vez que tengas ocasión, ¿verdad?

—Dejaré de hacerlo cuando crea que tienes tu deuda saldada conmigo. No suelo ser una de esas personas a las que les gusta meter el dedo en la llaga, pero confieso que contigo hago una excepción porque me encanta ver lo mal que te sientes.

—Ya me doy cuenta.

—¿Y bien? —inquiero—. ¿Cuál es la historia? —me mira sin comprender—. Me refiero a la que le has contado a Arthur, no quiero meter la pata si me preguntan y dejarte con el culo al aire. Al contrario que tú, suelo respaldar y proteger a mi equipo. Me disgusta que por mi culpa puedan quedar en evidencia y sentirse avergonzados.

—Tienes lo que querías, ¿no puedes parar ya con eso? No necesitas recordarme cada dos por tres lo que hice, Rebeca, lo sé perfectamente, créeme.

—Ya te lo dije, cuando tu deuda esté saldada con...

—¿Y cuándo será eso? —me interrumpe.

—Pues si mal no recuerdo, dentro de tres semanas y media. Fecha límite para que esta charada de reto, o apuesta, termine. Hasta entonces, consideraré que por tu traición estarás a mi merced para lo que precise.

—Qué suplicio, se me va a hacer eterno—exclama resoplando.

—Mejor, así lo tendrás en cuenta la próxima vez que se te ocurra engañarme y traicionarme.

—Cómo si fuera a olvidarlo...

—Venga, deja de quejarte, que no te pega, y cuéntame.

Y lo hace. Durante unos minutos, escucho con atención la magnífica historia que se ha inventado para explicar mi presencia en el club; es buena y parece bastante creíble. Me gusta.

—O sea que mañana vas a acompañarme...—digo.

—Por supuesto, ni de coña te dejaría ir sola. Eso sí, quedaré contigo allí y, una vez dentro, comenzaremos con el paripé. ¿De verdad estás segura de que quieres hacer esto? Porque no me importa hacerlo a mí por ti, Rebeca, te lo debo.

—Gracias por tu preocupación, pero llega un poco tarde. Yo lo haré.

—Eres consciente de que habrá muchas cosas que no podrás hacer estando allí, ¿verdad?

—Lo soy.

—Está bien, si lo tienes claro, no tengo nada más que decir. Sólo espero que, una vez que estés dentro del club, no te dejes llevar por tu temperamento y metas la pata.

—Tranquilo, sabré controlarme.

—Eso espero.

«¿Y cómo vas a hacerlo?», me pregunto a mí misma una vez que me quedo sola en el despacho. «Porque, precisamente, no eras una persona que sepa controlarse, Rebeca, eres demasiado impulsiva...». «¿Estás segura de esto?». La verdad es que no, que no estoy segura de nada, pero ¿de qué otra manera podría acceder al club sin arriesgarme tanto? «No hay otra manera de hacerlo», me respondo empezando a sentir taquicardias. Me llevo la mano al pecho a la vez que inspiro y espiro, varias veces, hasta controlar los latidos de mi desenfrenado corazón e intento animarme. «Todo saldrá bien. Todo saldrá bien. Todo saldrá bien».

Aposté por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora