Capítulo 58

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-Cinco minutos -La voz de Siren resonó en mis oídos. Cinco minutos para salir al escenario.

Dubter seguía ensimismado desde aquella pelea en el bar, de la que ya habían pasado semanas. Axiel se había encargado de no hablarme desde eso. Jack seguía sin entenderlo, y Billy se encontraba practicando un poco antes de salir al escenario, parecía no importarle lo suficiente el malentendido.

-Recuerden, tres pasos después de la cinta amarilla hay un cable, no se nota demasiado pero es lo suficientemente grueso cómo para atropellarse con él, no se nota demasiado ya que es del mismo color que el suelo del escenario. Pero traten de tenerlo en cuenta-Axiel murmuró rompiendo el hielo.

Hostigado, fije la vista en una pequeña botella con yogurt, la tome sin recelo y bebí hasta la última gota.

Nuestros pasos resonaban en el angosto pasillo a medida que nos acercábamos a la plataforma que nos deslizaria al escenario. Los gritos comenzaban a contemplarse, de a poco lograba sentir cómo la piel se erizaba tras la nuca. Mis dedos rozaron las cuerdas de mi guitarra. Y en tan sólo cuestión de segundos nos encontrábamos frente a un batallón de seguidores entusiasmados.

-¿Listos para disfrutarlo?-Cómo siempre la voz de Jack lograba hacer reaccionar al público.

Las siguientes primeras canciones transcurrieron con rapidez, estaba seguro que nunca me había sentido tan distraído y a la vez extasiado en alguno de los shows.
Veía los rostros de los seguidores con atención. Podía observar su euforia. Mi voz sonaba tan extraña esa noche. Me sentía un cazador furtivo. Mi voz sonaba en eco en mi mente. Las pequeñas luces hacían contraste con la oscuridad que se esparcía detrás de los admiradores. Observé cómo algunas chicas de la primera fila comenzaban a cantar junto a mí. Les dediqué una corta sonrisa repentina, para luego guiar mis ojos a los palcos altos donde se hallaban pequeños carteles sostenidos por grandes grupos de groupies. Ésto era tan estresante. Rodeado de tantos, y tan pocos me conocían. Tantos que admiraban y perseguían, pero que poco sabían de mi vida. ¿Acaso habían estado allí en la primera discusión con mi padre? Ó la primera vez que aprendí a manejar la patineta. ¿En mi primer beso? ¿Acaso sabían lo tanto que nos había costado separarnos de nuestras vidas para estar donde estábamos?

Un mar de brazos estirados era todo lo que mis ojos apreciaban, brazos que bailaban con el ritmo de las canciones. Personas normales, cómo nosotros. ¿Qué hacía especial a The Cloud?

Mis labios y razón seguían entonando las letras de la canción, pero mi mente seguía absorta en mis pensamientos. Estaba tan equivocado. Mi vida había sido tan especial desde el principio. No habría necesitado de colocarme en una banda para hacer de mi entorno un mundo interesante. No eran las cosas superficiales las que alegraban la vida. Eran las personas. Era mi madre al protegerme cada vez que me sentía decepcionado. Era mi padre enseñándome a pescar. Era mi familia reuniéndose cada fin de semana. Eran mis amigos, compartiendo momentos. Era Thea. Era Thea la primera vez que se subió a un avión, Thea nadando en el lago, Thea en la tienda de discos pidiéndome sin decirlo que no me marchara.

De repente estar parado en ése escenario perdió sentido. La canción había acabado. Los gritos eufóricos comenzaban a hacerse presentes de nuevo. Pero mis ojos se detuvieron en la conocida nariz respingada de aquella chica en segunda fila. Su cabello estaba oculto dentro de una gorra de hilo. Sus grandes ojos mieles brillaban con alegría, y sus delicadas manos extendían un hermoso cártel llamativo con el dibujo de un Terrens animado sonriente.
Sonreí con exclusividad, sólo para ella. Mis manos tomaron el micrófono con ansías, y respiré pesadamente volviendo mi mirada al público, sin dejar de pensar en que ella se encontraba allí.

-Sigamos... -Proseguí, algo agitado. Sentía cómo débilmente el aire intentaba hacer su recorrido hasta mis pulmones. -Sigamos con el show. Ahora continuemos con Black Block.

Un grito a unísono de todas las personas allí presentes dieron entrada a la siguiente canción.

Pero mis ojos no se quitaron de ella. Cada palabra que cantaban mis labios, cada respiro y cada sensación eran para ella.

Sentí mis piernas débiles en cuestión de segundos. Sentía el aire calentarse a mi alrededor cómo si de un mismo horno se tratara. Sonreí perdido mientras mis brazos hormigueaban, y el micrófono parecía escurrirse de mis manos. La sonrisa no abandonaba mi rostro, por que ella estaba allí. Ella había logrado que me diera cuenta que éste no era el Terrens que quería ser el resto de mi vida.

Los colores comenzaron a desaparecer de mis ojos, y los gritos eufóricos dejaron de serlo, comenzaron a ser gritos asustados y casi ausentes. Comenzaba a dejar de oírlos de a poco. La música también había cesado. Mis labios se cerraron herméticamente, y mi pecho pareció colapsar sobre sí impidiendo que toda hebra de aire se colara dentro de mi sistema.

Pero antes de desvanecerme sobre mis pies, vi sus grandes ojos mieles contemplarme asustados.

Y todo fue nulo después de eso.

Two Pieces ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora