Capítulo 19

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Arriesgarse.

Thiago

Es increíble la forma en la que la vida puede cambiarte, hace meses me preocupaba por conseguir una chica diferente cada fin de semana. Ahora solo me preocupa mantener a mi lado a una sola mujer, la única mujer que quiero tener en mi vida.

Estoy de camino al pent-house de Rebecka, el plan es llevarla a ver una casa que vi hace unos días, no estoy muy seguro de cuál será su reacción al verla ni mucho menos al saber que ya di la mitad para comprarla.

Si, quizás todo va demasiado rápido, pero estos meses con ella han sido sin duda los mejores que he podido vivir, tenemos discusiones estúpidas de vez en cuando, ya que es demasiado orgullosa para aceptar otra opinión que no sea la suya, pero así como ella lo es yo también lo soy y si algo me caracteriza es la paciencia, cosa que hace que funcionemos bastante bien y las reconciliaciones son mis favoritas, a veces creo que solo peleamos para terminar sacando el enojo con sexo.

El hecho de vivir juntos no es más que una formalidad, ya que básicamente nos la pasamos juntos si no es en su casa es en la mía.

Así que mantengo la esperanza de que no se asuste e intente huir haciéndonos retroceder.

—Buenas noches joven — saluda Julio, dándome un enorme arreglo de rosas — iba a subir a entregárselo a la señorita Rebecka.

Frunzo el ceño viendo el ostentoso arreglo floral, es tan grande y está tan exagerado de rosas, que resulta ridículo.

—No te preocupes Julio, yo se lo entrego a la señorita — tomo el arreglo y subo al ascensor.

Rebecka me entrego una llave hace unos meses para poder entrar cuando quiera, pero con lo ridículamente grande que es esto que cargo no podré abrir, por lo que toco la puerta con mi pie.

—¡Voy! — gritan del otro lado — un momento…

La puerta se abre dejándome ver a mi preciosa mujer con una de mis playeras puestas, descalza y con un moño desordenado. El aroma que sale del pent-house solo me indica que está horneando una de sus delicias.

—¿Piensas ir al cementerio o algo? — cierra la puerta detrás de ella.

—En realidad no es mío — le digo poniendo el arreglo en la encimera — Julio me pidió que lo subiera, es para ti.

Arruga la cara extrañada y se acerca para tomar la tarjeta, que la hace rodar los ojos.

—El cementerio no sería mala idea — tira la tarjeta a la basura y la veo interrogante — es ese imbécil otra vez, primero chocolates y ahora flores, ¿Es qué no puede entender que no, es no?

Una punzada de celos se me hace presente, pero la molestia de que siga acosando a mi mujer es superior.

—Si sigue jodiendo, yo mismo le pondré un alto — me sonríe de forma tierna, mientras enreda sus brazos en mi cuello — sí, admito que me siento jodidamente celoso de que un imbécil le envié estás ridiculeces a mi novia, pero lo que más me molesta, es que a ti te incómoda.

—Lo se amor — besa mi boca — pero como bien lo dijiste, es un imbécil, y créeme que en el momento en el que él si quiera se me acerque yo misma lo pondré en su lugar, si es que tú no estás.

Pálpitos de un corazón herido [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora