XXV

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Y después de meses de un crudo invierno el día por fin había llegado, era el equinoccio de primavera, posiblemente uno de los días más esperados para aquellos cuya economía se basaba en la siembra y crianza de animales.

Desde que el sol salió, el pueblo empezó a prepararse para la celebración de ese acontecimiento. Después de todo, la mayoría de los habitantes sobrevivía a base de sus propias cosechas y de su propio comercio interno, además de que eran bastante supersticiosos para estar a casi inicios del siglo XX.

-- ¡Vamos Gretchen! ¿Por qué no vienes con nosotros al festival? Te puedo presentar a un primo mío para que te haga compañia.

-- No, gracias. No me gusta estar afuera tan tarde -- Contestó la "castaña", fingiendo timidez -- Además, estoy muy cansada del trabajo de la semana. Solo quiero terminar mis compras y descansar...

--  Como gustes, igual estaremos cerca de la cantina por si decides unirte.

Gretchen asintió con una sonrisa y se despidió de su "amiga" para seguir con la compra del día. La calle estaba llena de personas que gritaban, reían y cantaban cosas vanales, así que apenas terminó de llenar su canasta volvió a su cabaña casi a las orillas del asentamiento.

La rutina se repite: Deja la canasta en la mesa, tira su peluca al suelo y se deja caer en la cama. Era apenas mediodía, tuvo suerte de que la señora a la que ayudaba a hilar la lana la haya dejado salir temprano para poder irse antes de que el festival iniciase. Sin embargo, eso no la salvó de que su ropa se llenara de polvo y de ese olor tan "pueblerino" que ella detestaba.

Así que fue a darse una ducha rápida en su pequeño e improvisado baño, uno en dónde apenas cabía ella y un balde para su agua. Era horrible, ese lugar era el infierno para alguien como ella que había estado en los mejores hostales de los países más ricos del mundo, dónde cada día tenía aventuras y podía ver paisajes hermosos, alguien que se había codeado con la crema y nata de la sociedad y que ahora tenía que ganarse el dinero hilando lana en un pueblo desconocido dónde la única diversión era ver las peleas de los campesinos borrachos.

Por si eso fuera poco, todavía no tenía ni una noticia acerca de Will. Cuando pertenecían a la Orden, al menos sabía dónde estaba y que hacía gracias al desgraciado de Sebastian pero ahora estaba completamente a ciegas, no sabía dónde estaba, quién estaba con él, si Sullivan o los lobos lo estaban maltratando era angustiante...

-- ¿Dónde estás Wiru? -- Preguntó viendo al bosque desde su ventana, como si el pelinegro pudiera escucharla.

Mientras tanto, a un par de kilómetros de ahí la tribu de los licántropos se preparaba para su propio festival de primavera. Para ellos el equinoccio era como una especie de "año nuevo" y siempre era festejado, sin embargo, la celebración de este año tenía que ser perfecta ya que el equinoccio iba a coincidir con la primera luna llena de la estación, cosa que potenciaba aún más la importancia de la festividad.

-- ¡Más arriba! ¡No alcanzó a llegar!

-- Con todo respeto señorita, ¿No cree que sería mejor que me permitiera a mí poner el adorno? -- Preguntó William luchando para evitar que la niña se le cayera de los brazos.

-- No, yo quiero hacer esto por mi cuenta.

William suspiró con frustración, las miradas acusatorias que las damas de la joven señora le dedicaban ya eran lo suficientemente incómodas para él. Una vez que ella logró su capricho, el pelinegro por fin pudo dejarla ir con ellas para prepararla para todas las ceremonias de esa noche. Tenía suerte, el adorno que había ayudado a colgar estaba demasiado cerca de la ventana y el calor empezaba a sentirse demasiado cerca de él...

El Secreto ~Grelliam AU~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora