Cara a cara

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Conocer los mellizos de Gabriela y Adrián me removió el corazón tras pensar en mi hijo, han sido tres días que le he extrañado muchísimo. A pesar de saber que está en buenas manos, el sentido de madre me recrimina por haberle dejado solo. Frente a mi esta Gabriela en un hermoso vestido, diciéndome que no tengo porque preocuparme, ya que Dereck ni en sueños aparecería por su casa, no sin avisarle con anterioridad. Sé que les prometí quedarme con los bebés para que ellos pudieran tener su aniversario de bodas sin ningún contra tiempo, pero mis miedos me están empezando a decir que ha sido una mala idea. Presiento que ese hombre cruzará la puerta en cualquier momento.

—Tranquila, Jane — dejé a la niña en la cuna y la cubrí con la manta —. No creo que sea capaz de decirle...

El día anterior me contó muchas cosas que me dejaron con el corazón echo trisas. Dereck no la ha pasado nada bien y aunque de dientes para fuera dice odiarme, Gabriela jura que aun sigue sintiendo algo por mí. Me siento muy culpable por haberle dado la espalda y no creer en sus palabras, pues también desmintió los videos y las fotos que me había enviado Fiorella. De hecho, no tenía idea que Fiorella estuviera recluida en una clínica mental, aunque la noticia de su padre le dio la vuelta al mundo, la de ella no.

Luego de cerciorarme que los mellizos estén completamente dormidos, bajé a prepararme un café. No sé a qué hora llegue Gabriela y Adrián, y en verdad espero que no se tarden mucho. Aunque con esa sonrisa con la que salió Gaby, dudo que vuelvan temprano. Así que un buen café cargado, me ayudará a no pegar el ojo en la noche. Los bebés despiertan a cada rato, por lo menos así es Dante. Ahora bien, aquí es al doble, lo que quiere decir que es más trabajo.

Dejé preparando el café y me dirigí a la puerta principal a echar el pasador de mano en ella. Estoy demasiado sugestionada, siento ojos en mi espalda cada que camino por la casa. Es la falta de confianza, me dije a mi misma entrando de nuevo en la cocina.

—Mañana mismo me voy de aquí — serví el café en una taza y el llanto de uno de los mellizos me hizo dejar la taza sobre la barra de la cocina.

El pequeño clon de Adrián se ha despertado a causa del pañal sucio. Lo alcé en mis brazos y lo llevé hasta el cambiador. Según termine de cambiarle el pañal, agarré el biberón para volver a darle de comer y que así tenga un sueño más tranquilo. Un bebé quita mucho tiempo, inclusive en las noches. Acosté al pequeño en la cuna junto a su hermanita, después de haberle dado del biberón. Me quedé viéndolos dormir; son tan hermosos este par de chiquitos. En definitiva, me he enamorado de ellos.

—Descansen pequeños — Salí de la habitación sin hacer ruido y bajé ahora sí a disfrutar del café. En esas el teléfono vibro en el bolsillo de mi pantalón.

—¿Cómo estas, guapa? — Antony me contestó apenas agarré la llamada.

—Muy bien, Antony. ¿Cómo están las cosas en casa? Los he extrañado como no tienes idea.

—La verdad nosotros a ti no — sonreí — hasta le he conseguido una pechuga falsa a Dante y ha comido de maravilla,

—Mis pechugas se pondrán celosas si come de otras — con Antony puedo hablar de miles de tema y jamás me daría vergüenza —. Ya están llorando.

—Consigue un buen macho para que te saque los buenos jugos — rió suavemente.

—No, mejor te pongo a ti que a las dejes secas — tomé de la taza de café y giré un poco en la silla tras oír un ruido —. Ellas te van a dejar llenito y bien nutrido.

—No, mi amor. Si por lo menos me gustaran las mujeres, te dejaría sin nadita — sonreí —. Pero me gusta la leche espesa.

—No seas puerco, Antony — borré la sonrisa al ver una sombra pasar por la sala —. Luego te llamo. Adiós, te quiero.

—Jane...

Colgué la llamada y al encender la luz de la sala principal, la taza y el teléfono se me cayeron de las manos. Dejé de respirar y hasta el cuerpo empezó a temblarme. Esa sonrisa perversa que tanto recuerdo y aparece en mis pensamientos, sigue estando en ese perfecto rostro cansado. Recostado contra la pared, me dedicó esa mirada que nunca he podido sacarme de la cabeza. La taza quebrándose contra el suelo fue lo que me sacó de esa lenta imagen que corrió por mis ojos.

—Wilson, bastante entretenida su charla — el cigarro está atrapado entre sus dientes con algo de fuerza, mientras sus manos están escondidas en los bolsillos de su pantalón. ¿Por qué tiene que ser tan jodidamente atractivo? Es que luce tal cual e incluso mucho mejor que antes —. No conocía esa faceta suya de ser tan cochina y hablar sobre esos temas tan personales e íntimos por un teléfono.

—¿Qué hace aquí? — susurré con la voz temblorosa.

—Solo vine de paso y mira que sorpresa me he llevado — sonrió tomando el cigarro entre sus dedos —. No sabia que Gabriela y tu eran tan cercanas — sonó dolido —. Bueno, eso ya no viene al caso. Cuénteme, Wilson. ¿Qué ha pasado en este largo año tras irse como una cobarde de Chicago?.

Las palabras quedaron atrapadas en mi garganta. Miles de pensamientos se me pasaron por la cabeza. No debí de confiarme en Gabriela, era lógico que le diría que yo estaba en su casa. Tragué ese nudo de nervios que se plasmó en mi paladar y me agaché a recoger los vidrios rotos. No soy capaz de darle cara a Dereck. No tengo la suficiente valentía para contarle sobre nuestro hijo. Las manos no me dejan de temblar por el miedo de ser descubierta.

—Se va a cortar, Wilson. Deje eso ahí — negué forzando la cabeza a moverse —. Supongo que ha sido mala idea al venir hoy aquí. Estaba en busca de una distracción con Adrián y ahora resulta que me encuentro de frente con mi exsecretaria.

—Bien puede irse — escuché su risa —. Ya ve que no están aquí. Venga mañana.

—Ah, pero si tienes lengua para hablarme. Pensé que con el que hablabas por teléfono se te la había comido — sus zapatos quedaron muy cerca de los vidrios quebrados y el aire se me fue de los pulmones de nuevo —. Levántese, Wilson.

Su tono de voz se ha vuelto más rígida, Dejé los trozos más grandes dentro de la misma taza y me levanté lentamente del suelo. Elevé la mirada a sus ojos y esos verdes que tanto me enamoran día tras día, colocaron loco a mi corazón.

—¿Pensaba irse de Chicago sin siquiera ir a saludarme? Ya sabe, por lo menos para recordar el pasado — su ceño esta duramente fruncido, podría jurar que él lo único que siente por mi es rencor...

—Yo...


—¿Usted qué? — enarcó una ceja dando un paso hacia delante e inmediatamente retrocedí —. Me va a decir que no tiene tiempo, que debe irse. Que no es lo suficientemente mujer para darme la cara y decirme porque carajo no fue capaz de haberme dado el beneficio de la duda cuando le dije lo que sentía por usted. Y usted se fue dejándome completamente solo y con miles de problemas; créame que, si usted se hubiera quedado y me hubiera creído, toda esta mierda por la que he pasado un año entero, hubiese sido mucho más tolerable. Pero no, porque a la chica ruda y de pueblo le pudo más lo que dijeron terceros que creerme a mí. Yo que dejé mi maldito orgullo de lado para confesarle que la quería de verdad — me vi presa entre la pared y su pecho, casi con las lagrimas a punto de rodar por mis mejillas —. Y que malditamente, después de un año sin verla y que, a pesar de sus cambios físicos, sigue siendo la misma que quitando capa a capa descubrí un tiempo atrás. Le preguntaré una sola vez, y bastará su respuesta para que me quede o me vaya. ¿Teniéndome cara a cara, tiene algo que decirme, Wilson? Quiero escuchar la verdad de su propia boca.

Dereck Cooper(EN FÍSICO) [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora