Ya he dicho varias veces que no soy una persona de esas que se agobian por los problemas, no sé si es una virtud o un defecto, pero soy así; me gusta buscar el lado positivo de las cosas. No obstante, reconozco que lo de hoy me lleva de cabeza y está logrando quitarme el sueño. Por un lado, está mi nueva humillación pública y, por otro, lo que Theodore, a mi pesar, me hace sentir con su sola presencia. Decir que es atractivo, es quedarse corta, pero tampoco voy a la parte física, sino a la emocional. Me refiero a esa aura de frialdad, arrogancia y prepotencia que desprende y que, aunque no lo quieras, consigue atraparte, envolverte e intrigarte. Nunca me han gustado los tipos como él, al contrario, los detesto porque, por norma general, suelen creerse dioses a los que hay que venerar y adorar y, una servidora, no está por esa labor. El problema en este caso es que él me atrae muchísimo, sobre todo porque, la última vez que nos acostamos, no sé si por mi ataque de pánico o por qué, se portó de otra manera; fue amable, atento, protector e incluso cariñoso y tierno; aunque claro, sabiendo lo que ahora sé, lo de la puñetera apuesta, me pregunto si en aquel momento no estaría interpretando un papel y actuando en su beneficio. Me duele pensar que la respuesta más probable sea que sí porque, por primera vez en mucho tiempo, aquella noche él me hizo sentir especial. Menos mal que, desde hace más o menos cuatro años, no soy una mujer de las que se dejan encandilar por cuatro atenciones que, si no, ya me tendría comiendo de la palma de su mano desde el día en la playa que me gritó: «me gustas»; el primer paso que dio para llevar a cabo la maldita apuesta. Estoy segura de que, hasta las casi cuarenta solicitudes que se recibieron la madrugada del viernes al sábado, en el Lust, tienen que ver con ésta. Suspiro. «Tienes que hacer algo al respecto y no dejar que sigan burlándose de ti, Rebeca», murmuro clavando los ojos en el cielo despejado y cuajado de estrellas que veo desde mi cama antes de quedarme dormida.
A la mañana siguiente, me despierto más animada porque sé que en cuanto hable con Olivia y mi cuñada, y les cuente lo que ha pasado y lo que he descubierto, me ayudarán a idear un plan de venganza. Estoy deseando llamarlas, pero, por culpa de la diferencia horaria y, como es domingo, mi hermano y Sheila seguro que irán a comer a casa de mis padres, no podré hacerlo hasta la noche; así que, me doy una ducha, desayuno, recojo un poco por casa y, dispuesta a desconectar y a adelantar trabajo, bajo a mi despacho y me encierro es éste hasta la hora de comer. El resto del día, lo paso tomando el sol y relajándome en la terraza, enfrascada en la lectura de un nuevo libro que me he comprado recientemente y que hará que me olvide de todo por unas horas.
A eso de las siete, el sonido del portero automático me sobresalta. Extrañada, me levanto y voy a ver quién es. Lo primero que veo por la cámara, es un enorme ramo de flores y, después, la visera del repartidor. Resoplo.
—¿Quién? —pregunto sabiendo la respuesta.
—Floristería "El paraíso", traigo un encargo para Rebeca Hamilton.
De mala gana le abro la puerta y, mientras el chico sube, voy a mi habitación a ponerme una camiseta. Dos minutos después, suena el timbre.
—Buenas tardes—saluda en cuanto abro—. ¿Rebeca Hamilton?
—Yo misma—contesto con cara de fastidio.
—Esto es para usted, si es tan amable de firmar aquí, por favor—cojo el ramo de flores con una mano y con la otra firmo donde me indica.
—Gracias—digo.
—A usted, que tenga buen día.
Miro las flores embobada, son preciosas y me encantan, pero... Dejándolas encima de la mesa del salón, cojo la tarjeta y leo: «lo siento, espero que puedas perdonarme», lo firma Theodore, a secas.
—Y más que lo vas a sentir, ¡cabronazo! —sentencio y mirándolas una vez más, las tiro a la basura sin ningún remordimiento.
Algo más tarde, tras recibir un mensaje de las chicas diciéndome que ya están disponibles, enciendo el portátil, entro en la aplicación de Skype y las llamo.
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Aposté por mí
RomanceJoven, guapa y sexi; impulsiva, divertida y sin pelos en la lengua; positiva, pase lo que pase, siempre ve el vaso medio lleno y no hay nada que le quite el sueño. Sus amigas, Olivia y Sheila, dicen que es una cotilla, una celestina y que se aprovec...