Capítulo 33

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Giulian y California frente a mí, acomodando mis remeras y pantalones en la gran maleta. ¿Acaso pensaban que me mudaría?, las manos no dejaban de temblarme desde aquella llamada. Sería la primera vez que pasaría tiempo a solas con un chico. Y no sabía cómo comportarme al respecto. Tenía un gigantesco miedo a arruinarlo todo. A reacciónar demasiado inmadura, o ser justamente lo que el no estaba buscando. O tal vez, tenia miedo de que sus espectativas sobre mí se esfumaran. Tenía mucho miedo de decepcionarlo.

-Thea, caé de las nubes. En pocas horas tendrás a todo un romeo en la puerta de casa esperándote con su auto, a llevarte a su castillo. Tienes que despertarte. Ven, vamos a mi habitación, tengo algo para tí - Giulian irrumpió en mis pensamientos. California me sonrió mientras observaba a su madre salir de su habitación. Asintió cuándo posé mi vista en ella, y salí detras de su madre.

La habitación de Giulian era el sueño de toda mujer. Tenía al menos dos enormes bibliotecas repletas de libros, rebosantes de maravillosas historias. La mayoría de ellos los había leído de pequeña, su amor por los libros fue lo que me hizo volver cada día a casa de California. Recordaba las tardes en qué merendaba junto a Cal, y también sus palabras intactas;  "Los libros son la llave de tu imaginación. Pueden ser tu fuente de consuelo cuándo ya nada en tu vida lleve sentido. Cuándo sientas que no puedes escapar de tu propia piel, ellos te ayudaran a escapar sin moverte de tu vida. Será tu fuente de apoyo y hasta tu más fiel amigo. Por eso debes cuídarlos y apreciarlos. Es lo único bueno que hizo el hombre digno de admirar y alentar por más de que pasen los años."

Las sabanas crema de satén adornaban su cama matrimonial, y los cuadros esparcidos por la habitación de bellos claveles. Un gran armario al lado de la puerta de baño, y Giulian frente a él. Rebuscando entre su ropa.

Me senté con cuidado en el borde de su cama, préstandole atención. Se veía la felicidad brotar de ella, y aún más cuándo sus manos tocarón lo que tanto estaba búscando.

Un vestido rojo de seda, con los pliegues necesarios para hacerlo lo justamente delicado. Sus tirantes adornados de pequeñas flores hechas a mano, de color negro, y con el largo de seguro, hasta las rodillas.

Sus ojos azules sostenían el brillo suficiente cómo para iluminar una habitación, y su sonrisa dulce, sin rastro de maldad. Era una mujer pura. Única. Muchas veces, en las que me encontraba en soledad, muchas veces en las que mi madre se ausentaba, la había deseado cómo la madre perfecta. Mis ojos se cristalizaron al reconocer, que éste había sido el vestido con el que había conocido al señor Phishing. Lo supe, por su mirada. Y por su emoción al presentarlo frente a mís ojos.

- Oh, Giulian... No, no puedo... es tan hermoso- jadee, tocando con delicadeza la suavidad de la tela. Una mueca de angustia cruzó su delgado rostro, y apenas una pequeña lágrima recorrió por uno de sus definidos pómulos, que limpió rápidamente.

- Thea, querida. Desde el momento en que mi hija California te dejó entrar en su vida supe, lo especial que eras. Supe que eras diferente, y que al igual que mi hija la vida sería lo suficiente malvada y trataría de derrumbar tus sueños. Supe la vida que llevabas e intente lo imposible para apartarte de ella. Quisé que tu inocencia y pureza se mantuvieran intactas. Tu madre no será la madre que habrás soñado tener, pero nadie elije a la familia mi niña. Tienes que perdonar. No puedes guardar amargura en tu puro corazón, ellos no merecen nisiquiera tu odio. No permitas que nadie te derrumbe Thea Micks. Nadie lleva el derecho de sobreevaluarte. Sé tú misma siempre. No cambies por nadie. Nunca pierdas tu originalidad. Eres especial. Y por eso y más eres cómo una hija para mí. Y te quiero. - las lágrimas contenidas comenzaron a rodar por mis mejillas al igual que ella. La rodeé con mis brazos con la suficiente fuerza para poder transmitirle lo que mis palabras no podían. Estaba agradecida que las Phishing hubieran aparecido en mí vida. Tal vez, mi familia no era mi familia. Estaba segura también que jamás me recuperaría ni olvidaría los errores de mi madre. Pero el hecho de tener a Giulian, lo hacía todo más fácil.

Two Pieces ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora