XXI

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-- ¡Ustedes no pueden hacerme esto!

-- Según el juramento de la Orden del Fénix, los subordinados deben obedecer las órdenes del sacerdote en jefe.

Apenas se había cerrado la puerta del carruaje este arrancó de manera inmediata, causando sobresalto en el asustado castaño que estaba en medio de dos guardias y con la mirada carmesí del sacerdote en él.

-- No solo desobedeció mi llamado, sino también se atrevió mancillar con sus acciones el nombre de la Organización...

-- Yo iba a salir pasado mañana, se lo juro, yo...

Alan no pudo seguir hablando, una fuerte cachetada de parte del sacerdote interrumpió su vano intento de explicarse. Incapaz de mover sus manos debido a las esposas que llevaba, el médico solo pudo aguantar en silencio el ardor que ahora llevaba en su rostro.

-- Guarde silencio -- Ordenó Michaelis mirándolo con desdén mientras limpiaba la mano con la que lo había golpeado con un pañuelo -- No debí ni siquiera tocarlo, es más, estoy siendo demasiado amable al dejarlo venir en el mismo carruaje que yo.

Alan bajó su mirada, estaba avergonzado, solo... ¿Qué iba a ser de él ahora? La respuesta a su pregunta llegó bastante rápido: Con solo una mirada y un asentimiento de Sebastian, uno de los guardias le proporcionó un fuerte golpe en la espalda que lo hizo irse de bruces contra el inestable piso del vehículo.

Apenas iba a levantarse cuando de repente el zapato de Michaelis se estaciono sobre su nuca, apretando primero ligeramente y después aumentando el peso sobre las vértebras del cuello del joven que, asustado por la situación, solo podía retorcerse buscando algo que le ayudara a escapar de ahí.

-- ¿Sabe, joven Humphries? No soy tan cruel como parezco -- Dijo manteniendo la presión en su zapato -- Lo que le harán una vez que lleguemos a Italia no es nada comparado a esto... Solo quiero que usted ya vaya tomando consciencia de lo que le espera.

-- ¡Déjenme ir! -- Gritó finalmente siendo presa del miedo que le provocaban las palabras de Sebastian.

En eso, el sonido de unos disparos se escucharon afuera de la carroza. Confundido por eso, el sacerdote se asomó por la ventana para ver que estaba sucediendo. Sin embargo, apenas y tuvo tiempo para sorprenderse antes de que algo se impactara contra el vehículo, provocando que este se volteara con todo y sus pasajeros abordo.

Los pocos segundos en que la carroza se la pasó rodando fueron los más largos en la vida del joven doctor. Ese turbulento viaje tuvo su fin al pie de un árbol, en ese momento, Alan no era consciente del dolor de su cuerpo ni de la sangre que escurría de su frente abierta, la adrenalina que corría por su sangre lo inhibía de sentir cosas que en ese momento eran insignificantes.

Lo más importante para él eran los sonidos que se escuchaban afuera, las garras que intentaban abrir la puerta y la sombra que se asomaba por la ventana. Entonces, Alan empezó a luchar para liberar sus manos de sus esposas, primero intentó buscar la llave, sin embargo, conforme los sonidos aumentaban su desesperación también y sus intentos por liberarse se hicieron más toscos  y ruidosos.

Para su mala suerte, el carruaje fue volteado una vez más y esta vez el golpe que se dio en la cabeza fue más fuerte y tosco que el anterior. Lo último que vio antes de desmayarse, fueron un par de ojos amarillentos...

*****
Sus ojos se abrieron lentamente ante la suave caricia del sol en cara, sin embargo, una vez que intentó levantarse esa caricia se convirtió en un golpe directo a su pobre cabeza que estallaba de dolor.

El Secreto ~Grelliam AU~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora