38| Apoyo mutuo 🌤

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Verónica y los dos padres de Matthew

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Verónica y los dos padres de Matthew. Sentados en el sofá al frente de los dos chicos, que ahora, vivían juntos y son felices. El padre, al menos, estaba sentado en el desayunador, desde ahí podía ver con mucha exactitud a las personas que estaban en la sala, mientras tanto, su esposa, sentada junto a Verónica, esta última con una expresión de inocencia, como si hubiera sido engañada, manipulada, odiada, y hasta víctima de cualquier circunstancia.

Del otro lado, Lucien, sintiendo miedo, deseos por querer desaparecer, porque después de pensar que esas dos personas que le dieron la vida a esa persona que dice quererlo, por ser la razón de la cual Matthew ahora está donde está y no donde sus padres quieren que esté, también por la razón de ser lo que es, un chico en sí, ahora sabe que le odian el doble, por verlo a punto de tener relaciones con su hijo. Y sentía tanta vergüenza, tantas ganas de llorar, tantas ganas de correr y huir... pero no lo hizo, ¿Por qué? Por el simple hecho de que Matthew sostenía su mano. Y sabía que estaría bien a su lado.

Mientras tanto, el responsable de ese odio que sus padres tenían y rebalsaban y que también se podía ver desde muy lejos, estaba feliz. Matthew podría estar también enojado, muy enojado, pero estaba feliz más que todo, porque a pesar de esos diez años de puro sufrimiento, después de tener que vivir mentiras tras mentiras hasta el punto de odiarlas y querer deshacerse de cada una de ellas, ahora estaba ahí, sentado abrazando al pelirrojo, demostrándoles que lo había conseguido, que era feliz, que tiene todo lo que siempre había querido y de lo que ellos no le habían permitido en ningún momento. Deseaba tanto reírse y besarlo y luego simplemente echarlos de su casa. Tenía tanto odio en su cabeza. Tanta tristeza. Tanta felicidad. Sabía que se estaba volviendo loco realmente, o tal vez eran esos sentimientos que habían sido acumulados por diez enormes años y que ahora podía explotar sin sentir que podría perderlo todo.

La vida no le había dado los golpes de dolor.

Esas dos personas lo habían hecho.

Estaba feliz, y podía sentir satisfacción al poder oler su enojo, desprecio y decepción.

¿Cómo sabían dónde vivía? Bueno, es muy fácil. La persona sentada al lado de su madre se hizo cargo de todo. Esa chica que Matthew, a pesar de todo, le ofreció ayuda y ella la aceptó para luego acabarlo. De esa misma manera.

Nadie hablaba. ¿Por dónde empezar? ¿Quién debería de hablar? Matthew no tenía pensado en hacerlo primero, no tiene nada que decir, tampoco nada que discutir, tampoco algo por el cual pelear. No los necesitaba.  Así que, se quedó en silencio mientras rodeaba su brazo por los hombros a Lucien y lo atraía hacia él, el menor sentía mucha vergüenza, pero tampoco dijo nada.

Se dio cuenta que el vino que la mama de Matthew tomaba, era el de Spencer. Eso hizo que el mayor sonriera y que a Lucien le decepcionara. Un vino de Spencer abierto en la sala de Matthew, colocado en medio de todo, a la vista de todos los presentes. Una casa donde el vino de Matthew estaba en todos lados, ahora estaba siendo opacado por ese único vino, pequeño, en esa mesa de sala.

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