Capítulo 55

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Ella sonreía, mientras que algunos de sus mechones rubios bailaban con la brisa. El día se enorgullecía de hermosos matices dorados, al igual que su cabello. 

Levanté una de mis manos, sosteniéndola sobre mis cejas, logrando obstruir los fuertes rayos de sol que intentaban opacar mi vista de ella. El campo era extenso, extenso de hectáreas, extenso de paz. 

  — ¿Qué miras tanto? —  Exclamó, tratando de apartar una de las tiras de su flequillo, mientras el viento jugaba con ella. Su vestido corto y blanco parecía resplandecer, mientras que su piel blanca, por más fría que pareciera, sabía que podía llegar a quemarme casi tanto e igual que el mismo sol. Sus grandes ojos mieles jugaban a encontrarme, lo sabía, su interminable brillo que poseían cuándo la tenía cerca... No podría admitir jamás que me cansaría de apreciarlos con delicadeza. Sólo para saber que tanto podían iluminarse. 

— A ti — Sentencié, agregándole una sonrisa no planeada.  Sus pasos aniñados lograron alcanzarme, y sus pequeñas manos, tomaron mi brazo derecho, indicándome una sola acción, indicándome qué solo la observara de cerca. 

— Eso ya lo veo — Murmuró, avergonzada mientras poco a poco sus blancas mejillas se tornaban de un rosa pálido. — ¿Qué es lo que veías tanto en mí?

Sus ojos rebuscaban en los míos respuestas interminables. El sólo hablarnos con la mirada era algo que había aprendido... qué sólo con ella era posible. — A tu pelo — Susurré, tomando un pequeño retazo de su cabello, y disfrutaba de la suavidad de éste entre las yemas de mis dedos. Ambos sonreímos, al mismo tiempo que el sol decidió iluminarnos aún más con su luz. —  A tus ojos— Indiqué frunciendo la nariz graciosamente, provocando una risa por parte de ella. — Tu piel de porcelana— Continué, resbalando una de mis manos por sus pequeños hombros. Vi sus labios sellarse rápidamente al igual que su piel se erizaba con velocidad. — Eres tan perfecta.  Ni en una eternidad me cansaría de apreciarte. De aceptar tus errores sin ofenderme. De quererte y amarte tanto y casi igual cómo nunca he amado a nadie. — Resoplé, viendo cómo sus grandes y hermosos ojos comenzaban a aguarse. Tomé su pequeña cabeza entre mis grandes manos y inhalé. Inhalé todo el aire que me fuera posible y que me faltaba cada vez que ella estaba cerca. 

  — Ya es tarde, Terrón — Balbuceo. — Es demasiado tarde para un nosotros. El tiempo ha pasado, no hemos hablado en meses. Me has estado evitando de manera arrogante y despreciativa. Nuestras vidas tienen que continuar. 

Reí con gracia, tratando de buscar nuevamente su mirada. Pero sus ojos no hacían otra cosa que evadirme. — Vamos Thea, eso no es cierto. Nunca podría evitarte. 

— ¡Lo has hecho Terrens!  Todos éstos estúpidos meses. He llorado hasta que no me han quedado lagrimas. —  Sus ojos, en un trabajo arduo, lograron re-conectarse con los míos. Su mirada irradiaba dolor y decepción. — Lo he intentado todo por no convertirte en mi ayer. Te juro que lo he intentado. Se que te prometí que iba a existir un nosotros aunque sea en una maldita amistad, ¡pero no lo he conseguido!— Sentenció con ira, mientras su mirada se cristalizaba lentamente. — No puedo quererte como un amigo Terrens. No puedo verte con otras chicas. No puedo compartir el sentimiento de libertad que ahora haz aprendido a utilizar en tu vida. No puedo fijarme en nadie más por que ahí estás tú. Tú y tus recuerdos. Tu sonrisa. Tus palabras. ¡Cómo ponerle fin a algo que nunca ha comenzado! Dímelo por favor. 

Intenté atraparla entre mis brazos, mientras las lagrimas se hacían cargo de esparcirse por su rostro, pero sus manos no lograban dejarme el trabajo de lograrlo. 

  — ¡Sé mi novia Thea! — Propuse en un intenso grito que logró adentrarse más allá del campo. 

— Es muy tarde— Se lamentó, apartándose de mi presencia, mientras que su pequeña y respingada nariz comenzaba a teñirse de rojo. — Es muy tarde para un nosotros. ¡Es muy tarde para un nosotros!—  Repitió con alegoría— Es muy tarde. Es muy tarde Terrens.


El fuerte olor de algo moribundo inundó por completo mis sentidos, logrando que la realidad me pegara tan fuerte cómo aquél calcetín sucio en manos de Axiel. La habitación se encontraba en la penumbra máxima, mientras estaba siendo testigo de mis tres amigos adueñarse de mi descanso. 

  — ¡Sé mi novia Thea!— Repitió con voz chillona el pelirrojo actuando cómo niña mientras refregaba el calcetín por mi pecho. Lo aparté de un manotazo, a la misma vez que Jack y Dubter se lanzaban sobre mí, sosteniéndome con fuerza sobre el colchón. — Debes dejar de tener sueños mojados Terrens. Eso es para las nenas— Formuló, sentándose en el borde. Intenté apartarme del agarre de mis otros dos compañeros de cuarto, pero me fue imposible. Las fuerzas a éstas horas de la madrugada, multiplicado con mis ansias de sueño no eran buenas. 

  — ¡SÓLO DÉJENME DE JODER MALDITA SEA!  — Exclamé con cansancio. Sus brazos dejaron de amarrarme. Suspire, frotando mi entrecejo. Escuchando cómo las risas comenzaban a hacerse presente. 

  — Media hora para Long Beach— Aclaró Ax frotando su frente mientras me acompañaba, inclinándose a mi lado, apoyándose en el cabezal de la cama.  

  — ¡A afinar las cuerdas vocales muchachas!— Habló Jack, tomando vuelo hacia el escritorio más cercano donde se encontraban algunos paquetes de cigarrillos sin abrir. — Esta situación lo amerita —    Terminó por decir con un cigarro entre los dientes. 

  — Huelo que será un gran día, hoy todo cambiará nuestras vidas. De hoy en adelante, prometo que haberlos conocido ha sido una de las cosas más emocionantes que he logrado en mi puta vida— Dubter se encargó de declarar, mientras recibía un almohadazo de parte mía y de Ax.  

  — Terminemos con las amaricadas, ¡a rockear!— ¡¡A rockear!!— Concordamos a la vez, mientras levantábamos nuestras manos con la simbólica seña del dedo índice e meñique. 

Tomando nuestros instrumentos, abandonamos aquella habitación de hotel. 

Dirigiéndonos hacia nuestro destino. El destino que nos acompañaría el resto de nuestras vidas. 

Two Pieces ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora