Capítulo 54

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Ed Sheeran estaba allí, maldita sea. No había tomado en parte lo bueno que me traería la fama.  Me acerqué sigilosamente entre la multitud, hasta encontrarme frente a él, dedicándole una espantosa sonrisa de psicópata, levante mí mano derecha para estrecharla junto a la suya en un amistoso saludo.  Cuando estuve a punto de elogiar su talento, una parva de niñas lo tomó por detrás, llevandoselo junto al pequeño escenario qué se encontraba en medio de la estancia.
Una fiesta en beneficio a los niños qué se encontraban en los hospitales, con ganas de seguir luchando para sacar su vida adelante. Varias celebridades se encontraban entonadas entre las multitudes. La música aturdía mis oídos, ensordeciendome por completo.

Anastasia comenzó a caminar hacia mi, con dos vasos rojos en sus manos. Apoyándolos en mí pecho, y sintiendo él frío de estos, sonreí, viendo cómo sus ojos se iluminaban a pesar de la poca iluminación del lugar, sus ojos azules brillaban cómo centelleantes luces de navidad. Acepte su invitación tomando uno de los vasos, y siguiendo su provocadora caminata.

Un pequeño rincón alejado de la multitud se encontraba frente a nosotros. Tomando asiento junto a ella, observé como quitaba su pequeña chaqueta de cuero y la colocaba sobre sus piernas antes de beber un largo sorbo de cerveza y dedicarme una ojeada de reojo. Sus labios sé curvaron gratamente al observarme mirarla.

— ¿Te ha dejado ella? — preguntó, cruzando una de sus piernas, y mordiendo una de sus largas uñas. Sin perder él contacto visual.

Ladee fuertemente la cabeza varias veces, sonriendo sinicamente — ¿Acaso eso importa?

Una enorme sonrisa iluminó su rostro. — Vamos Terr. Sabes de más qué sí importa.

— Nunca hemos estado saliendo de todas formas...  No sé lo he pedido formalmente— mencioné abrumado, tratando de escarbar en los recuerdos alguna situación qué comprometiera a Thea y a mí cómo novios.

— No te importaba demasiado entonces — río, acurrucándose sobre si misma, para prestarme más atención. Sus fríos y profundos ojos azules no hacían más qué escanearme, y al contrario de molestarme, me sentía confundido.

— En esté preciso momento... no lo sé — murmuré, colocando la vista en la punta de mis famosas vans negras. El siguiente movimiento al qué accioné, fue aceptar los gruesos y ásperos labios de Anastasia sobre los míos.

}{

Mis sentidos comenzaron a fallar, pero la música seguía siendo reconocida por mis oídos. Saltando junto a la multitud, bebiendo más de lo necesario, participando en tontas apuestas. Besos con algunas fanáticas qué lograron colarse en la fiesta, competencias de tragos.

Beber, beber y más beber.

— ¿¡Can you feeling !?— Un pequeño grupo de chicas me siguió mientras recitaba un pequeño trozo de la movida canción qué entonaba en cada parte de la espaciosa sala.

Una rubia de piernas largas se subió encima de una mesa cercana, tomando mí antebrazo,logrando que la siguiera.  Un pequeño grito de júbilo se escuchó al ver cómo aquella chica rodeaba mí cuello entre sus finos brazos y me regalaba un desesperado beso,cargado de sabor a cigarrillos y whisky caro.

— ¡La tengo!— exclamó apenas separarse de mis labios. Más gritos la siguieron. Totalmente confundido y mareado por los efectos del alcohol, toqué uno de mis hombros tratando de estabilizarme. Al notar mis dedos rozar la piel de mi antebrazo, baje la vista hacia él abdomen. Encontrándome semidesnudo, mientras una multitud me observaba, a la espera de alguna reacción.

Axiel apareció entre la gente, sonriendo mientras agitaba entre sus manos una gran botella de champán. Al subirse en la mesa, pasó uno de sus sudorosos brazos a través de mi cuello, riendo cómo niño mientras gritaba un sonoro : — ¡Que la fiesta no pare jamás!

La multitud asintió, volviendo a concordar con sus famosos gritos ensordecedores.

Una luz repentina me cegó por un instante, logrando qué cayera de la gran mesa. Aterrizando en el frío suelo. Colocando la frente en el concreto suelo, bufé. ¿En qué mierda me había metido?, vale, no era una mierda, estaba bastante bueno. Debería acostumbrarme a esta nueva vida, ya que era todo lo que me quedaba.

— ¡Último toque de banda de la noche!, ¡The Cloud, damas y caballeros!

×

— ¿Pueden explicarme esto?— exclamó Holuk, lanzando un gran periódico enrollado encima de la mesa en donde todos nos encontrábamos almorzando. Todos, mareados colocamos la vista en aquél objeto, pero el único qué se animó a abrirlo fue Dubter.

Froté repetidas veces mi cabeza, el dolor seguía allí, y al parecer no tenía las míseras ganas de desaparecer.
— La estrepitosa banda de Rock The Cloud ya ha comenzado a dar de qué hablar, sin quedarse atrás en la especial fiesta de beneficencia, el cantante Terrens Mickels nos ha dejado presenciar una escena bastante comprometedora, en la qué se le ve bastante amistoso con una Rubia de mechas rosas, para luego proporcionarnos un nuevo espectáculo junto a una de sus admiradoras. ¿Estrategia de popularidad ó verdaderamente estamos frente a arrazadores de fiestas?— Largué un largo suspiro, ésto no terminaría jamás. Ahora recordaba él porqué no bebía.

— Perfecto, ¿ahora pueden explicarme?— gritó, reincorporandose. Una de sus nuevas asistentes ¿Vitsa?, se acercó hacia nosotros, cargando un enorme papeleo. Extendiendolo hacia Holuk, que cabreado lo acepto, regalandole una seña para que volviera a irse.

— Hemos bebido.

El rostro de Holuk se transformó totalmente, casi como nunca antes lo habiamos visto.

—¡No me digan!— sé acercó hacia Axiel, sonriendo cínicamente, mientras tomaba él periódico de entre medio de todos y lo lanzaba hacia él pecho de Ax. — ¡Que sí no me lo decían no me daba cuenta!

— Hemos bebido de más — concorde, terminando la frase incompleta de mi compañero.

— Vale, Terrens, iré a contigo ya que eres él qué prácticamente ha salido en la tapa del New York Times. ¿No sé te ha ocurrido qué ya no eres él niño pueblerino?, ¡Tienen una carrera qué mantener!. Tomo él tema qué son estrellas de Rock y qué su lema es "vivir la vida loca", pero eso déjenlo para más adelante. No volveré a hablar... Veré cómo sacarlos de ésto. Así cómo vuelvan a hacerlo, volveremos a Brooklyn. — tomó él papeleo antes de retirarse. Todos, completamente sumidos en el silencio absoluto, mientras nuestras mentes hacían más ruido qué nunca.

— ¡Carajo Terrens!, podrías haberte aguardado él besar a Anastasia sabes, la puedes ver todo el tiempo. — todos rieron, mas no me causaba la misma gracia. — Vamos King, no hay nada de qué preocuparse, la vida sigue. Y mientras tanto, nos hemos tomado él destino de las mejores vidas qué puedan existir en el mundo, somos jocosamente famosos, dentro de un par de años tendremos harta cantidad de dinero. Podremos decir adiós a ésto, todo pronto acabará.

— No trata de eso, Ax. Trata de mucho más — insistí, de pronto tampoco sabia de qué trataba. ¿Ella me seguía importando?

— Thea continuará su vida. Es hora qué te plantees que hacer con la tuya.

— Ya lo he hecho — balbucee perdido. — Ya no habrá más qué recordarla. Cumplan el favor de no volver a mencionarla.

Cansado, retire él plato de la mesa, llevándolo conmigo hacia la cocina. El silencio era mi compañía. Al dejarlo sobre los demás trastos, y volver a pasar por él comedor, los seis pares de ojos estaban implantados en mí, sin decir palabra alguna continuaron probando bocado.

— Sí llegan a ver a Billy, pasen la advertencia, de qué ya no estamos en Brooklyn. Tal vez él tampoco sé ha dado cuenta.

Two Pieces ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora