II

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LONDRES, INGLATERRA

SIGLO XIX

Era una sola ciudad que se dividía en dos, por un lado, la alta sociedad salía a las plazas a pasear por las tardes, dejaba a sus niños jugando con las sirvientas o con algún instructor que les enseñaba lo básico de la educación. Salían a tomar el té con sus amistades y disfrutaban de hacer bailes que podían durar toda la noche. Esa era una hermosa vida...

Pero desgraciadamente a él no le tocó esa vida, él nació en el East End, para ser más exactos en el barrio de Bethnal Green que era uno de los más pobres de esos tiempos. Su madre, al igual que muchas otras mujeres trabajaba como costurera casi las 24 horas del día para poder darle algo de comer, jamás conoció a su padre y aunque en su momento tuvo deseos de buscarlo jamás pudo hacerlo ya que ni su madre sabía cuál era su nombre.

Tenía 5 años cuando obtuvo su primer trabajo limpiando chimeneas, era demasiado joven para estar trabajando pero con su madre enferma no tenía de otra. Trabajó durante 3 años hasta que finalmente ella falleció, lo hizo de manera pacífica mientras sostenía una costura que debía entregar a la mañana siguiente, una mañana que no alcanzó a ver...

Desde ese momento él estuvo solo y las cosas se hicieron mucho más difíciles, el sueldo ya no era suficiente y como él estaba empezando a crecer se le era más complicado meterse a las chimeneas. A sus 10 años dejó ese trabajo y optó por uno de mensajero, pero no un mensajero que envía cartas o regalos, este era un mensajero barato que enviaba cualquier tipo de paquetes a sus clientes.

Cualquier tipo.

-- Aquí esta el paquete de hoy, más te vale ser discreto -- Amenazó el hombre al momento de entregarle el paquete con la dirección a la que tenía que ir.

El niño asintió y escondió el pedido entre su viejo abrigo descosido. Adentro había pequeños rollos de opio, la droga favorita tanto por pobres como por ricos pero que irónicamente era ilegal en el país. Pero que estuviera prohibida no significaba que el consumo también, al contrario, en barrios bajos como en los que él vivía su compra-venta era cosa de todos los días.

Los días de trabajo entre la ceniza habían afectado sus ojos de tal manera que no podía ver nada que no estuviera por lo menos medio metro adelante de él. Pero no necesitaba de su vista para ser un buen mensajero, solo necesitaba saber en dónde había estado y guiarse de su oído para reconocer a un policía de un cliente.

-- Aquí esta el paquete -- El niño se detuvo en la entrada de un burdel que a esas horas estaba cerrado.

-- Okay niño. Toma -- El hombre le entregó dos chelines por el opio y un penique como propina -- Dile a ese imbécil que si quiere el resto de su dinero, tendrá que enviar más que solo unos gramos.

-- Pero señor...

-- ¡Cállate y ve!

La puerta se cerró ante sus narices, el niño solo suspiró y ocultando el dinero entre sus ropas empezó a caminar de regreso a su sitio de trabajo. De ver lo poco que le habían pagado sabía que su jefe estaría molesto, aunque no fuera su culpa, él era la única persona a la que podía culpar cuando la paga era tan pequeña.

En un descuido, la poca propina que había recibido se le cayó de las manos y terminó justo en la entrada de una alcantarilla. Resignado fue tras la pequeña moneda y justo cuando se agachó para recogerla logró reconocer algo parecido a un grito.

"¡Ayuda!"

-- ¿Hola? -- Nadie le respondió. Por un minuto pensó que solo se trataba de su imaginación cuando de nuevo, en la distancia logró escuchar ese sonido.

El Secreto ~Grelliam AU~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora