Capitulo 36

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El amor más puro.

Thiago.

Mi vista permanece absorta en la pequeña cara de mi hija, mi princesa duerme plácidamente sobre mis brazos, su cabello, cejas y pestañas son de un color sumamente rubio, casi blanco.

Sus labios rosados me recuerdan a los de Rebecka, forman el mismo mohín que ella suele poner al dormir haciéndola lucir tierna.

Apenas han pasado unas cuantas horas desde que nacieron y yo aún siento unas incontrolables ganas de llorar, mi cabeza no puede procesar el amor que experimento en estos momentos, es impresionante lo mucho que puedes amar a alguien, no puedo describirlo, pero al ver a mis hijos supe que no habría cosa que no estaría dispuesto a hacer.

Mi hijo duerme en su cunero a un lado de la camilla en la que yace mi esposa dormida, él hasta ahora es el más tranquilo, por otro lado su hermana no puede siquiera sentir que la dejo en el cunero porque se despierta de golpe dejando en claro los buenos y sanos pulmones que tiene.

Cierro los ojos solo un momento, me encuentro agotado, las cosas en la empresa van mejorando, pronto daríamos apertura y eso conlleva mucho trabajo.

También he estado arreglando con mi hermana y cuñadas todo sobre la boda, tengo claro lo que se merece Rebecka y definitivamente ella merecía más que una boda en las Vegas.

Me deje llevar un momento por el sueño hasta que el llanto agudo de un bebé me hizo despertar de golpe.

Mi hijo llora retorciéndose en el cunero, Rebecka se endereza restregando sus ojos antes de sonreír con cansancio, me pongo de pie despertando a la bebé que forma un puchero en sus labios comenzando a llorar.

¿Ya dije que tienen buenos pulmones?

—Creo que no le gusta que te muevas — me dice y sonrío — de todos modos ya es hora de que coman.

Le paso a nuestra hija y tomo a el bebé en mis brazos, al contrario de su hermana su cabello azabache escapaba del gorrito de lana y sus largas pestañas negras permanecen húmedas por el llanto.

Sus ojos se abren mostrándome el hermoso azul en ellos, algo tuve que hacer bien para que salieran tan preciosos.

—Se parece a ti — levanto la cara encontrándome con su hermosa sonrisa, mantiene un pecho fuera en el que se encuentra prendida mi hija.

—Y ella a ti — sonrío entregándole a nuestro hijo.

Baja el otro lado de su bata acomodando al bebé en su seno izquierdo, una mueca aparece en su rostro, el amamantar le resulta bastante doloroso, aún así no desistía.

La observo lleno de orgullo, su rostro luce cansado y no es para menos acaba de dar a luz a dos seres humanos y no tiene tiempo de descansar, debe ver por ellos, quisiera tomar su lugar o en dado caso su cansancio.

—Gracias — menciono llamando su atención.

—¿Porqué?

—Por ser tan fuerte y maravillosa, por darme más razones para amarte y por traer al mundo a mis hijos — siento mis ojos humedecerse, beso su frente con dulzura — te amo muñeca y me llena de orgullo poder pertenecer a tu vida.

Beso sus labios y limpio las lágrimas que caen sobre sus mejillas, dejo salir las propias y sonrío dichoso.

Mostrarme vulnerable con mi esposa no es algo que me importe, es mi forma de demostrarle cuanto la amo, y todo lo que estamos experimentando ahora nos sobre pasa.

—Te amo Thiago, gracias por verme.

—Es imposible no hacerlo, brillas a kilómetros de distancia.

Pálpitos de un corazón herido [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora