El escandaloso murmullo logró despertarme de mi pequeña nube de sueño que de repente me había embargado.Me desperecé mientras me erguía sobre el sofá, a la espera de un sonriente Terrens recordándome la cena que había estado preparando, y qué ante la espera, me reconforte en los mas dulces sueños.Al abrir mis ojos, la sala se encontraba vacía y el televisor encendido, con apenas un poco de volumen. Presté atención a mi alrededor, todo se encontraba a oscuras, y me pareció divisar una luz proveniente de la puerta de entrada. Me aproximé a duras penas, mientras trataba de estabilizarme luego de que todos mis sentidos se despertaran.La silueta de Milo Micks se encontraba en el umbral de la puerta, sus ojos despabilados y abiertos en gran medida, su cabello bien peinado, pero se le notaba mayormente desorbitado.
Se encontraba exhausto discutiendo con Terrens, que se mantenía de espaldas a mí, notándose molesto.- ¡Te he dicho que no te atrevieras a pisar un solo pie dentro de esta casa!, puedo hacer tranquilamente una denuncia, estas bajo juramento penal. No tendrías que haber salido de Brooklyn. No te quiero cerca de Thea, nunca más.
-Soy su padre- murmuro a penas, conteniendose por los umbrales, y respirando castamente- estoy muy arrepentido. Juro que fue un momento de adrenalina, en el cuál, no sabía donde me encontraba. Perdí la noción del tiempo, y la partida de Rachel no ayudó demasiado. Me hundí en el alcohol, gracias a alguna fuerza divina hace ya cinco días que no bebo, y puedo pensar con la justa claridad. ¡Le he hecho daño a mís hijos!, y recién he caído en la cuenta. No puedo dejar de culparme y sentirme una basura. Permíteme reparar los daños con mi hija.
Milo intentó adentrarse en la casa, pero Terrens obstruyó su paso con uno de sus fuertes brazos.- ¿No has escuchado lo que te he dicho? - arrastró sus palabras con desdén mientras movía a compás su cabeza hacia ambos lados.Milo suspiró, y levantó su mirada hacia el cielo.
Me escabullí, por detrás del ojiverde y lo tomé por los hombros. Éste se sobresalto, girandose con rapidez hacia mí, y observandome con sorpresa.
- Thea, vuelve adentro- exigió, pero mis piernas no respondierón a su orden. Milo me observaba con cautela. Sus ojos profundamente hundidos en ojeras, y la mirada de culpabilidad sobre mí.
- ¿Qué haces aquí? - murmuré, con la mirada fija en el Doctor Micks. Sus cejas se alzaron con sorpresa, y una mueca se formó en sus labios. Mientras que el cuerpo de Terrens se tensó bajo mi tacto.
- Rachel... Tu madre, me ha dicho donde de encontrabas. Necesitaba verte, hablar contigo, pedirte perdón. Ya lo he hecho con tus hermanos, ahora necesito hacerlo contigo, para así poder dormir en paz.- sus ojos demostraban la culpa y el remordimiento que, de seguro lo habría estado carcomiendo en éstos últimos días. Aún así, un agudo dolor en mi pecho me sorprendió cuándo mencionó a mi madre.
Su nombre, el tan sólo nombrarla me lastimaba, así cómo ella lo había hecho con él. Los grandes ojos verdes de Terrens ahora sólo se dedicaban a mirarme, no había brillo en ellos. Eran de un verde profundo, casi parecido a un negro abismal. Me pareció observar un rayo de miedo cruzarse por su mirada, pero omití cualquier opción que me obligara a no decidir sobre ésta situación.
- ¿Su madre?- respondió el morocho frente a mí, riendo irónicamente.- Ella ha dejado de tener madre en el momento en que todo esto ocurrió. ¿Cómo puedes vivir después de lo que haz hecho...?
Lo detuve, tomando uno de sus hombros y girándolo con avidez hacía mí; - Detente. - exigí, mientras intentaba llegar a la altura de Micks, pero sus brazos me tomaron por el torso, y me sostuvieron contra él.
- ¡No vas a lograr lo que quieres, Doctorcito!, ella ya ha pasado por suficiente. Ya has arruinado su vida, dignate a no terminar por completo con ella.- el odio vivo recorría su anatomía, las palabras eran arrastradas al hablar, y me pareció haber visto una nueva faceta de Terrens. Una que no conocía, y que llevaba la sensación de ser la primera vez que ésta era revelada a la luz.
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Two Pieces ©
Teen Fiction«Thea tratará de encontrarse ella misma. Y por más difícil que se lo imponga el destino, él, se encargara de que todo valga la pena, ¿pero... el amor será suficiente?»