Capítulo 34

23 2 0
                                    

Un pequeño cosquilleo me despertó. Lo primero que mis ojos captaron fueron los pequeños rayos de luz del sol, se colaban a través del vidrio trasero del Camaro.

Me estiré, poniendo en funcionamiento mis músculos nuevamente, y observé de soslayo, el hermoso perfil de Terrens. Llevaba sus gafas de sol, y su mirada fija en el frente. Se giró, en cuanto encendí la radio, y sonreí ante la melodía de Big Girls Cry de Sia se desplazó por el automovil. Susurré cada verso de la canción, mientras observaba con mejor detalle la carretera vacía, ahora iluminada por el sol.

- Buenos días- múrmuro el ojiverde a mi lado. Posé mis ojos en él, y en cómo mordía sus labios ante una sonrisa- ¿Has dormido bien?

- Sí, tienes un coche muy cómodo- le dediqué una rápida mirada antes de volverla nuevamente hacía mi ventanilla.

- Ya casi estamos llegando a la ciudad más cercana. Dejaremos el coche a cuidado de uno de mis tíos y tomaremos el primer vuelo a San Francísco- Fruncí el ceño.

- Pensé que íbamos hasta allí en tu coche- Fué realmente una sorpresa, pero sabía su apuro por llegar, y en el camaro tardaríamos.

-Quería sacarte a andar un poco en él. Hace varios meses que éste bebé no corre un par de kilómetros, no quiero que su motor se funda. Necesita ser sacado a recorrer varios km- La seriedad de su rostro mientras hablaba, y en su concentración en la carretera. Nunca lo había podido observar de ésta manera. Y me gustaba.

***

- Tío Karl, ella es Thea- Terrens me tomó por los hombros mientras me presentaba a su familia. Sonreí, y acto seguido, la que parecía ser su tía, me tomó en un fuerte abrazo desprevenido.

- Es muy bonita, Terrens. - le murmuro su tía, mientras seguía apegada a mí.

Asintió. Sus ojos verdes conectados a los míos con intensidad...Cómo si tratara de encontrar alguna respuesta en mí.

***
El abordaje se hallaba repleto. Parecía como si todo mundo se hubiera puesto de acuerdo en viajar a San Francisco. No podía dejar de mover mis pies con nervios. Los aviones me daban miedo. Nunca me había trasladado en uno, y todas esas extrañas películas de accidentes no me eran de gran ayuda.

La verde mirada del chico a mí lado parecía divertida. Terminó con los pocos centímetros que nos dividían, y me abrazó. Un abrazo que no esperaba en lo absoluto, pero que logró calmar todos mis sentidos. Sus labios suaves, acariciaron mi frente, para luego depositar un dulce y corto beso.

Nos separamos, con nuestras miradas en nosotros. Todo alrededor pareció desaparecer, sólo era él. Sólo era yo. Nadie más. No anastasia, no Billy.

Thea y Terrens.

- Mirá, tienen pantallas, y podremos ver algunas películas para calmar tus nervios. No me he acordado de traer mis calmantes, me ayudan mucho cuándo tengo que viajar de aquí para allá- río. Era tan varonil, su sonrisa, sus movimientos. Nunca creí que me encontraría tan embelezada por un hombre. Nunca creí que admiraria su forma de reír y de ver el mundo. Jamás creí que me embriagaria con su perfume, y que me reconfortaria con sólo escuchar su voz. Nunca creí encontrarme de esta manera por alguien que hace menos de un mes era un total desconocido para mí. Y que hoy era más. Más que esas novelas de amor que vendía Hollywood. Éramos más que eso. Porque esto era verdadero. Estaba experimentando el amor. Por primera vez en mí vida. Sintiendome segura, en un lugar que podría ser completamente mío. Él podría ser completamente mío. Y podría cuidarlo, y me era tan fácil amarlo. No necesitaba de una guía ni instrucciones. Nacía de mí. Él había logrado dar vueltas mis expectativas del no amor. El me había hecho creer en él... él me estaba haciendo apostar al amor.

- ¿Ya no necesitas de ellas?- murmuré, perdida. El volteó a verme luego de que avanzaramos algunos pasos en la fila.

- Sinceramente, teniendote aquí, conmigo, es la primera vez que no los necesito- Y volvió a mirar hacía el frente, con una enorme sonrisa en sus labios.

Pasmada, reí, de emoción, de excitación. Era la primera vez que viajaría en avión. Era la primera vez que me sentía yo misma, y alguien más me hacía ver lo importante que era. Él.

Los empresarios de trajes grises a nuestro lado nos observaron con intriga. Cómo si nunca hubieran observado a la felicidad. Por que eso eramos, juntos, eramos mucho más que dos personas. Eramos amor. Y de seguro, eramos muy distintos, y tal vez, éste no era un por siempre. Pero haría que el ahora valiera tanto cómo tuviera que valer. Por que lo amaba, y ni el mundo, ni la sociedad, nadie, entendería nuestro raro amor.

***
La pantalla nos devolvía la imagen de Lilly Collins, en Love, Rosie. Era mi película favorita. Estaba tan atrapada en la forma en que Alex amaba a Rosie. Y en cómo el tiempo no cambió su amor por ella. Ni las bellas mujeres rubias, ni las circunstancias. El peleó, contra el tiempo. Pensando que si conseguía una nueva vida junto a alguien más la olvidaría. Pero el inesperado destino, siempre lo conectaba a ella. Porque además de ser mejores amigos, sus almas estaban destinadas a estar juntas. Y amaba ése tipo de amor. Que nacía del lugar menos esperado. De la persona menos pensada.

La cabeza de terrón estaba apoyada en mi hombro. Produciendo pequeños cosquilleos con su tranquila respiración. Se hallaba plácidamente dormido. Y pude observar con mejor determinación uno de los tatuajes de su cuello. Lo que parecía ser un águila enjaulada. Confundida, miré su rostro. Tranquilo, mientras sus ojos verdes se hallaban escondidos debajo de sus hermosas y finas pestañas. Parecía lucir en paz.

Besé su mejilla, rasposa por su incipiente barba. Y acomode mi cabeza junto a la de él. Observando la pequeña ventanilla a mi lado. Donde el atardecer teñía las blancas nubes de un rosado y lila.

- ¿Qué estás haciendo conmigo? - murmuré, antes de caer en un profundo sueño.

Una fuerte turbulencia fue lo que me hizo despertar. La voz calmada pero alertante de la azafata por el altavoz, el movimiento y bullicio a mi alrededor.
La gente comenzaba a tomar los respiradores del compartimiento donde se encontraban las maletas. Algunos niños lloraban.

Pero no entré en pánico, hasta que al girar a mi lado Terrens no se hallaba en su lugar. Me levanté, apresurada, con intenciones de ir a buscarlo, pero una de las azafatas corrió hacía mí, haciéndome sentar en mí lugar y indicandome que me colocara el cinturón.

- Mi compañero - hablé, sus ojos marrones me escanearon pensativa.

Miró el asiento a mi lado y sonrió.

- Su compañero señorita fue por unos calmantes. Ya volverá, tranquila, coloqué el cinturón en su lugar y aguarde a que la turbulencia pase.- Y volvió a su lugar junto a las demás azafatas.

Respira, vamos tú puedes. Piensa en un lugar lindo. ¡Distraéte!

El cuerpo de Terrens se deslizó en su asiento, y acercó hacía mi un pequeño vaso rojo con lo que parecía ser zumo de naranja, y una pequeña pastilla en sus manos: - No sabes lo que me costó conseguirla para ti. Tómala.

Tome el vaso y la pastilla, ingiriendola ante sus ojos exhaltados ante la situación. Suspiró fuertemente cuándo acabé de beber todo el contenido del pequeño vaso de plástico. Pasó una de sus manos repletas de anillos por su rostro con cansancio.

- De todos los días que podría pasar algo así, sucede cuando quiero impresionarte. Estoy comenzando a hacer una canción contra las aerolíneas.

Reí divertida, mientras notaba cómo la turbulencia cesaba, y todo el control volvió al avión.

-¡SÍ! ASÍ SE HACE, ¡ESTO ES VIAJAR!- me levanté de mi asiento con entusiasmo, todos tenían su mirada puesta en mí, y las azafatas sonreían agradecidas por otro vuelo bajo control. Algunos comenzaron a aplaudir levemente, hasta que toda la sala se contagió en fuertes aplausos.

Me senté en mí lugar, complacida por haber pasado uno de los retos de mí vida: Viajar en avión por primera vez, y haber resistido a una turbulencia.

- Estás loca mujer- le sonreí al morocho a mí lado. Y dirigí mi vista hacía el cielo que se podía observar a través de la ventanilla a mi lado.

Era una de las experiencias nuevas en mí vida, y la había vivido junto a él.

Two Pieces ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora