Capítulo 10

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Rebecka

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Rebecka

— Dulzura — me llama Jackson, pero no lo veo — ¿Qué le pasa a mi dulzura que esta tan triste?

Mis labios tiemblan y mis ojos se llenan de lágrimas, a veces cuando él me habla así me siento rara.

— ¿Será que si llevo a mi bebé a ese museo del que tanto habla dejará de hacer pucheros?

Siento mis mejillas enrojecer, nunca me han tratado así. ¿Esto es tener un papi?

Se acerca con sigilo y quita mí cuaderno de mis piernas tomándome de los brazos para colocarme en su regazo, mi cuerpo inmediatamente se tensa con los recuerdos que esto me genera.

Pero el dolor nunca llega, solo un abrazo y un beso en mi frente lleno de cariño, eso me hace por primera vez llorar frente a Jackson.

Lloro mucho, tanto que mojo su camisa mientras el canta en Italiano y me tranquiliza.

Cuando el llanto cesa él no menciona nada, simplemente me toma de la mano antes de peinar mi cabello y salimos los dos de la casa.

Pasamos toda la tarde juntos, en el museo en el que me engancho admirando cada cuando y escultura, cada historia que hay detrás de ellas.

Ese día siento lo que es tener un padre, Jackson es mi papi y me sonríe enormemente cuando no paro de hablar y hacer preguntas sobre los artistas que han dejado sus obras aquí.

Desde ese día ese museo se convirtió en mi lugar seguro, lugar en donde solo a Jackson le conté por primera vez lo que a nadie le volví a contar.

Esa tarde mi papá se entero de cómo destruyeron a su Dulzura, esa tarde lloro conmigo, lloro por esa niña a quien no pudo proteger y lloro porque ambos sabíamos que yo lidiaría con ello toda la vida.


Cuando vivíamos en México mí abuela siempre que enfermábamos o nos sentíamos mal, nos pasaba un huevo haciendo una limpia con la que supuestamente nos curaríamos, yo creía que era un tipo de magia, ahora entiendo que solo eso se podía hacer al no tener dinero para un médico.

Pero ahora que también se que en algunas culturas, sobre todo en la mexicana se usa para hacer una limpieza espiritual de malas vibras me encuentro pensando seriamente en asaltar mi despensa en busca de un huevo o quizás un kilo de ellos, definitivamente este no fue mí día y al parecer mañana no mejorará.

Pálpitos de un corazón herido [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora