Capitulo 37: Cabreado

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Estamos sentados sobre el césped de la casa de sus padres, en la parte de atrás, el acostado sobre una colchoneta y yo sentada cerca de sus pies.

-Tres más y estamos listos- le señalo mientras hacemos los ejercicios que le recomendaron.

-Uno- flexiona su pierna lentamente.

-Dos.

-Y tres- comenta cuando terminamos.

-No te duele nada ¿verdad?.

-No, molesta un poco, pero lo normal.

-Vale, voy a colocarte los calcetines.

-Yo puedo mi niña- trata de alcanzar el calcetín pero le gano.

-Yo lo hago- le sonrío y el también aunque sé que no está alegre.

No lo ha estado ninguno de los días que lleva de recuperación. Y aún quedan muchos.

-Jugaste bien hoy- escucho mientras le acomodo los calcetines- como siempre en realidad.

-Quería convertir un golcito, para dedicártelo, pero hoy no anduve muy fina- hago puchero.

-Tienes muchos partidos para hacerlo- dice desganado- no como yo, que no podre en varios.

-No hablemos de eso- trato de distraerlo para que no este triste de nuevo- podríamos...

-Como no voy a hablar de eso, si es lo que me tocó- me interrumpe mirando a un punto fijo.

-Lose, pero no te hace bien, hablarlo.

-Tengo que acostumbrarme.

-Suspiro- ¿mi niño y si jugamos basquet?.

-No puedo correr ni saltar.

-Pero solo a encestar, yo te alcanzo el balón.

-No te voy a tener de sirvienta.

-Que dices- me rio acercandome a el, rodeando su cuello con mis brazos- yo lo hago feliz, que sabes que me gusta que me enseñes.

-No tengo ganas- trata de sonar amable, pero él cabreo nunca lo ha podido disimular.

-Pienso un momento- ¿y si pintamos?.

-¿Pintar?.

-Si, con...acuarelas, siempre he querido intentarlo- murmuro emocionada.

-No lose...

-Anda, será divertido.

-No tengo ganas ahora.

-¿Seguro? Si quieres podemos hacer algo que sé te ocurra a ti, así no nos aburrimos...

-Si estás tan aburrida conmigo, mejor vete.

Me alejo de él lentamente y me quedo callada al escucharlo, sonó tan cansado de mi, tan cansado de todo.

-Yo solo quería que hiciéramos algo para que te la pases bien- murmuro luego de un rato.

-Pues te estoy diciendo que no.

-Vale, pero tampoco me hables así, pareciera...

-¡Es que no entiendes que no quiero hacer nada!- se sienta colocándose sus zapatillas- y si tanto te aburres aquí, no estas obligada a estarlo.

-Yo estoy aquí porque quiero estar contigo.

-Pero te quejas, y me aburre.

-Que dices- frunso el seño- no me estoy quejando.

-Si lo estas haciendo- se pone de pie y lo imito- talvez podrías ir donde tu amigo Marc, de seguro ese gilipollas te divierta más.

Pero que.

Sola Por Las Calles De BarcelonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora