Quackity está muy interesado en el mejor amigo de su hermanastro, incluso, le ha llegado a coquetear.
Pero aquel chico siempre ignora sus coqueteos o se ríe de ellos tomándolo como broma.
¿Por qué parece que todos están en su contra? ¿Por qué no pue...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
-¿Terapia? -preguntó el hombre de barba canosa.
El castaño miraba fijamente a su progenitor, mientras sus manos se encontraban bajo la mesa de aquel comedor, jugando sus dedos entre sí.
Estaba nervioso, recientemente había admitido que necesitaba terapia, para poder sanar y no hacerle daño a nadie más, mucho menos a Quackity.
Luzu de verdad quería mejorar para estar orgulloso de sí mismo, para que Samuel estuviera orgulloso de él y le diera permiso de cortejar a su hermanastro, quería que Quackity volviera a darle una pizca de confianza para aprovecharla y demostrarle que no le haría daño.
Pero primero tenía que asistir con una profesional que pudiera ayudarlo.
-No creo que la necesites, Luzu -respondió un tanto confundido el hombre mayor- Tus calificaciones son excelentes, ninguno de los profesores tienen alguna queja sobre ti, no tienes ningún problema con el auto y no consumes drogas, eres el hijo que cualquier padre quisiera tener, Luzio -sonrió satisfecho con la persona que era su primogénito.
Luzu sintió un pinchazo en el corazón y soltó el aire que estaba reteniendo en sus pulmones.
-Soy "el hijo que cualquier padre quisiera tener" -una sonrisa burlona se dibujó en sus labios- Eso es lo que he querido que veas de mí, padre -sus rubíes se encontraron con los ojos color carbón de su progenitor- Pero he herido a muchas personas, no sólo a Samuel.
-¿A qué te refieres? -preguntó extrañado.
-Yo.... Me he estado aprovechando de tu puesto como el director de Karmaland -carrapeo la garganta- He amenazado a algunos alumnos con... Que yo diría alguna mentira sobre ellos para que los expulsaras -apretó los puños al sentir como las lágrimas se acomulaban en sus rubíes- Me he esforzado por mis calificaciones y por mi reputación ante a ti para que no estés decepcionado y para que sigas creyendo en mí... Y en mi palabra.
El hombre mayor miraba fijamente a su hijo, prestándole suma atención a cada una de las palabras que salían de su boca, analizando su expresión facial.
-Los he amenazado para que ninguno se acerque a Quackity con otras intensiones que no sean sólo buscar una amistad con él -se humedecio los labios- En alguna ocasiones me ha funcionado esa amenaza, en otras... -se quedó callado durante unos segundos- Les he dicho que golpearía cada centímetro de sus cuerpos hasta que les quede claro que no tienen oportunidad alguna con él -una lagrima se escapó de su ojo derecho- Se lo creen solo porque soy tu hijo.
El hombre separó unos segundos los labios, con intensiones de decir algo... Pero se sentía incapaz de pronunciar alguna palabra o alguna letra.
No sabía que decir y tampoco sabía que pensar.
Merlon sentía un dèjá vu ahora mismo. Tampoco estaba muy seguro de que pensar o que decir cuando su único hijo le confesó que estaba enamorado de su mejor amigo, aquel niño con el que se la pasaba todo el tiempo, en la escuela, en la casa del otro, en lugares públicos.