Quackity está muy interesado en el mejor amigo de su hermanastro, incluso, le ha llegado a coquetear.
Pero aquel chico siempre ignora sus coqueteos o se ríe de ellos tomándolo como broma.
¿Por qué parece que todos están en su contra? ¿Por qué no pue...
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» Seis meses después...
–Felicidades por su ascenso, subdirector –dijo con una sonrisa coqueta encima de aquel escritorio.
–Te dije que estos encuentros tenían que parar, Quackity... –dijo en un tono serio el hombre con rastas.
–Pero bien que te gustan nuestros encuentros –se bajó del escritorio y tomó asiento en el regazo del mayor– ¿no es así? –abrazó su cuello y poco a poco se acercó al rostro del hombre de piel morena.
–Basta, Quackity... –suplicó el hombre.
–Al menos, despidete bien, cabron –dijo mientras ambas narices se rozaban.
Unos golpecitos en la puerta se escucharon y ambos sujetos entraron en pánico, el hombre con rastas empujó al chico, metiendolo por debajo de su escritorio para luego decir "pase" en un tono firme.
El castaño abrió la puerta y se adentró a la oficina detrás de él.
–Mi padre quiere que firme esto... –puso una carpeta negra sobre el escritorio– Y que revise la lista de los nuevos alumnos, para hoy –demandó con una expresión seria.
El azabache que se encontraba bajo el escritorio, cubría su boca con ambas manos, su corazón comenzó a palpitar a una gran velocidad al escuchar la voz del que consideraba "su chico" aunque.... No era capaz de invitarlo a salir sin ayuda de sus amigos o de su hermanastro.
Estaba tan enamorado de aquel castaño.
–Supongo que el director debe estar muy ocupado para no pedírmelo él mismo –comentó en un tono serio el hombre de piel morena.
–A mí tampoco no me gusta conversar con usted... Sapo Peta –dijo con una expresión seria.
–Ahora soy el subdirector...
El chico de mirada carmín sonrió engreídamente y caminó hacia la puerta de aquella oficina.
–Y yo sigo siendo el hijo del director –dijo con aires de superioridad y no tardó en salir de aquella oficina.
El hombre soltó un pesado suspiro y se recargo en el respaldo de su silla.
–Felicidades por su ascenso –reiteró mientras se apresuraba a salir de aquel escritorio.
–Irás detrás de él ¿cierto? –cuestionó arqueando una ceja.
El azabache lo miró unos segundos y asintió mientras una amplia sonrisa adornaba su rostro.
–Fue divertido mientras duró, mi querido Sapo –le guiño un ojo y cerró la puerta al salir de aquella oficina.
Caminó rápido por los pasillos de aquellas institución, buscando con la mirada al chico que tanto le alteraba el corazón.