Capítulo 25

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No puedo vivir sin ti.

Thiago

La zozobra no me deja desde que Rebecka recibió la llamada de su padre, me preocupa mucho lo que esté pasando Camila, pero siendo completamente honesto estoy que no puedo de la angustia desde que Rebecka con su maldita terquedad se subió a esa  camioneta.

—Ya deja de caminar en círculos que vas a hacer un hoyo en el suelo — se exaspera Noah.

No he parado de caminar de un lado a otro desde que ella se fue, ya pasaron dos horas y Noah no ha podido localizarlas.

—Joder, ya cuánto ha pasado, pueden estarles haciendo cualquier cosa — jalo mi cabello con desesperación.

—Es que la perdí apenas salió de la autopista — golpea el teclado del computador.

Dakota y Bagheera parecen dos leones enjaulados, no paran de rondar dispuestos a atacar.

—Ya llame a el detective del FBI, mis padres y Orson vienen para acá.

Hannah no ha parado de llorar y ha estado haciendo llamadas a no sé quién.

Tengo una opresión horrible en el pecho, tengo miedo de lo que pueda estar pasando mi muñeca, porque si de algo estoy más que seguro es que en cuanto esté en dónde Camila ella misma se ofrecerá para recibir hasta el último golpe.

Lo único que pido es que ellas estén bien.

Rebecka


Horas antes.


La funda negra que tengo puesta en la cabeza me impide ver el camino, llevo la cuenta del tiempo que llevamos y puedo medio distinguir por dónde vamos guiándome de las vueltas que damos, aún así no tengo certeza de absolutamente nada.

Tengo los nervios de punta, siento una opresión en la boca del estómago y no tengo un buen presentimiento, pero no hay marcha atrás, tengo claro que haré lo que sea por mi hermana, así mi vida este en riesgo.

—Llegamos — avisa el hombre que conduce — llévala adentro como dijo el patrón.

Hablan en español y no me es difícil entender ya que la mayoría de mi infancia crecí con ese idioma y mis hermanos y yo jamás lo olvidamos.

Siento como me toman de los brazos jalándome fuera de la camioneta, me muerdo la lengua para no reclamar.

Camino a jalones aún con la cara cubierta y trato de escuchar lo más que puedo, se escuchan máquinas como si estuviéramos en una bodega o maquinaría, estamos a las afueras de la ciudad.

—Pero si miren nada más lo que nos trajo el viento — me tenso al escuchar su asquerosa voz — pero que son estos modales, descúbranla y quítenle las ataduras.

Los tipos obedecen y lo encaro furiosa.

—¿Dónde está mi hermana, hijo de puta? — se me burla en la cara y tiemblo de la rabia.

—Haber putita, no estás en condiciones de exigir, aquí yo tengo el sartén por el mango — me besa la mejilla y escupo en su cara — bájale pendeja, o está misma noche te mando a saludar a nuestro señor Malverde.

Pálpitos de un corazón herido [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora