Quackity está muy interesado en el mejor amigo de su hermanastro, incluso, le ha llegado a coquetear.
Pero aquel chico siempre ignora sus coqueteos o se ríe de ellos tomándolo como broma.
¿Por qué parece que todos están en su contra? ¿Por qué no pue...
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El menor después de haber limpiado las gafas oscuras, volvió a colocarselas y salió de su salón para alcanzar a sus amigos. Quería burlarse del alboroto que estaban haciendo, pero el dolor de cabeza aún estaba presente y también se encontraba sediento, tanto que podría tirarse a la piscina de los alumnos que practican natación para beberse el agua sin importarle la cantidad de cloro que contenga.
También estaba emocionado por volver a ver a su castaño, aunque sólo fuera de lejos, pues por más que quisiera estar junto al chico que le gusta, también le gustaba estar con sus amigos y orinarse de la risa por sus ocurrencias.
Tres adolescentes con ropas negras y gafas oscuras formaban un triangulo mientras caminaban, enmedio de ese triangulo, se encontraba un azabache de cabello más largo, un poco más largo que el de Quackity y traía una gorra con la figura de un craneo en la parte frontal.
Missael Sinfonía. Alias, Missa.
Muchos miraban un tanto extrañados la escena que estaban haciendo el grupo de chicos, otros murmuraban sobre eso, algunos se burlaban porque el azabache de cabello largo no duraría mucho tiempo con vida.
Quackity, lejos de sentirse avergonzado por el comportamiento de sus amigos, se sentía superior, pues teniendo como amigos a un español, a un argentino y a un francés, era intocable.
Hasta para el chico que amaba, era intocable, pero por otras razones.
–Ese wey es de último año, chicos –mencionó el de ojos oscuros, mirando a todas direcciones, suplicandole a los dioses de no encontrarse con el chico que había provocado anoche en la fiesta de Rubius– No le importará mucho moler a golpes a cuatro chicos de primer año –dijo un tanto asustado.
–Somos cinco –comentó el francés.
–¿Y si yo no tuve nada que ver? –preguntó el de ojos marrones un tanto serio por el dolor de cabeza.
–Te jodes, Quackity, somos un equipo –respondió el español.
–¡A ver si ya aprendes a no meterte con niños más grandes, cabron! –regañó el azabache al otro mexicano.
–¡Ya aprendí, amá! –respondió el mexicano mientras fingía llanto.
–Nada más no dejo que ese pendejo te meta unos buenos vergazos, solo porque me caes bien, cabron –dijo el azabache mientras se cruzaba de brazos.
–Gracias, chicos, los amo –dijo un poco aliviado.
El menor arqueó una ceja al visualizar a su primo mayor en compañía de Luzu, ambos castaños platicaban animadamente mientras se encontraban en la fila para comprar su almuerzo, era una charla normal, lo que le molestaba al mexicano era lo cercanos que se veían, el chico de cabello miel y el chico de mirada carmín, le molestaba como Vegetta no se comportaba de forma posesiva con Luzu como cuando él se encuentra cerca del hijo del director.