CAPÍTULO 17

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CAPÍTULO 17

Mi familia se queda todo el fin de semana y decido pasar con ellos el máximo tiempo posible, porque, siendo realista, a saber cuándo los vuelvo a ver. Continuamente les doy las gracias por el sacrificio que han hecho para estar conmigo, es algo que nunca olvidaré y así se lo hago saber a todos. Si antes ya los quería con toda mi alma, ahora me faltan palabras para expresar todo el amor que siento por ellos.

El viernes, lo primero que veo en cuanto bajo al despacho, es el periódico de tirada nacional que Luis ha dejado encima de mi mesa. En él, en las páginas de sociedad y a todo color, sale la noticia de la inauguración del Lust junto con una fotografía de la fachada de éste y muchos de los miembros, con sus rostros cubiertos, entrando por la puerta. Por lo visto, uno de estos trabaja en dicho periódico y se ha encargado de darle notoriedad al evento. Evidentemente es algo positivo para el club, aunque, debido al anonimato de los miembros, ya que ni siquiera nosotros sabemos quiénes son la mayoría de ellos y que es una norma impuesta por nosotros, no nos interesa que este tipo de noticias se hagan frecuentes; más que nada para respetar la privacidad de estas personas y no tener a la prensa, día sí y día también, apostados a la puerta tratando de averiguar quién se esconde detrás de cada máscara o antifaz. La noticia menciona que es un club elegante, con clase y buen gusto, nada chabacano u ordinario, al parecer, como algunos preveían, y nos auguran un gran éxito en la sociedad ibicenca. Agradecida y satisfecha, cierro el periódico y sonrío. ¡Hemos empezado con muy buen pie!

—Buenos días—saluda mi hermano entrando en el despacho—, ¿has visto el periódico?

—Acabo de hacerlo ahora mismo—respondo.

—Esa noticia es muy positiva, hermanita, felicidades, has hecho un gran trabajo—se acerca, me abraza y me besa. Está contento.

—Gracias, todos formamos un buen equipo. ¿Mi cuñada?

—Se ha quedado en el hotel descansando, y Daniel y Olivia han ido a la playa.

—Pues tú deberías coger a tu mujer y hacer lo mismo.

—Lo sé, pero antes quería pasar a verte para felicitarte y hablar contigo.

—Tú dirás.

Que se siente en la silla frente a mí, me mire con esa cara de circunstancias y apoye la mano en la barbilla, me pone nerviosa. ¿Qué habré hecho mal?

—¿Qué pasa contigo y con Theodore James? —suelta sin que me lo espere.

—¿Cómo dices?

—Vamos, Rebeca, sabes de sobra a qué me refiero. Esa tensión que se respira entre vosotros no es normal para dos personas que prácticamente acaban de conocerse.

—Ni idea, no sé de qué me hablas—nerviosa abro y cierro el periódico varias veces.

—Hermanita, no trates de engañarme que nos conocemos.

—¿Así que sois amigos desde la universidad? —pregunto para alargar lo inevitable.

—Sí, él fue la persona que me convenció para ir a la fiesta de aquella hermandad en la que conocí a Lilian, desde entonces nos hicimos inseparables y luego cada uno siguió su camino, aun así, nos hemos mantenido en contacto todos estos años. Te toca.

—Oliver, es una historia larga y no quiero hablar de ella, ¿vale?

—Rebeca...

—Está bien, pero prométeme que no vas a enfadarte conmigo.

—Mal empezamos si ya me pides eso.

Respiro hondo varias veces y sin pensarlo más, le relato a mi hermano todo lo que me ha sucedido con Theodore desde que puse un pie en Londres. Cuando digo todo, es todo, sin omitir nada. Entre Oliver y yo hay la suficiente confianza como para hablar de sexo sin llegar a escandalizarnos. Eso sí, detalles los justos, que tampoco le interesan y una, aunque no lo parezca, es bastante pudorosa.

Aposté por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora