Capítulo 30

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Más dulce que la miel.

Rebecka

Sus labios recorren mis muslos acariciándome con su aliento entre tanto va dejando besos húmedos y calientes.

Un gemido sale de mis labios cuando al separarse toca un punto sensible.

—¿Lo disfrutas?

—Mucho, ya no aguantaba.

Se ríe y lo miro mal.

Mis pies parecen dos pequeños tamalitos desde que llegamos, y mi amado esposo se ofreció a darme un delicioso masaje.

—Vamos a tomar un baño a la piscina.

Sonrió y asiento incorporándome.

—Gracias mi chulito — lo beso — estuvo delicioso.

Voy hasta la maleta en dónde encuentro el bikini de dos piezas rosa que me pongo.

La barriga ya se me nota, es como si se hubiera botado en el viaje, no es enorme pero cualquiera que me vea pensaría que tengo por lo menos unos cinco meses, supongo que es cosa de estar embarazada de mellizos.

Al final llevo dos bebés y ocupan más espacio.

—¿Qué pasa? — me giro hacia Thiago quien no deja de verme a través del espejo — ¿Crees qué es demasiado? También traje un bañador enterizo, podría medir..

—¿De qué hablas?

Entorno los ojos.

—¿Qué si no crees que es demasiado? La barriga ya se me nota y parece que las tetas me crecen por segundo...

Su mirada se pierde en mis senos y se relame los labios.

—¡Thiago!

Sacude la cabeza y levanta la mirada viéndome sonrojado.

—Perdón muñeca — pasa saliva y me acerco poniéndome entre sus piernas — estas jodidamente buena y me tienes mal.

Los ojos se me abren cuando toma mi mano poniéndola sobre el bulto entre sus piernas.

—Ah.

Es lo único que logro decir e instintivamente comienzo a mover mi mano restregando la palma sobre el miembro que se endurece cada vez más.

—Rebecka — advierte.

Me agacho quedando entre sus piernas y meto la mano dentro del short, tocando piel con piel su dureza.

Suspira en cuanto comienzo a agitar la mano, mi centro punza y los muslos se me humedecen con los fluidos que traspasan la tela del bikini.

Levanta la cadera bajando de una vez el bañador y me relamo los labios.

La boca se me llena de saliva y es casi vergonzoso lo mucho que deseo probarlo.

Levanto la vista encontrándome con el hermoso azul topacio de sus ojos, pero ahora se le han dilatado las pupilas haciéndolos parecer casi negros.

Paseo la lengua desde el tallo hasta la punta, recogiendo las pequeñas gotas que brotan de la cabeza.

—Joder — jadea.

Me la meto a la boca saboreándola, entre tanto tomo lo que no me cabe con la mano iniciando la masturbación para compensar las succiones.

Cierro los ojos disfrutando el sabor salado, remolineo la lengua y la saco de mi boca dejando un hilo de saliva que cae entre mis pechos.

Pálpitos de un corazón herido [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora