Epílogo.

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Rebecka


4 meses después.


Con la música a todo volumen bailo de un lado a otro riéndome con los mellizos que apenas se empiezan a tambalear sobre sus piernas tratando de seguir el ritmo de la canción.

Sonrío grandemente sintiendo como la piel de mis mejillas se estira debido a la pintura que debo tener, mis hijos están en pañal llenos de pinturas de colores, y el piso manchado por las huellas de sus pies y manos.

—¡Oye, abre tus ojos, mira hacia arriba! — les canto haciéndolos reír — Disfruta las cosas buenas que tiene la vida.

Alzo a Levana dando vueltas cuando el coro suena mientras Bastian nos aplaude cayendo de nalgas cuando pierde el equilibrio.

Bajo a mi hija dejándola junto a su hermano mientras sigo cantando y meneándome. Pego un brinco cuando unas manos me toman de la cintura y comienzo a reírme cuando Thiago me empieza a hacer cosquillas.

—¡Basta! — me carcajeo empujándolo lejos de mi.

El traje gris se arruina por completo debido a la pintura que tengo encima, pero parece no importarle, me toma de la cintura de nuevo uniendo sus labios a los míos.

Lo beso sintiendo exactamente lo mismo que la primera vez, la emoción y adrenalina no se van, excepto que ahora el miedo es sustituido por el amor, todo el amor que siento por él.

Me separo de él cuando nuestros hijos comienzan a jalar su pantalón pidiendo nuestra atención.

—¿Cómo están mis pastelitos pintores? — se ríe viéndolos llenos de pintura — veo que se han divertido con mami.

—¡Papi! — lo toma de la cara mi hija haciendo ruiditos de besos, lo cual solo significa que quiere que su padre bese sus mejillas.

—Te amo mi princesa — la complace dejando barios besos sobre su rostro antes de tomar a Bastian y hacer lo mismo — y a ti también te amo pastelito.

Camino hacia el reproductor bajando el volumen, al darme la vuelta él ya se está quitando el saco y sacándose los zapatos.

—¿Abra lugar para mi en su obra de arte? — me sonríe, sus hermosos ojos azules observándome con ese brillo que tanto me encanta.

—Claro, incluso te guardamos un sitio — le señaló el lado de la pared que aún está en blanco — Quiero que este lugar tenga algo de todos.

—Dame esa brocha — se quita la camisa poniéndome a babear — luego me ocuparé de ti.

Me río sintiendo mis mejillas encenderse, tantas cosas hemos pasado juntos y es increíble que aun no pueda controlar lo que provoca en mi.

—Ten — se la entrego viendo como la mete en el balde con pintura naranja, el aire se me escapa en un chillido cuando tomándome por sorpresa me avienta un brochazo de pintura — ¿Qué cara..? ¿Qué te pasa?

Se ríe junto con los niños y como si para ellos eso hubiese sido una señal, se comienzan a aventar pintura con las manos.

Me limpio la cara y estrecho los ojos hacia él, me inclino tomando la lata de pintura morada y sin pensarlo le aviento el contenido.

Pálpitos de un corazón herido [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora