CAPÍTULO 15

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Los días pasan, y, cuando me quiero dar cuenta, apenas faltan unas horas para, por fin, abrir las puertas del Lust en esta parte del mundo. Tengo los nervios a flor de piel, y aunque quiero disfrutar de la noche de hoy, no sé si seré capaz a lograrlo, porque, después de mis últimas cagadas no puedo evitar pensar en el ridículo que haría y la decepción que se llevaría mi hermano si algo saliera mal. Toca cruzar los dedos, sacar a flote toda esa positividad que me caracteriza y esperar a que todo salga según lo planeado. Por lo menos tendré la conciencia tranquila al saber que nos hemos dejado la piel todos por igual planificando el gran evento.

Por otro lado, no he vuelto a saber nada de Theodore, Theo para los amigos y gilipollas integral para mí, ¿o debería decir, Lord James?, desde el sábado. Bueno, miento, sí que he sabido de él a través de sus impresionantes ramos de flores con sus respectivas tarjetas de perdón. Todos los días, sobre las siete de la tarde, el repartidor de la floristería Paraíso, hace acto de presencia en mi puerta para entregarme el ramo del día. Siempre uno distinto y todos preciosos. No obstante, según llegan, y después de leer la tarjeta, todos siguen el mismo camino: el de la basura. Lo sé, puedo parecer una desagradecida, pero soy de las mujeres que piensa que, del enemigo, ni agua. Sí, ya, no es así el dicho, ya me lo dijo Mila cuando la otra tarde me regañó por hacer tal cosa al comentarle lo que hacía con las flores del mequetrefe, pero yo lo he adecuado a mis circunstancias, ¿vale? Total que al final, y como todas las flores van a parar al mismo sitio, he optado por darle una nueva dirección al repartidor; la del vertedero municipal de la isla, para que directamente los lleve allí y me ahorre un trabajo. Lo siento, soy una arpía, qué le vamos a hacer.

Otro que ha intentado disculparse conmigo, por activa y por pasiva, y darme una explicación, ha sido Luis, evidentemente me he negado a hablar con él de asuntos que no fueran de trabajo. Eso sí, le he advertido que, en cuanto pase la noche de hoy, él y yo tendremos una larga conversación. Muy, muy larga. Sobra decir que anda firme como una vela y se desvive haciéndome la pelota, algo de lo que disfruto enormemente porque, sí, Olivia será la Reina de corazones y mi cuñada Maléfica, pero yo soy la reina de las arpías y me encanta verlo sobresaltarse cada vez que paso a su lado y simplemente digo su nombre. Es para troncharse.

En definitiva, la única que sabe, aparte de Oli y Sheila, que en mi cerebro se cuece la venganza, es Mila, de momento. No he tenido más remedio que contárselo porque, como yo todavía desconozco muchas cosas y lugares de la isla, necesitaré su ayuda para elaborar y llevar a cabo el plan de mi cuñada. En un principio puso el grito en el cielo y aseguró, con total convencimiento, algo de lo que yo ya estaba segura: que estoy loca de remate. Luego, como es habitual en ella, empezó con las dudas y me advirtió de que, si me descubrían, tendría problemas. «Cómo si no lo supiera», fue mi contestación. No hizo falta más para convencerla y ahora está tan metida en el ajo como yo. El sonido del intercomunicador de mi mesa interrumpe mis pensamientos.

—Tienes una llamada por la línea tres, Rebeca—me informa Mila en cuanto presiono el botoncito.

—¿Línea tres?

—Ajá.

Miro el reloj y sonrío al saber de quién es la llamada.

—Gracias, Mila. Hola, hermanito—saludo tras pulsar el número tres—, esperaba tu llamada.

—Pues lo siento mucho, pero no soy el capullo de tu hermanito...

—Daniel, qué sorpresa, contigo sí que no contaba.

—Ya lo veo ya. Tu hermano tiene un juicio muy importante y de momento no podrá llamarte. ¿Qué tal? ¿Estás nerviosa?

—Pues lo cierto es que sí, no es para menos.

—Todo saldrá perfectamente—me interrumpe—, confiamos en ti y en tu buen hacer.

—Lo sé, y os lo agradezco muchísimo, Daniel, aunque si estuvierais aquí estaría más tranquila.

Aposté por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora