Quackity está muy interesado en el mejor amigo de su hermanastro, incluso, le ha llegado a coquetear.
Pero aquel chico siempre ignora sus coqueteos o se ríe de ellos tomándolo como broma.
¿Por qué parece que todos están en su contra? ¿Por qué no pue...
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Una mujer de cabello oscuro salió de su auto y al acercarse a la puerta de su hogar, los gritos y quejas de adolescentes se escuchaban perfectamente. Al entrar a su casa se dirigió a la sala para saber que estaba pasando y lo que no esperaba encontrarse era a siete adolescentes, tres jugando en su teléfono, dos jugando en la consola y los otros dos peleando como perros y gatos pero sin llegar a los golpes, era una pelea verbal.
Pero todos se callaron cuando se percataron de la presencia de la progenitora de Quackity.
–Hola mamá –sonrió nervioso y seguidamente carraspeo la garganta.
–Hola... –sonrió levemente– ¿Se quedarán a cenar? –preguntó amablemente.
–No... –respondió el menor pero rápidamente lo interrumpieron.
–Por supuesto.
–Claro.
–La pregunta ofende.
–Si no es molestia.
–Si usted insiste.
–Encantado.
El menor se cubrió el rostro con ambas manos y después se dejó caer en el respaldo del sofá, la mujer de cabello oscuro mantuvo su amable sonrisa en el rostro miró brevemente a todos los adolescentes.
–¿Dónde está, Samuel? –preguntó confundida.
Los adolescentes se miraron entre ellos, unos se quedaron callados y otros solamente se encogieron de hombros.
–Supongo que está con Willy... Como siempre –respondió su primogénito.
–Muy bien... La mitad de ustedes me acompañará al supermercado a comprar algunas cosas para la cena y la otra mitad... Se encargará de ordenar... –Le dió un rápido vistazo a su casa– Este desastre.
Los adolescentes solamente se limitaron a asentir.
–Muy bien, iré a cambiarme y mientras tanto, decidan quienes serán los tres caballeros que me acompañarán.
La mujer se dió media vuelta para dirigirse a las escaleras, poco después, se desapareció del campo visual de los chicos.
–Yo me quedaré –habló Quackity.
–¿Y usted por qué? Usted es el hijo de mi tía, acompañela –habló el de playera roja.
–Yo acompañaré a mi tía –dijo el de suéter amarillo.
–No tengo problema en acompañar a... ¿Cómo se llama tu madre, Quackity? –preguntó el francés.
–Se llama Laura y tú te quedas cabron –dijo el menor al mismo tiempo que se levantaba de su asiento.
