Quackity está muy interesado en el mejor amigo de su hermanastro, incluso, le ha llegado a coquetear.
Pero aquel chico siempre ignora sus coqueteos o se ríe de ellos tomándolo como broma.
¿Por qué parece que todos están en su contra? ¿Por qué no pue...
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La alegría de la noche pasada aún se mantenía intacta en el menor, tenía una amplia sonrisa en el rostro y eso era algo que a su madre le encantaba, la señora Laura amaba ver a su hijo tan feliz, sea por la razón que sea, se sentía feliz de ver a su primogénito tan alegre.
Se acercó a la habitación cargando un canasto con ropa limpia y doblada, pero antes de abrir la puerta de madera, dio unos ligeros golpecitos esperando que su hijo le diera el acceso de ingresar a la recamara, el cual, no tardó mucho, pues un alegre azabache había abierto la puerta.
–¿Ya te vas? –preguntó la mujer al mismo tiempo que se dirigía al armario para guardar la ropa.
–Ya casi –respondió mientras utilizaba la secadora de cabello.
–Tu uniforme te lo dejo donde siempre, procura no dejar manchas tan grandes en la camisa, por favor, Alex –dijo la mujer mientras continuaba acomodando la ropa en su sitio.
–Lo prometo –dijo mientras dudaba de sus propias palabras.
–Muy bien –sonrió levemente y cerró la puerta del armario– ¿no has pensado en cortarte el cabello? –preguntó mientras se acercaba a su hijo.
–Si pero Rubius y Spreen se burlarian de que me quedé pelón –respondió con una sonrisa en el rostro al mismo tiempo que cepillaba su cabello seco.
» Además... ¿Qué tal si me corto el cabello y dejo de parecerle bonito a Lusu. «
Pensó el azabache mientras se miraba en el espejo como cepillaba su corto cabello.
–Solo estoy pensando en despuntarlo –dejó el cepillo en su lugar y caminó a su armario para sacar una sudadera azul pastel.
–Me parece una buena idea –volvió acercarse a su hijo y besó su mejilla– iré a trabajar, te veo en la noche, Quackity –dijo con una sonrisa en su rostro, y al mismo tiempo, se dirigía a la salida de aquella habitación.
–¡Te veo en la noche, mamá! –se despidió mientras cerraba su mochila y luego se la colgaba en el hombro.
Dio un vistazo a su recamara para asegurar que no se le olvidara algo, luego cerró la puerta y caminó por el pasillo hasta llegar a las escaleras, pero antes de bajarlas escuchó dos voces diferentes.
–Diría que no vuelvo a tomar así, pero estaría mintiendo –dijo con intensiones de acostarse en el sofá pero el castaño lo tomó de la cintura.
–¿No tuviste suficiente con dormir en el suelo? Mejor sube a tu habitación, te veré más tarde –ayudó a su amigo a equilibrarse y luego el azabache lo encaró.
–No quiero subir a mi habitación –abrazó a su amigo y este solo daba algunas palmadas en la espalda del ojivioleta.
–Sube a tu habitación, Rubius me pidió que lo ayudara con la organización –dijo mientras intentaba alejarse de aquel abrazo.