Capítulo 42

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Las flores del jardín olían demasiado bien.
La madre de Terrens tenía buena mano para la jardinería. No había alguna marchita o sin vida. Realmente era algo admirable.

Nuevamente, no había podido pegar ojo en toda la noche, así qué cómo siempre, desperté más temprano de lo habitual.
Antes de salir, pegue un vistazo al cuarto de Terrens, y yacía plácidamente revuelto entre sus sábanas en un profundo sueño.

Así que camine por los alrededores de la casa ante la espera. El sol, tranquilamente comenzaba a inundarme de sus cálidos rayos, mediante las horas pasaban. Sólo habían transcurrido dos, desde que decidí venir hacía aquí.

Entre en la casa, acariciando mis manos y caminé hacía la cocina. No había rastros de él, así qué comencé a colocar el agua para preparar el desayuno.

Unos fuertes y decididos pasos se escucharon en el piso de arriba, y luego el repiqueteo en las escaleras. Se hallaba apurado.

Cuándo se encontró a mitad del living, lo observé, no había mirado hacía mi dirección, y se notaba mortalmente preocupado. Llevo una de sus manos a su frente, frotandola, y otra a su cadera. ¿En qué estaba pensando?

- ¿Arrancamos mal el día? ¿Acaso dije algo en mí carta que quiso hacerte escapar?- hablé, divertida desde mí lugar, dejando la jarra con agua en la pequeña mesa frente a mí.

Él, se giró sorprendido hacía mí, y la nostalgia abandonó su rostro, siendo ocupada por el alivio.

- ¡La jodida mierda que me has dado un susto de muerte! - agitó sus brazos hacía sus costados, informandome lo enfadado qué estaba... ¿Pero de qué?

- ¿Qué hice?, solamente me desperté... en realidad no pude dormir, lo notarás por mis ojeras. Y decidí salir a caminar, no puedo estar postrada en una cama demasiadas horas,sin conciliar el sueño.

Me dirigí hacía él, observando en cómo metía sus manos en los bolsillos de su vaquero, y negaba repetidas veces con la cabeza. -¿ Qué?- reí divertida una vez más con la situación. Aún no entendía el por qué de tanto drama.

Sus ojos se conectaron con los míos, y un brillo especial me pareció percatar en ellos;- Nada. ¿Que va a pasarme? - sonrió, fingiendo mostrarse desentendido.

- ¿Por qué te he dado un susto de muerte? - replique, no satisfecha con su respuesta. Él alzó los hombros, y comenzo a subir de dos en dos los escalones. Lo seguí.
- Tienes que decirme, ¿no puedo saber porqué enfado a alguien?, en todo caso, fue por alguna acción omitida por mí. Necesito saberlo, no puedes culparme...

Hablé a sus espaldas mientras sabíamos al segundo piso. Dejé de hablar, cuando lo vi entrar en mí  habitación,  y caminar hacía el pequeño escritorio situado frente al enorme ventanal, con vista a los magnificos arboles repletos de hojas amarillas, marrones, y algunas, casi nulas verdes. Deje de observar sus anchos hombros, para fijar mi vista en lo que se hallaba expulsando vapor encima de la mediana mesa de pino.

Una bandeja con cafés, y una cantidad asombrosa de panqués. Abrí mis labios asombrada, sin encontrar conexión con mi cerebro y poder emitir palabra alguna. Él se había levantado a preparar el desayuno. Y maldita sea que me sorprendió.

En todo el momento de mi recapitulación, Terrens no quitó los ojos de mí. Hundido en sus pensamientos, con sus ojos en mí , pero perdido en sus propias concluciones.

- ¿Te enojaste por qué nuevamente me levanté antes que tú? - exclame, sonriente, caminando hacía él y posando mis manos en sus fuertes hombros.

Busque su mirada, y él me observó, detenidamente, en silencio. ¿Por qué rayos necesitaba mirarme tanto? ¿Por que no hablaba? ¡Comenzaba a ponerme de los pelos!

- ¡Di algo! ¡Estás comenzando a asustarme! - definitivamente no pude volver a reclamarle, ya que sus labios capturaron los míos en un dulce beso. Sonreí satisfecha, tomandolo por las mejillas, y profundizando el beso. Él me tomó por los hombros, atrayendome con aún más fuerza hacía su anatomía.

El beso concluyó. Y nuevamente me encontre fija en su mirada perdida. Saber que estaba pasando por su cabeza carcomia mi intriga.

Hasta qué algo hizo clik en mi mente. Él se había despertado, y había bajado a preparar el desayuno, sin fijarse si yo seguía durmiendo. Una vez que terminó su cometido, volvió a subir para que desayunaramos juntos, pero yo me hallaba fuera. Al no encontrarme, comenzó a buscarme... ¡Eso era!

- Estabas asustado con la idea de qué hubiera partido- dije, dubitativa, pero por mis dentros estaba muy segura.

- Thea- susurró, por fín. Su mirada robosaba infinidades de sentimientos ocultos.- Sí. Me has asustado.

Negué dulcemente con la cabeza y apreté con ánimo sus mejillas asperas por la pequeña capa de barba que comenzaba a crecer. - ¿Tanto para admitir eso? ¡Sí que eres duro! Me estoy muriendo de hambre. Así que por favor, centrémonos en el delicioso desayuno que nos has preparado.

***

Frente al espejo, era la cuarta vez que acomodaba un mechón suelto de mi cabello en varios lugares, pero me era imposible agradarme.

Me sentía incómoda, nerviosa e indecisa. El vestido rojo me quedaba un poco, sólo un poco encima de las rodillas, pero gratamente me quedaba holgado. Así me sentiría más cómoda qué envuelta en algo que apretujara mi cuerpo.

Mi piel blanca traslucia y resaltaba en el rojo carmesí. No me había dado cuenta de lo mucho que había empalidecido en todo éste tiempo. Necesitaba una buena sesión con el señor sol.

Tiré de mi cabello hacía atrás y me sonreí, por primera vez sintiendome a gusto con el maquillaje. Me hacía distinta, y resaltaba mis ojos. Mi mirada no se veía tan cansada cómo siempre, y con los tacos de 8 cm me veía más esbelta que nunca.

Estaba lista.

Una camioneta chevrolet, algo antigua estaba estacionada frente a la estancia.
Terrens conversaba con un hombre de mediana edad, algo animados, riendo. Me sostuve de una columna mientras acomodaba uno de mis tacones, y pegué dos pequeños saltos antes de volver a estar en tierra firme sin romperme un tobillo.

Observé cómo Terrens sacaba dinero de su bolsillo, y lo ponía a manos del hombre. Y éste alegre le entregaba un manojo de llaves. Frunci el ceño divertida con la situación, y vi cómo el hombre se alejaba, feliz con su paga.

Me quedé quieta en la entrada, mientras Terrens subía los escalones que nos separaban. Llevaba una chaqueta gris de cuero, una remera negra, y unos jeans.

Su cabello negro estaba peinado hacía arriba, y su mirada verde parecía más clara que nunca.

- ¿Lista?

- Contigo, siempre.






Two Pieces ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora