CAPÍTULO 8

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Por lo visto, la única que piensa que, que el vejestorio me presente en sociedad es un castigo, soy yo. No puedo evitar sonreír cuando recuerdo las caras que tanto Mila como Luis pusieron ayer cuando, después de enterarnos del acontecimiento, les dije mi opinión.

—No sé por qué ponéis esa cara, ni siquiera me conoce y, además, no soy ninguna adolescente para que se me hagan fiestas de presentación.

—No digas eso ni en broma—me reprocha Mila—, es una gran oportunidad para el Lust que Lord James haga esa fiesta, ¿no lo entiendes?

—Pues no, la verdad.

—A ver...—Luis se sienta frente a mí y me mira como si fuera a explicarle algo a una niña pequeña—. El Libertine es un club de caballeros, única y exclusivamente, para hombres, ¿vale? —asiento—. Nunca, en los seis años que lleva abierto aquí, en Ibiza, ha puesto allí un pie ninguna mujer que no se dedique a hacer compañía y otras cosas a los hombres, ¿me sigues? —vuelvo a asentir—. Que Lord James, por propia voluntad, decida abrir las puertas de su club, en honor a una mujer, o sea, tú, es un milagro divino, ¿no lo ves?

—No, no lo tengo claro. ¿Por qué un hombre al que no conozco ni me conoce querría hacer algo así? Se supone que, por nuestros clubes, seremos competencia... ¿De verdad no veis nada raro? —Luis me esquiva la mirada y Mila niega con la cabeza.

—Gracias a ti, muchas mujeres que deseamos conocer ese sitio al fin podremos hacerlo, Rebeca. Ese club es un misterio para nosotras, ¿sabes? Se oyen infinidad de cosas sobre él y es tal el morbo que genera en la sociedad ibicenca que, estoy completamente segura de que, a partir del próximo sábado, las mujeres de esta isla te estarán agradecidas de por vida al ver en persona el antro en el que se mueven sus maridos.

—¿Lo dices en serio?

—Muy en serio.

—Pues yo no lo tengo claro.

—¿No puedes simplemente aceptar el enorme favor que nos están haciendo y asistir sin más?

—Mira, Luis, sé que estás muy emocionado con todo el asunto, pero qué quieres que te diga, si yo quisiera hacer una fiesta en honor a alguien, lo primero que haría sería ponerme en contacto con ese alguien, no anunciarlo en una página de internet sin haberme asegurado antes de que esa persona está de acuerdo y disponible. No sé si me explico... A mí todo esto me parece una tomadura de pelo.

—Te puedo asegurar que no lo es. Lord James no haría algo así, créeme.

—¿Tan bien lo conoces como para afirmarlo con tanta rotundidad?

—No, pero sé que su club es muy importante para él y que no haría nada que perjudicara su negocio. Anunciar algo así para después retractarse no es bueno para su empresa, Rebeca; aunque reconozco que sí lo sería para la nuestra—murmura pensativo—, crearía interés y la gente querría conocerte...

—Entonces estás dándome la razón.

—Aunque no sería propio de él, confieso que cabe esa posibilidad, sí.

—Me estáis dando bajón...

—Mila, lo mejor es no hacernos ilusiones y, si lo publicado es cierto, esperar la invitación oficial al evento.

—No me odiéis por lo que voy a decir, pero ojalá sea una tomadura de pelo—manifiesto esperanzada.

La dichosa invitación, con sus normas, reglas, o lo que sea, protocolarias, llegó dos horas después, por mensajería urgente y, tuve que soportar ver a Mila y a Luis, por primera vez desde que los conozco, aunar fuerzas en mi contra y celebrarlo bailando como chiquillos. En fin, yo sigo creyendo que esta fiesta no tiene sentido; no obstante, ya me veo con un vestido de esos el siglo diecinueve, en tonos pastel, y peinada a la Marge Simpson. Lo positivo de esta fiesta, aparte de lo beneficioso que será para el Lust, es que, por fin, podré conocer al viejo verde, quiero decir, a Lord James.

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