Regreso a casa

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Las mismas lágrimas me impidieron hablar, pues el inmenso nudo combinado con el dolor me lo impedían. Recordé cada uno de los momentos que viví junto a mi abuela; fue ella quién me crío, la mujer que me enseñó todo lo que sé en la vida, ella me dio el amor de una madre incondicional. Parecíamos una sola. El corazón se me hunde cada vez hasta el centro de mi estómago, no soy capaz de mantenerme en pie. Me dejé caer en el suelo sin importarme absolutamente nada ni nadie. Ahora solo quiero llorar y sacar todo este dolor que siento en el pecho. Le había prometido ir por ella y traerla conmigo, pero no quiso, su vida entera era estar en esa casa; junto a las cenizas de mi abuelo. Cubrí mi rostro con ambas manos y grité fuerte, pensando que eso menguaria el dolor de su partida. Mi niñez llegó a mi mente como retrospectiva de lo que viví con ella. No había persona más importante que ella en mi vida. Su ausencia dejará mi corazón marcado.

—Wilson... — esa mano grande y calida que me tocó por el hombro, me hizo reventar aun más fuerte en llanto. Siento la enorme necesidad de estar envuelta en algunos brazos que me digan que todo es un sueño y nada de esto está pasando —. ¿Está bien? Dígame qué le pasa...

Me levantó del suelo y tomó mi rostro en sus manos. Sus ojos porqué tienen que ser así de bestiales. Mis lágrimas mojaron sus dedos y aun así no le importó, siguió sosteniendo mi rostro, mirándome con algo de preocupación.

—Ya me está asustando, Wilson — no soporté más y me desevaneci en sus brazos —. Tiene que hablar para poder ayudarla. ¿Le duele algo? ¿Le dieron alguna mala noticia?.

—Dígame que es mentira, Sr. Cooper — me levantó en sus brazos y me dejó en el asiento del copiloto, se acuclilló frente a mí segundos después —. Esto no es más que un sueño, ¿verdad?.

Me quedé viendolo, sus ojos quisieran entender mis palabras, y sin embargo, ni yo misma entiendo lo que pasó. Mi Nana estaba bien de salud en cuanto me fui de esa casa, no sé qué fue lo que ocurrió. Hace unos días habíamos hablado y no mencionó nada de que se sintiera mal...

—Para entender a lo que se refiere tiene que decirme primero qué es lo que le pasa — el mismo llanto me ahoga a tal punto de no poder hablar claramente. Mi boca no quiere decir esas palabras que rompen el corazón —. Haber, confíe en mí y le ayudaré a encontrar una solución a su problema. Pero deje de llorar, ¿sí?.

—Mi abuela se fue...

Me dejé caer en el asiento a llorar. No puedo respirar, el dolor se agudiza cada vez más dentro de mi pecho. El quemador que pasa por mi garganta me llega justo al centro del corazón. Debo volver a casa, por lo menos tengo que despedirme de ella. No me había dado cuenta que el Sr. Cooper se encontraba manejando de vuelta al hotel, pues me había perdido entre las lágrimas y el dolor.

—Es mejor que regrese a su casa, Wilson. Aunque en ese estado en el que está, no es conveniente que viaje sola en avión — dijo deteniendo el auto en el estacionamiento del hotel —. La acompañaré a Chicago de nuevo...

—No. No es necesario, Sr. Cooper — me negué de inmediato, él no puede dejar sus cosas tiradas por mí —. Solo... solo discúlpeme por el contratiempo. Volveré a mi casa, no iré a Chicago...

Bajé del auto sin esperar respuesta alguna de su parte. No quiero ser más una carga para él. Lo que sucedió en el auto ha quedado enterrado. No puedo permitirme ser un juguete para alguien como él. Según llegué a la habitación, me dispuse a realizar mis maletas, para volver cuánto a antes a Missouri. Salí distraída por el pasillo y bajé a recepción para buscar un taxi que me llevara al aeropuerto.

—Jane, ¿qué haces con esas maletas? ¿No deberías de estar con el Sr. Cooper en la reunión? Han llamado los del...

—Lo siento, Inés — crucé por su lado y subí en el primer taxi que se detuvo ante mi parada.

Al llegar al aeropuerto pagué el boleto de regreso con los ahorros que poseo en la cuenta bancaria. No importa tener que gastarlos. El regreso a casa fue lo más duro que haya podido vivir. Entre más se acercaba el avión, el dolor aumentaba y los recuerdos me golpeaban el corazón. Le había enviado un mensaje a mi hermana antes de subir al avión, pues quedamos en que me esperaría en el aeropuerto. Las casi tres horas del vuelo más largas y horribles de mi vida. Perder a esa persona que tanto amas no tiene descripción alguna.

—¡Jane! — escuché la voz de mi hermano mayor entre un grupo de personas.

Corrí a sus brazos y me envolvió fuerte en ellos, y me permití romperme e incluso más de lo que ya había llorado durante el camino.

—Tranquila, nena. Ya estoy aquí — susurró Miguel apretándome fuerte en su pecho —. Vamos a casa, princesa.

Asentí y caminamos juntos hacia su auto. Del aeropuerto a casa son unos treinta minutos para llegar a la granja productora de mis padres. La espalda y los pasos me pesan cada que me acerco a la casa, pues es ahora que los recuerdos cobran con mucha más fuerza. Al cruzar la puerta principal y llegar a la sala donde toda mi familia se hallaba reunida, me llevé una gran sorpresa cuando vi a Connor.

—¿Qué hace ese imbecil aquí? — murmuró Maggie, no quise tomarle importacia y seguí de largo para saludar a mis tías.

—Jane — me quedé quieta y giré para verlo. Luce igual de guapo que siempre —. Lamento mucho lo de tu abuela, sé cuan era importante para ti.

—Gracias — susurré, mi corazón no siente nada al verlo, ya no.

—Sé que me odias y todo eso, pero siempre fuimos amigos. No tienes porqué ser tan esquiva conmigo.

—No es momento, Connor. Solo quiero estar sola — asintió con la cabeza.

—Mi amor, menos mal llegaste — mi madre me dio un abrazo fuerte —. Todo esto no es más que una pesadilla, flaquita — una lágrima rodó por mi mejilla —. Nana ha dejado una carta para ti, quise suponer que no era nada importante, pero al leerla me llevé una sorpresa.

Incluso su tono de voz cambió radicalmente.

—¿Leíste algo que no era tuyo, mamá? Por qué debes de ser así siempre — me separé de su abrazo.

—¿Qué? Esta es mi casa y puedo ver lo que sea que haya en ella — frunció el ceño —. No importa lo que diga una estúpida hoja sin sentido.


—¿A qué te refieres, mamá? — colocó la carta de mala gana en mi pecho y fruncí el ceño por el recelo de mi madre. ¿Ahora que se trae entre manos?.

Dereck Cooper(EN FÍSICO) [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora